Foto: Miguel Arregui

Esperame con el sulky en la portera

El gobierno avanza por ensayo y error, mientras la izquierda baja el perfil de la protesta

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02 de abril de 2020 a las 17:59

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Hace tres o cuatro décadas, en tiempos de escasez de teléfonos, las radios del interior prestaban un servicio esencial llamado “radiotelegramas”. Las personas de la ciudad enviaban mensajes breves a sus parientes y clientes de la campaña, del tipo: “Va camión esta tarde a levantar la lana. Enviar tractor para pasar el bajo del tajamar”. O bien: “Voy en la ONDA de las cinco de la tarde. Esperame con el sulky en la portera”.

En la película uruguaya “Viaje hacia el mar”, disponible en YouTube, dos de los protagonistas que montan un viejo camión Opel Blitz escuchan en una Spica el siguiente radiotelegrama: “Para Tito Fomento, en Tapes: Le comunica su cuñado, el Becho, que la hermana va para allá, y que se cuide porque ella se enteró de todo”.

Ahora la humanidad, encerrada en sus casas, arrastra una vida virtual de comunicaciones omnímodas: se entera de todo, pero aún carga una soledad tan sola, una pobreza tan pobre, y una ternura ocasional tan tierna como la de los personajes que viajaron a conocer el mar entre las serranías de Lavalleja y Maldonado.

En medio de tanto desastre, y en parte por ello, la popularidad del presidente Luis Lacalle Pou es muy alta, según las encuestas. Su actitud y lenguaje parecen frescos y ágiles, después de la parsimonia canchera del último gobierno frenteamplista. Pero Lacalle Pou camina por un pretil tan fino en estos tiempos extremos que su popularidad puede evaporarse con la misma rapidez con la que se remontó.

El Frente Amplio parece haber abandonado la confrontación y cierto aire de perdonavidas que adoptó, casi instintivamente, desde el inicio del nuevo gobierno. Una resistencia cerril en estas circunstancias de catástrofe global puede degastar más a la oposición que al gobierno.

Muchos creen que el caceroleo del miércoles 25 convocado por los sindicatos fue un grave error, pues polariza estérilmente y deja a la izquierda en el bando menor y rencoroso. Pero también es cierto que los caceroleos son una forma eficaz de hacer política rústica y liberar tensiones, en un mundo angustiado y dividido, desde España a Brasil, desde Buenos Aires a Montevideo.

Leonardo Carreño

La batalla es de largo plazo; la izquierda tendrá tiempo de sobra para elegir la fecha, el motivo y el escenario de la disputa política. Pero, sobre todo, carece de un liderazgo claro, y de una estrategia opositora coherente. (Tabaré Vázquez no termina de bajar del escenario y Javier Miranda lucha por su vida).

Durante marzo, Lacalle Pou pareció dispuesto a marcar a la oposición y a los sindicatos que el poder no se comparte, al menos si se lo desafía. Pero aceptó reunirse el martes con una delegación del Frente Amplio. “A mí en su momento me hubiera gustado tener esta instancia con Tabaré Vázquez”, les reprochó. 

El nuevo gobierno, como todos los del mundo, no sabe muy bien qué hacer, aunque tiene una idea bastante precisa sobre lo que no debe. Juega sus cartas, que son lastimosamente escasas, de a una, y avanza a tientas, por ensayo y error.

La partida será larga, y necesariamente terminará con serios daños y endeudamiento.

Diego Battiste
. Luis Lacalle Pou y Javier Miranda. Representantes del Frente Amplio se reúnen con el presidente para plantear sus propuestas frente a la epidemia de coronavirus

Imprimir mucho dinero nuevo es una de las cosas que harán la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo. Pero ellos aún tienen una moneda que todo el mundo desea. Incluso así las bolsas no reaccionan bien, hasta que no se conozcan los daños (y los cambios) que sufrirá la economía real. Le están dando más alcohol a un borracho. El mundo puede padecer en adelante una combinación letal de recesión e inflación, la enfermedad de la que muere el keynesianismo.

En Uruguay, los analistas adelantan una seria caída del producto, al menos en el segundo trimestre del año (abril-junio), desempleo de dos dígitos, caída del consumo y del comercio, déficit fiscal muy alto, un mayor endeudamiento del Estado, las empresas y las familias, y una lenta y onerosa recuperación. En un escenario más grave, de crisis sanitaria larga, la cadena de pagos puede comprometer todo el sistema.

El Estado gastará más, por subsidios masivos, y recauda mucho menos, por el parón de la economía. La mala situación de las finanzas públicas, que se arrastra desde 2014, unida a la escasez de crédito internacional, puede agravar la situación sanitaria, económica y social del país y retardar la recuperación.

El turismo se extinguió y las exportaciones cayeron 11% en el primer trimestre del año. Pero mal que bien, las agroindustrias resisten. La producción primaria sacará a Uruguay del pantano, como tantas otras veces en la historia. Sin embargo la demanda externa puede permanecer débil. El reloj se detuvo con la quiebra de la cadena de suministros y compras a China.

Muchos parecen creer que las cosas van muy bien, según las encuestas: una suerte de excepcionalidad uruguaya. Pero en realidad la crisis no ha empezado: se iniciará con el frío. En mayo y junio, cuando haya miles y miles de infectados, muchos muertos, más pobreza y un largo encierro, el ánimo será más sombrío.

El coronavirus no ha roto los diques de los barrios más pudientes de Montevideo hacia la periferia, donde reside la población más vulnerable. Cuando eso ocurra, que ocurrirá, y en muchos hogares campee la desesperación, se verán las fortalezas de las personas, y de los sistemas de salud, económico e institucional.

Diego Battiste

¿Cuál es el camino perfecto? Como ya ocurre en Europa, muy pronto algunos comenzarán a advertir que el apagón económico, si se prolonga, costará más vidas que el coronavirus. Con todos encerrados en casa, la economía se extingue, al menos tal como la concebimos ahora. Habrá que considerar otros caminos, como pasar de una estrategia de encierro global a otra de contagio controlado, por parcelas.

Una gran pregunta que provocan el encierro es: cuántos de los cambios actuales son transitorios, como el trabajo desde casa y la retracción del consumo suntuario; y cuántos se volverán permanentes, o al menos una tendencia de vida más austera.

Ciertos fundamentos de la civilización se han retirado, o serán revisados, por convicción, por escasez o por miedo.

Mientras tanto las familias confortan a sus heridos y caídos; y los balnearios y las estancias de la campaña uruguaya reciben cada vez más parientes de la ciudad, hartos y claustrofóbicos, o hambrientos. Esperame con el sulky en la portera.

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