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Jimena Pírez, la "mejor docente del país" que se fue a examen de Biología y "nunca se imaginó" enseñando esa disciplina
Masoller es una pequeña localidad tan al norte de Uruguay que, a pocos kilómetros, da paso a un territorio que los uruguayos se disputan con su vecino Brasil. Es un pueblo tan diminuto que las pocas casas apenas forman una villa, y cuyo nombre resuena en los informativos de televisión una vez al año, cuando los blancos recuerdan la última batalla de su caudillo Aparicio Saravia. Pero desde esta semana es, también, la zona que cuenta con “la mejor docente” del país.
Todo empezó de casualidad. Jimena Pírez —32 años, nueve de ellos como docente y acento más montevideano que riverense— fue con sus alumnos a revisar las plantas de la huerta situada a un costado del liceo, del otro lado de la ruta 30. Notó —o notaron, porque fue una tarea colectiva— unos diminutos hongos que estaban matando a los cultivos. La profesora de Biología aprovechó el problema para hacer, de él, un proyecto educativo en busca de una solución.
La Biología es la ciencia de la vida. Es lo primero que repiten los docentes de esta disciplina. Pero Pírez le dio vida a sus clases de otra manera: en lugar de que el curso se limite a un grado y las cuatro paredes de un aula, integró a estudiantes de diferentes niveles, les propuso investigar esa “plaga”, los incentivó a contactarse con productores y vecinos de la zona, y hasta ensayó con los alumnos alguna soluciones casera, como aquellos remedios “de la abuela”.
“El hongo empezaba afectando el tallo y, al poco tiempo, dejaba el tejido vegetal podrido por completo, por eso decidimos actuar rápido usando hoja de manzanilla, macerado de ortiga y hasta ajos de un vecino que los cultiva”, cuenta esta profesora rodeada de plantas, en su casa de Rivera, la ciudad más grande situada a una hora en auto del liceo rural en el que dicta clases, y con la voz un tanto cascoteada de haber celebrado el premio a “mejor docente” que le entregó la noche anterior la Fundación Reaching U.
Ella, quien no imaginaba que acabaría siendo profesora de Biología porque cuando cursaba quinto y sexto de liceo se llevó a examen esa disciplina, observó en sus alumnos la misma emoción que a ella le despertaba curiosear con las plantas de su madre maestra. Y fue así que llevó a la práctica —casi sin pensarlo— las máximas que ahora guían la transformación curricular: estudiar en base a proyectos, basado en competencias, integrando distintas habilidades y valores…
“Más allá de enseñar la materia en sí, los docentes estamos formando ciudadanos. Pasamos horas con estos chicos que a veces vienen desde muy lejos, de realidades muy distantes, y que nos dan su tiempo para que los ayudemos a prepararse para la vida”.
Píriz lo fue aprendiendo con el tiempo. Madre docente, tía docente, y la docencia como una de las pocas salidas laborales de la zona. No lo pensó demasiado y se inscribió para en el profesorado de Física. Pero, reconoce, le “costaba enseñar la Física”. Entonces aplicó el mismo concepto de superación que con su proyecto en la huerta les recomendó a sus alumnos: buscar una solución. Y como enseñar le gustaba y las plantas también… ¿por qué no especializarse en Biología?
Dio clases de esta disciplina en distintos liceos de Rivera y, reconoce, “desde hace dos años” le “picó el bichito” de la docencia de tal manera que “no lo cambiaría por nada”.
Cuando recibió el premio, en la noche de este miércoles en el auditorio del Vaz Ferreira de la Biblioteca Nacional, dijo: "Quiero que mis estudiantes sean buenos ciudadanos, que impacten de manera positiva en todo su entorno y en el contexto donde viven. A no tener miedo, a transformar el mundo y quiero que no solamente en mis aulas, sino también que las aulas de todos los docentes estén llenas de estudiantes felices".
