Por Gideon Rachman
La era del estancamiento de la democracia
La radicalización está obstaculizando las coaliciones y el consenso en todo el mundo
La radicalización está obstaculizando las coaliciones y el consenso en todo el mundo
Por Gideon Rachman
España celebrará elecciones, por cuarta vez en menos de cuatro años, el 10 de noviembre. Pero hay pocas posibilidades de que surja algún partido con suficientes escaños para romper el estancamiento político del país. En Israel existe una situación similar, en la que los partidos políticos aún están luchando por formar un gobierno, ya que las elecciones de septiembre no lograron resolver el estancamiento que surgió después de las elecciones de abril. Por lo tanto, parece probable que Israel convocará tres elecciones en un año calendario.
Bienvenidos a la era del estancamiento de la democracia. Los países convocan elecciones, sólo para descubrir que no resuelven nada. Entonces lo intentan nuevamente, pero obtienen el mismo resultado no concluyente.
Este patrón emergente en todo el mundo democrático debería ser una preocupación para los políticos británicos. El primer ministro, Boris Johnson, convocó una elección para el 12 de diciembre, argumentando que es la única forma de acabar con los años de deriva inducidos por el brexit. Pero existe una gran posibilidad de que el resultado sea otro parlamento colgado, en el que ningún partido es capaz de formar un gobierno estable.
Las situaciones en España e Israel son extremas, pero no son únicas. El resultado de la fractura del sistema bipartidista alemán fue que tardaron cinco meses dolorosos en formar una coalición gobernante, después de las últimas elecciones en 2017.
Es cierto que los sistemas en España, Israel y Alemania usan el modelo de representación proporcional, lo cual ayuda a los partidos más pequeños. Pero los sistemas de escrutinio mayoritario uninominal no son inmunes al estancamiento democrático. Las elecciones presidenciales en EEUU están garantizadas a producir un solo ganador. Pero el presidente a menudo es obstaculizado por el Congreso. Esa situación ha conducido a cierres sucesivos del gobierno estadounidense en las últimas décadas.
La situación de cada país tiene sus propias complejidades y complicaciones. Pero también hay dos tendencias generales que pueden estar llevando a las democracias hacia un punto muerto, y ambas están presentes en Gran Bretaña. La primera es la fractura de los sistemas bipartidistas. Y la segunda es la polarización de la política, con el resurgimiento de la extrema derecha y la extrema izquierda, y la creciente importancia de los problemas de identidad, que dificultan el compromiso.
En España, el Partido Popular de centroderecha y los Socialistas de centroizquierda dominaron la política en las décadas posteriores a la restauración de la democracia en 1975. Pero la crisis financiera de 2008 ayudó a destruir el sistema bipartidista, y la lucha por la independencia catalana ha incrementado las grietas. España ahora tiene un partido de extrema izquierda, Podemos; y un partido de extrema derecha, Vox, así como fuertes partidos regionales.
En Alemania, los partidos de centroderecha y centroizquierda obtuvieron sólo 53 por ciento de los votos en las últimas elecciones, en comparación con 65 por ciento de los votos en las elecciones anteriores, lo cual ya constituía una reducción de las normas históricas de la posguerra. En Israel la historia es similar. En las décadas posteriores a la independencia, la política israelí estuvo dominada por dos partidos, el Partido Laborista Israelí y el Partido Likud, que tuvieron pocas dificultades para formar gobiernos. Pero en las elecciones más recientes, los principales partidos de derecha e izquierda, Likud y Azul y Blanco, obtuvieron alrededor de un cuarto de los votos cada uno. Tienen que lidiar con una multitud de partidos pequeños, cada uno con sus propias demandas no negociables.
No sólo importa el número de partidos; también hay que tener en cuenta su naturaleza. La radicalización política ha dificultado el proceso de construcción de coaliciones y la formación de consenso. El surgimiento de partidos antisistema que son considerados una amenaza a la democracia o a la supervivencia de la nación, reduce el número de posibles socios de gobierno para los partidos principales.
En Israel, el tercer partido más grande es la Lista Conjunta de partidos árabes e israelíes, con el que incluso los de centroizquierda no quieren realizar una coalición, por temor a comprometer sus credenciales sionistas. Es una historia similar en España, donde ni los socialistas ni el Partido Popular pueden formar una coalición con los separatistas catalanes.
En Alemania, con su larga tradición de construcción de coaliciones, la situación es menos grave. Pero la formación de un gobierno nacional se ha complicado significativamente por el hecho de que 160 de los 709 escaños en el parlamento están ocupados por la Alternativa para Alemania (AfD) de extrema derecha y el partido de extrema izquierda Die Linke, los cuales son considerados partidos inaceptables.
El peligro para Gran Bretaña es que algunas de las condiciones que conducen a democracias estancadas en otras partes están surgiendo en el Reino Unido.
Es cierto que en las últimas elecciones generales de 2017 se produjo un resurgimiento de la participación en la votación de los dos partidos principales, los conservadores y los laboristas. Pero es probable que esta tendencia se revierta esta vez, ya que tanto los demócratas liberales como con los nacionalistas escoceses están ganando terreno, y el partido brexit también está absorbiendo parte del voto conservador.
La política tampoco está dominada solamente por cuestiones económicas. En cambio, las cuestiones de identidad –como el brexit o la independencia escocesa– también están en aumento en Gran Bretaña, con los efectos observados en otros lugares.
Las encuestas sugieren que los británicos están realmente hartos del estancamiento y la vacilación en Westminster. Si Johnson obtiene la victoria con una clara mayoría, tendrá la oportunidad de aprobar su acuerdo brexit y de gobernar.
Pero si el Reino Unido acaba con un parlamento colgado, Gran Bretaña se parecerá más a las democracias estancadas de España e Israel. En lugar de encaminarse en la nueva dirección prometida por Johnson cuando se convirtió en primer ministro, la política británica tal vez siga girando sobre la rueda de hámster del brexit.