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Juan Pablo Hermosilla, abogado de las víctimas de Fernando Karadima: "La denuncia de los abusos sexuales en la Iglesia generó una liberalización de los chilenos"

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22 de febrero de 2019 a las 08:39

El dato que se suele dar para entender la dimensión del escándalo por abusos sexuales en la Iglesia chilena es este: nunca antes en la historia de la institución habían renunciado todos los obispos de una archidiócesis al mismo tiempo.

Juan Pablo Hermosilla
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Juan Pablo Hermosilla, abogado de las víctimas de Fernando Karadima, es uno de los juristas más influyentes de Chile.

Pero acá, el año pasado, los 33 obispos del país presentaron su renuncia al papa Francisco y siete de ellos finalmente fueron apartados de sus cargos.

"Y los que vienen", dice uno de los principales responsables de este sacudón a una de las organizaciones más poderosas del mundo: el abogado Juan Pablo Hermosilla.

Profesor de derecho hace 30 años y socio de una de las firmas más influyentes del país, Hermosilla representa a James Hamilton, José Andrés Murillo y Juan Carlos Cruz, las tres víctimas que empezaron esta historia.

Hace 10 años, los cuatro se reunieron y armaron una estrategia legal y mediática para denunciar por abusos sexuales a Fernando Karadima, un sacerdote famoso por sus vínculos con la elite chilena y por presidir la parroquia de El Bosque, ubicada en un pudiente barrio de Santiago.

El caso Karadima incentivó a cientos de víctimas a denunciar a otros clérigos, dando origen a uno de los escándalos más fuertes que haya vivido esta institución milenaria.

Pero, para Hermosilla -que creó la fundación Para la confianza en lucha contra el abuso sexual infantil-, el caso no solo tuvo un efecto sobre la Iglesia, sino sobre la política y la cultura de una sociedad, según él, "tradicionalmente tímida".

En su pulida oficina del acaudalado barrio Vitacura en Santiago, BBC Mundo habló con él en el marco del encuentro sobre abuso sexuales que este jueves inicia bajo el auspicio del papa Francisco y con la participación de todos los obispos de la Iglesia.

El sacerdote chileno Fernando Karadima rodeado por los medios mientras abandona el edificio de la Corte Suprema en Santiago de Chile.
Reuters
El caso Karadima, cuya primera exposición cumple ya 10 años, se convirtió en la punta del iceberg de las denuncias de abusos.

¿Por qué cree que triunfó la estrategia para denunciar a Karadima?

Primero porque teníamos la verdad, pero también creo que hay un ingrediente novedoso acá: las víctimas enfrentaron a sus victimarios de una forma alegre.

Hubo daños graves, claro, pero eso no quiere decir que no puedas reírte de ti mismo, ni reírte del que está al lado.

Ellos (Hamilton, Murillo y Cruz) realizaron una especie de rebeldía para no dejar que los abusadores y encubridores les destruyan su vida.

Las víctimas han llorado en entrevistas, muestran el dolor y el desagarro, pero de repente muestran la sonrisa.

La palabra alegría recuerda a la campaña por el referendo contra la continuidad de Augusto Pinochet, en el 88. ¿Cree que hay un paralelo?

En la tradición cultural chilena, en nuestra identidad histórica, hay un rasgo muy nítido que es la timidez; nos cuesta mirar a los otros a los ojos.

Los chilenos vivimos muy aislados, con una cordillera, por un lado, un desierto en el norte, la Patagonia en el sur y el océano por el otro lado.

Hemos sido una raza mestiza muy homogénea que trata de ser cordial incluso a costa de no decir lo que pensamos de los otros.

Por eso siempre hemos contrastado tanto con nuestros vecinos argentinos, y en particular con los porteños.

Porque manifestarse con alegría y sin ambigüedades es algo que acá no se solía hacer. Pero ahora se está haciendo.

Protestas en Chile
AFP
Las protestas contra la Iglesia dominaron la agenda en Chile durante la última década y generaron inéditos cambios en la estructura de poder de la institución en el país.

¿Las víctimas de Karadima, entonces, iban en contra de esa tradición chilena?

Claro, porque desde el inicio las víctimas rompen con eso y salen a hablar directamente de las cosas, sin usar los eufemismos típicos chilenos, y hablan mirando a las cámaras, a los ojos, a los abusadores, con firmeza, con tranquilidad, de manera directa y describiendo en forma cruda los abusos.

No se dice que "usted hizo cosas indebidas", típico chileno. No. "Usted me hizo esto y lo otro".

Piensa en la visita del papa Francisco, que cuando vino a Chile retó a las víctimas apoyando a los obispos y pidiendo pruebas. Y ellos, en una rueda de prensa que es memorable, le contestaron. Al Papa, quizá ¡la persona más poderosa del mundo! Y la cosa termina en que el Papa pide perdón, se reúne con ellos y saca un comunicado repitiendo la teoría de ellos de que esto es un problema estructural de encubrimiento más allá de los abusos.

Entonces: ese lenguaje tiene la ventaja de ser catártico, porque esa timidez del chileno produce una sensación de frustración y decir las cosas sin ambigüedades acerca del poderoso es una forma de liberalización.

Francisco en Chile
AFP
Aunque la denuncia contra Karadima ya tenía 8 años, la visita del Papa a Chile en 2018 puso a este y otros casos en el primer renglón de la agenda.

¿Y cree que esto se trasladó a otros ámbitos más allá de los abusos? Durante estos 10 años se destaparon históricos casos de corrupción política y policial, por ejemplo.

Es que esto generó una reacción en cadena de "oye, yo también voy a decir esto". Se generó un círculo virtuoso que salió de los abusos, pero pasó a otros ámbitos; el familiar, el político, de las instituciones en general.

Entonces sí, no quiero pasar de presumido, pero yo creo que la denuncia de los abusos sexuales en la Iglesia generó una catarsis, una liberalización, de los chilenos.

Las víctimas tuvieron un impacto muy fuerte no solo en lo que dijeron, sino en cómo lo dijeron.

Hablar de frente pudo haber sido una de las claves. Pero también lo fue el perfil de las primeras víctimas que salieron a denunciar: James Hamilton, José Andrés Murillo y Juan Carlos Cruz.

Ellos generaron una empatía, pero también una credibilidad, apenas la gente vio que no se politizaban, que no aceptaban las invitaciones de partidos políticos. No se dejaron tentar por el poder ni la fama, y eso reforzó el valor de lo que decían, porque no sacaron nunca una ganancia.

Pero además, ellos tres venían de la sociedad acomodada chilena. Porque siendo criados en el corazón de la élite más conservadora y más cercana a la Iglesia, fueron capaces de darse vuelta y producir un cambio desde adentro de la élite chilena.

Ellos nunca ocultan que vienen de la elite, pero no actúan como elite, sino que la denuncian, la atacan desde adentro.

Hermosilla
AFP
Hermosilla creó la fundación para la confianza en lucha contra el abuso sexual infantil.

¿Atacar a Karadima era atacar a la élite?

Claro. La historia de Karadima no solo muestra una experiencia y una estructura de abuso con daños muy severos a los jóvenes cercanos a él, sino que es un reflejo de la sociedad chilena, porque en este caso no se abusa de jóvenes marginales, sino que la elite le va entregando sus niños (a Karadima) a cambio de absoluciones y que él les bendiga todo. Él abusó de sus hijos y las élites miraron para otro lado.

Pero, ¿dice que los padres sabían de los abusos y no hicieron nada?

No es que los hayan visto y los hayan autorizado. Todos se horrorizaron entre comillas. Pero lo que pasó es algo que el que quiera verlo lo puede ver. Karadima tenía un nivel de control de consciencia completo sobre los jóvenes; los va separando de las familias y las familias toleran eso. Tenía una frase famosa: "Yo voy a ser tu padre ahora".

Porque si quieres verlo te das cuenta que este sacerdote siempre escogía jóvenes guapos. No hay gorditos, negritos, Chile es una sociedad mestiza, pero él escoge chicos guapos como ellos tres.

¿Por qué se da todo esto en Chile, un país reconocido por ser supuestamente conservador, timorato?

Yo creo que hay tres elementos importantes.

Primero, una identidad y una personalidad muy sana y muy firme, extraordinaria, de ellos tres.

Segundo, los oponentes, los obispos y cardenales chilenos, que fueron particularmente torpes y toscos y mentirosos.

Pero además, la prensa jugó un rol importante, porque todos se unieron en hacer un escándalo, a pesar de ser, también, tradicionalmente parte de esa élite.

Pero esta vez tomaron la denuncia, la mostraron y no la bajaron nunca (de la agenda noticiosa) por 10 años.

Marcha contra las AFP en Valparaíso
Reuters
Las protestas de mujeres, estudiantiles y contra la corrupción y el sistema de prensiones aumentaron desde 2009 en Chile.

La Iglesia fue una institución muy importante en Chile, sobre todo por su papel en la salida del régimen militar. La fractura que se ve en ella, ¿está en el resto de la sociedad?

Es que mira: Chile es una sociedad oligárquica. Acá la derecha, la izquierda, el partido comunista: todos son manejados por la oligarquía. Y eso se toleraba y el ciudadano común no valió durante muchos años.

Pero acá (con las denuncias de abusos) empieza a producirse un cambio que interactúa con otros elementos, sobre todo con el hastío que empieza a generar la centro izquierda, que estaba en el poder y se empieza a ver cierta traición de parte de ella al ciudadano común.

La gente deja de tolerar la política elitista y se produce una fractura. Tú miras las encuestas y ves que, en 2009, cuando empieza este caso, la Iglesia era la institución más respetada. Y hoy es la menos respetada. Hay una reacción del ciudadano común que empatiza con las víctimas.

Esto, en Chile, en 10 años, es un cambio muy rápido y extraordinario. Y por eso pasa de la fractura en la Iglesia a todas las estructuras de poder político, económico, educativo.

Chile es una sociedad con la riqueza muy concentrada y ahora ves que la gente denuncia abusos empresariales. Igual con la corrupción política. Entonces ves: se repite la dinámica de los abusos sexuales.

Como la Iglesia está tan metida en el ADN del chileno, las denuncias han terminado siendo un embudo que cuestiona toda la administración del poder en Chile.


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