El olor de la espirulina no es muy agradable, su tinte verde rimbombante parece radioactivo, su consistencia en polvo no es de lo más tentadora y su sabor –pese a no ser invasivo– no es una delicia. Existe hace tres millones de años en lagos de Asia, África y América pero por algún motivo, desde hace algún tiempo el consumo de esta alga se puso de moda. Se ve recomendada en cuentas de Instagram que pregonan a favor del bienestar, se incorpora como ingrediente estrella a jugos y licuados verdes y, sus distintas presentaciones –en polvo y cápsulas– se pueden conseguir fácilmente en farmacias, tiendas naturistas y supermercados. “A mí me vino bien para levantar la energía en las mañanas”, “yo la uso para mis jugos detox”, “dicen que es muy buena, yo la estoy probando”. Claro, también el boca a boca está presente en toda esta dinámica que coloca a la espirulina del lado de los “superalimentos”.
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