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Gobierno descarta cualquier posibilidad de permitir la venta de vaporizadores

Las autoridades sanitarias temen que este mercado incipiente ponga en jaque los avances logrados por el Estado uruguayo en la lucha contra el tabaquismo

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29 de abril de 2019 a las 05:00

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Las épocas del cowboy de Marlboro quedaron atrás: hace tiempo fumar dejó de ser visto como una cualidad. Las encuestas de prevalencia del hábito indican que en todo el mundo esta es una práctica que lentamente está cayendo en desuso. La tendencia de los vaporizadores, sin embargo, gana terreno entre los adolescentes y jóvenes, que crecieron acostumbrados a las campañas sanitarias contra el denostado cigarrillo. Estos son cilindros metálicos con una cápsula en el centro, donde se pone un líquido que contiene nicotina y otras sustancias. Al ser inhalado a través de la boquilla, la boca del fumador se llena de un vapor frío saborizado. Vendidos como dispositivos que ayudan a abandonar el consumo de cigarrillos, pocos son los que perciben el riesgo.

Las autoridades sanitarias temen que este mercado incipiente ponga en jaque los avances logrado por el Estado uruguayo en la lucha contra el tabaquismo, principalmente durante la primera administración del presidente Tabaré Vázquez (2005-2009). 

El Ministerio de Salud Pública desarrolló en 2018 una subcomisión que está haciendo una revisión exhaustiva de la literatura académica existente. El propósito, aseguran, es elaborar un artículo de divulgación científica que interprete qué está pasando en Uruguay. Cuando se habla del cigarrillo electrónico, el material autóctono es casi inexistente. 

El principal temor de la cartera es que el uso de vaporizadores vuelva a naturalizar el consumo de nicotina entre las poblaciones más jóvenes. Año a año, la cantidad de uruguayos que fuman disminuye y cada vez son menos quienes prueban el cigarrillo, según la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos. Las personas que alguna vez probaron un cigarrillo electrónico en Uruguay son pocas (3,1% de los encuestados) y los fumadores que usan este método son una minoría: 0,2%. 

Sin embargo, la práctica del “vapeo” está creciendo a pasos agigantados en países como Estados Unidos. Allí, este mercado tiene un valor cercano a los US$ 5,5 billones, según la financiera Wells Fargo. Los principales consumidores son adolescentes, pese a que la edad mínima para comprar un cigarrillo electrónico son los 21 años. 

“Los vaporizadores o cigarrillos electrónicos potencialmente atraen a personas que no se sentirían atraídas al cigarrillo convencional, que con las fuertes medidas antitabaco dejó de ser tan aceptado socialmente y cayó en desgracia. Al ser introducidos como soluciones al tabaquismo, pueden atraer a personas —sobre todo los más jóvenes— que nunca se hubieran transformado en fumadores”, explicó la doctora Laura Llambí, experta en tabacología y representante de la Facultad de Medicina en la subcomisión. 

El fumador primerizo no tiene que esforzarse para encontrarle el gusto: “vapear” es inhalar nicotina sin el olor ni el gusto desagradable del cigarrillo convencional. El líquido que se introduce al vaporizador por lo general se vende envasado en frascos de 30 miligramos y está compuesto en un 5% por nicotina. Conforme crece el mercado, más son los gustos que el que usa un vaporizador puede disfrutar. Mango, menta, sandía, pepino, arándano y frutilla son algunas de las preparaciones que se consiguen en Uruguay. 

Si bien la comercialización e importación de los vaporizadores (“cualquier dispositivo electrónico para fumar”) está prohibida desde 2009, hasta “en las ferias vecinales se venden”, reconoció Llambí.

El responsable del Programa Nacional para el Control del Tabaco, Enrique Soto, dijo que también se encuentran en Mercado Libre y redes sociales.  “Eso es un problema, porque la promoción de los productos por estas nuevas formas de comunicación no están reglamentadas”, expresó. 

El MSP dispone de dos equipos de inspectores en todo el país para fiscalizar la venta de cigarrillos electrónicos y el cumplimiento de la Ley de Control del Tabaquismo. Uno de los cuerpos inspectivos está integrado por cuatro funcionarios del MSP y otro por ocho extrabajadores de Philip Morris. Ambos hicieron 6.725 inspecciones en 2018, en las cuales se registraron 301 infracciones. 

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Por qué el MSP no flexibiliza su postura 

El primer cigarrillo electrónico que cumple con los estándares vigentes fue patentado en 2003, por el farmacéutico chino Hon Lik: un dispositivo capaz de vaporizar nicotina líquida. Desde entonces se han desarrollado cuatro generaciones del producto, que inicialmente solo era vendido como un método para disminuir el consumo de cigarro y, eventualmente, dejar de fumar. 

Ya en la década de 1980 las tabacaleras advirtieron el cambio en la percepción pública sobre los riesgos que el cigarrillo tiene para la salud. La gerenta general de Philip Morris para la región, Inés Villar, aseguró a El Observador el año pasado que la empresa está abocada a la producción de alternativas que generen menos daño a los consumidores. “Nuestra misión es dejar de vender cigarrillos lo antes posible”, declaró.

Una de las estrategias que estas compañías han desarrollado es la reconversión de la industria. Philip Morris “ha invertido aproximadamente US$ 6.000 millones en la investigación, desarrollo, fabricación y comercialización de productos libres de humo y ha dedicado a más de 400 científicos e ingenieros para la investigación y el desarrollo”, indica el comunicado dirigido a la prensa, promocionando la campaña “Unsmoke”. 

Iqos, un dispositivo electrónico que calienta el tabaco en vez de quemarlo, es el primer producto de Philip Morris que salió al mercado, pero no puede ser comercializado en Uruguay debido a las normativas antitabaco. 

Diego Battiste

Villar expresó en octubre de 2018 que le gustaría “estar en un escenario más parecido a lo que pasa en otros países en los que hay una conversación con los reguladores para presentarles los nuevos productos, que son alternativas menos dañinas y que en muchos otros mercados se han tomado como alternativa complementaria a todas las políticas antitabaco”.

Sin embargo, Llambí dijo que la comisión que asesora al MSP no tiene diálogo con las tabacaleras y que tampoco le han pedido una audiencia. Este distanciamiento, justificó, se debe a las recomendaciones contenidas por el Convenio Marco para el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que Uruguay ratificó por ley. 

La OMS es categórica: aunque “es muy probable” que los cigarrillos electrónicos sean menos tóxicos que el humo de cigarrillo, “no se puede dar ninguna credibilidad científica” a esta hipótesis. El riesgo de sufrir una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer de pulmón o una enfermedad cardiovascular “es muy probable”. 

Hay cuantiosos estudios que llegaron a la conclusión de que los beneficios que hacer el cambio traen al fumador son varios, pero la OMS entiende que la evidencia “es escasa y de baja certeza, lo que hace que sea difícil hacer inferencias creíbles”. 

Para adoptar esta posición, explicó Soto, el gobierno uruguayo además consideró que “si bien estos productos no derivan estrictamente de la hoja del tabaco, su uso está muy relacionado”. De acuerdo a los estudios a los que se pliega el MSP, el marketing que promueve a los cigarrillos electrónicos como terapias de cesación del consumo, lleva a que no haya percepción del riesgo.

Asimismo, un porcentaje de los fumadores que inician estas terapias, eventualmente las abandonan y continúan con el vicio a través de un consumo híbrido, según Llambí.
 

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