Los escolares que acaben sexto grado este año no pasarán a primero de liceo o de UTU. No les cambiará de un momento a otro, como sucede ahora, la forma de evaluación o la secuencia de lo que aprenden. Porque a partir del nuevo plan educativo —que el Codicen aprobó en la noche de este miércoles y que pasará a regir en el próximo año lectivo— continuarán en séptimo grado, después transitarán octavo y más tarde noveno.
Se trata de un nuevo paso en el proceso de reforma educativa que impulsa el Codicen y que ahora deberá bajar a los programas de estudio, que serán luego analizados por las Asambleas Técnico Docentes (ATD).
En concreto, bajo el nuevo plan aprobado este miércoles, la educación básica iniciará a los tres años y seguirá hasta noveno grado. No importa que hasta sexto grado (hoy sexto de escuela) la administración sea de la Dirección General de Primaria y que de séptimo a noveno recaiga en Secundaria o UTU. Porque la lógica detrás del cambio aprobado este miércoles es que “se deje atrás la fragmentación y que se apueste a una educación continua y centrada en el estudiante y su aprendizaje”, según un resumen del documento aprobado al que accedió en exclusiva El Observador.
El plan —cuyo nombre formal es “Plan de Educación Básica Integrada”— tiene tres grandes ciclos. Y cada ciclo contiene, a su vez, dos tramos. De esta forma, el primer ciclo está conformado por un primer tramo que nuclea la educación inicial y un segundo tramo que contiene a primero y segundo de escuela (la etapa en que los niños afianzan la lectoescritura). El segundo ciclo tiene un primer tramo con tercero y cuarto de escuela, más un segundo tramo con quinto y sexto. Por último, el tercer ciclo (el único cuya administración es de UTU y Secundaria) agrupa a séptimo y octavo grado (que son un tramo) y a noveno grado (otro tramo).
¿Para qué sirve esta nueva división? Más allá de la continuidad educativa del estudiante, estas divisiones permiten que los docentes trabajen coordinados por tramos y ciclos, incluso, en base a lo trabajado por el Codicen, la repetición (de ser necesaria) solo será posible al término de un ciclo o un tramo, pero no a mitad de camino. Por ejemplo: un escolar ya no podrá repetir en primero de escuela, justo el año en que hoy existen peores tasas de repetición de toda Primaria (pese a que los académicos desaconsejan la repetición a esa edad).
También podría pensarse que las calificaciones (las notas) no sean en todos los años, sino al fin de cada tramo. Y cuando un estudiante no alcanza los objetivos de promoción a fin de un curso, contará con apoyos y tutoría, en vez de que la repetición sea automática.
Esta división en ciclos y tramos permite que los alumnos trabajen en proyectos y de manera colaborativa por fuera de su grado (por fuera incluso de su grupo de clase). No es que se pase al multigrado, como ocurre en las escuelas rurales, pero sí que podrían pensarse talleres o espacios que rompan con la clásica división por clases graduadas.
En el caso de los jóvenes, a su vez, abre las chances de talleres opcionales y prácticos más cercanos a “la vida real”: educación financiera, sexualidad, proyectos de vida.
Y se agregan nuevas asignaturas más relacionadas con “los desafíos del siglo XXI”: Ciencias Ambientales, Mundo Contemporáneo, Comunicación y Sociedad, y Ciencias de la Computación (incluye programación y robótica).
A raíz de este paso que dio el Codicen ayer con la aprobación del plan, los equipos técnicos empiezan su cuenta regresiva para armar los programas de estudio: qué debe darse en cada ciclo, en cada tramo, en cada grado y asignatura. Esos documentos finales (que son la mayor bajada a tierra de lo que se pretende del docente en el aula) tendrán que ser discutidos por las Asambleas Técnico Docentes en noviembre.
La discusión sobre bachillerato, a partir de lo que hoy es cuarto de liceo o UTU, sería más adelante ya que los cambios educativos en ese nivel no se implementará a partir de 2023.