El conflicto armado entre Argentina y Reino Unido denominado guerra de las Malvinas inició en 1982

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La historia del soldado que peleó por las Malvinas sin munición, usó un cuchillo y fue distinguido

Roberto Baruzzo es uno de los pocos combatientes que obtuvo la máxima distinción que otorga Argentina a un militar. Salió desde Corrientes con su unidad pensando que iban a custodiar el frente con Chile y terminó en Malvinas
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03 de abril de 2022 a las 18:01

Por Guillermo Pereira / El Cronista - RIPE

Él obtuvo en Malvinas la condecoración más alta que otorga el país a un militar, tiene un busto en la ciudad de Corrientes y una calle en el municipio del Riachuelo -donde nació- lleva su nombre. Hasta un chamamé, el género correntino por antonomasia, lo ha sabido homenajear. Él se sabe, no obstante, un ignoto para gran parte de sus coprovincianos y del país.

Pero lejos de aprovechar la entrevista para levantar perfil, Roberto Bacilio Baruzzo dedica varios tramos de las casi tres horas de charla a enfatizar "el ejemplo de vida" que para él son los soldados a quienes condujo desde su unidad. Esos a los que algunos llaman "conscriptos" y otros "chicos de la guerra", para él son "hombres valerosos de quienes todo lo aprendió".

Con ellos salió en la mañana del 4 de abril de 1982 desde la ciudad de Mercedes, en el interior correntino, donde tenía asiento el Regimiento 12 del Ejército, inicialmente a vigilar la frontera con Chile -el vecino del que había que cuidarse por aquel entonces-. Y hacia allí iban, viajaron primero a Paraná en tren, desde allí a Comodoro en avión, y de la "ciudad del viento" hacia su destino final en camión, cuando les informaron que había un cambio de planes: "Hay que ir a Malvinas", fue la escueta orden.

Y luego las islas -"la antesala del infierno", según él mismo las define-, los traslados, la espera interminable y los combates en los que mostró su valía salvando la vida de varios de sus compañeros. Aunque, muy especialmente, la del teniente primero Jorge Echeverría a quien, gravemente herido, mantuvo vivo mientras peleaba cuerpo a cuerpo, sin más que un cuchillo porque ya había agotado la munición, con los efectivos del Batallón 42 de los Royal Marines, hasta su captura. Por esa acción sería condecorado, luego, con la Cruz al Heroico Valor en Combate, la máxima distinción que otorga el país a un militar (la misma que obtuvo el ex funcionario macrista y candidato presidencial, Juan José Gómez Centurión).

Baruzzo no era conscripto, pero tampoco venía de familia de tradición militar. Había entrado al Ejército dos años antes del conflicto, en una "salida desesperada en busca de trabajo".

"En Riachuelo trabajé desde muy chico con mi padre pescando y cazando, pero no había futuro así que fui Corrientes a ver si podía conseguir trabajo", recuerda sobre su infancia. "Vendí diarios pero no alcanzaba, hasta que un coronel de Gendarmería -de apellido Arrúa- me sugirió que probara suerte en la Sargento Cabral (la Escuela de Suboficiales del Ejército), que con mi manejo del terreno y mis habilidades para disparar iba a andar bien. Yo buscaba trabajo con desesperación así que fui."

De allí egresó con el grado de Cabo de Infantería del Escalafón Comando en diciembre de 1980 y se integró al Regimiento 12 de Mercedes, donde se desempeñaba como instructor cuando se enteró del desembarco argentino en Malvinas

-¿Qué pensó cuando se enteró de la toma de las islas?

- La verdad es que el regimiento era todo euforia, pero yo estaba amargado, no por mí sino por mis soldados, a ellos no quería que nada les pasara. Recuerdo que me fui a acostar y al rato apareció un compañero que me decía que no me preocupara, que seguramente iríamos a vigilar el frente con Chile. Pero yo no dejaba de pensar en la posibilidad de entrar en combate y que a alguno le pasara algo.

- ¿Y ellos, sus soldados, cómo estaban?

- Ellos estaban eufóricos. Y trataban de tranquilizarme explicándome que "no íbamos a ir nosotros a las islas habiendo tantos regimientos en el Sur". Esos jóvenes fueron y son un auténtico "ejemplo en mi vida", "ejemplos de soldado". Recuerdo que antes de partir, a los dos días de conocida la noticia, nos formamos en el patio y los miré uno por uno, y nuevamente me amargué porque seguía pensando que si entrábamos en combate muchos de ellos no iban a volver.

De los ingleses en el regimiento no sabíamos ni qué aviones tenían, ni qué armas usaban, ni siquiera el color de su uniforme. Lo que vimos después, por supuesto, fue impresionante. 

- Y en su viaje hacia la frontera con Chile ¿Cuándo se enteraron que iban finalmente a Malvinas?

- Fuimos de Mercedes a Paraná en tren, de allí en avión a Comodoro, y el resto del camino lo debíamos hacer en camión. Ya teníamos más de un día de viaje a bordo del comboy que nos transportaba cuando nos ordenaron regresar. Y allí una vez más, la hombría de mis soldados, que no eran los "soldaditos de la guerra" -como escuché decir varias veces- sino auténticos hombres, para asimilar la noticia. A mí se me cayó la estantería cuando me dieron la orden, porque no quería que les pasara nada. "Y bueno mi cabo, iremos a conocer Malvinas", fue su respuesta.

- ¿Sabían algo de Inglaterra? ¿De su poderío militar? ¿Se comentaba algo?

- Probablemente las altas jerarquías sí, pero en el regimiento no sabíamos ni qué aviones tenían, ni qué armas usaban, ni siquiera el color de su uniforme. Lo que vimos después, por supuesto, fue impresionante. La tecnología con la que operaban era "abrumadora", pero también lo era su alto grado de profesionalismo.

Malvinas: la llegada y las primeras acciones

Baruzzo y sus hombres llegaron a Malvinas el 14 de abril. "Pasamos a las islas a las 3 de la madrugada. La oscuridad era total", cuenta sobre los primeros momentos. Pero luego amaneció y vieron por primera vez la geografía del lugar. "Era la antesala del infierno. No había pasto, no había un árbol, el viento era increíblemente fuerte -tanto que yo perdí mi poncho de lluvia-", recuerda.

No hubo mucho tiempo para asimilar el impacto. De allí pasaron al monte Challenger, el primer destino de su unidad, y luego al Monte Kent, lugar en el que soportaron los primeros bombardeos navales y de la aviación.

- En el Monte Kent comenzó a confirmar los temores que traía de Mercedes.

- Sí, fueron varios los heridos por los bombardeos. A mí una esquirla me entró en la mano izquierda. Me dieron calmantes porque era lo único que había cerca de nuestra posición. Recuerdo que el médico, con bastante humor, me dijo: "Una para después del almuerzo (desde mi lugar lograr una ración de comida era casi imposible) y otra para la noche, si estás vivo".

Luego, a mis soldados los enviaron a Darwin donde -me contaron- tuvieron acciones valerosas. Por eso me duele que a veces se los degrade tanto, porque todos fueron muy valientes. Los que éramos personal de cuadro quedamos en la zona y nos integramos al Regimiento 4 en el Monte Harriet.

- Los ingleses estaban cerca y su poderío era notable. Cómo manejaba el miedo que naturalmente sentiría uno en un momento así.

- Tuve miedo varias veces. Sí, por supuesto. Incluso pensé en retroceder, pero pensaba y me daba cuenta que hacerlo no me garantiza salvar mi vida.

Lejos ya de sus hombres, que había sido enviados a Darwin, él confiaba que cumplieran su deber con decisión, la misma decisión con la que él batallaría -por momentos en soledad- con el enemigo en el monte Harriet.

Baruzzo había logrado hacerse, en los enfrentamientos con los comandos británicos del Servicio Especial Aéreo (SAS por sus siglas en inglés), de un fusil M16 y un visor nocturno, elementos que le permitieron reducir considerablemente la desventaja en la que había combatido en los primeros momentos. Munido de ellos se embarcó en misiones que el mismo responsable del Regimiento 4° al que ahora pertenecía, el teniente coronel Diego Soria, calificó de "suicidas".

Y a ellas fue también, por supuesto, con su cuchillo de comando al que varias veces debió apelar. Era un obsequio de un médico de su unidad que, a su vez, lo había recibido, a modo de presente, al realizar un curso en Egipto. "No lo usé sólo por una cuestión de ahorro de munición. Muchas veces me encontré en medio de una tropa que me superaba en número y no podía darme el lujo de disparar alegremente", explica.

- Salvó la vida de varios compañeros pero una en particular, la del teniente primero Echeverría, le valió la Cruz al Heroico Valor en Combate ¿Cómo fue aquella historia?

- Era el 11 de junio y los ingleses y sus comandos, los SAS, realizaban una acción envolvente sobre el Monte Harriet, y varios efectivos de los regimientos 12° y 4° habían quedado aislados. El teniente primero Jorge Echeverría, que era oficial de inteligencia del 4°, los había agrupado y resistían los ataques. Aún en medio del caos de las balas trazantes, y de la nieve que todo lo cubría, yo pude verlo con mi visor nocturno parapetado detrás de una roca, disparando un fusil FAL. Todos los británicos lo tenían de blanco y la cantidad de balas que habían impactado contra la roca comenzaron a romperla y ésta ya no lo protegía entero. Así es que lo hirieron y cayó al piso. Me acerqué y, mientras examinaba su pierna -tenía 3 impactos- y le hacía un torniquete con el cordón de su chaquetilla, un inglés surgió de la oscuridad y me tiró pero erró el disparo; y antes de que pudiera efectuar el segundo, Echeverría, disparando desde el suelo, lo mató. Lo puse de pie y comenzamos a caminar, ahí apareció otro inglés y nos tiró, aunque esta vez lo maté yo. No obstante, Echavarría había recibido un nuevo impacto que le atravesó el brazo y el hombro. Era todo cuestión de segundos, todos estábamos en un radio de apenas siete u ocho metros, y sólo veíamos las siluetas cuando alguna bengala iluminaba la zona. Yo no usaba el visor nocturno en ese momento porque no podía cargar a mi compañero y tenerlo puesto. Era muy incómodo.

En toda la guerra no conocí un hombre tan íntegro como él, un ejemplo. Me ordenó, estando herido de gravedad, que me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida.

Baruzzo junto al teniente primero Jorge Echeverría a quien, gravemente herido, mantuvo vivo mientras peleaba cuerpo a cuerpo con los ingleses.

Pero Baruzzo no quiso hacerlo, no quiso abandonarlo y lo arrastró hasta unas piedras donde se había resguardado. "Sin embargo, tenía una gran dilema, no podía seguir arrastrándolo y además me había quedado sin munición", prosigue. "Me puse el visor para ver si había alguna ruta de escape, pero no encontraba ninguna. Y cuando volteo para ver si lo podía despertar veo que otro inglés se acerca, entonces le llego por atrás y lo ultimo."

"Esas acciones son las que la jerarquía consideró como el plus -cuenta Baruzzo- a la misión bien realizada, el heroísmo. Por eso me entregan, luego, la condecoración".

Ya era imposible seguir luchando, Echeverría estaba gravemente herido y la munición agotada. Baruzzo quiso igualmente intentar una resistencia pero, de inmediato, fue rodeado por seis comandos que lo despojaron de su cuchillo. Terminó prisionero del Batallón 42 de los Royal Marines.

"Quiero destacar el gesto de su jefe que fue el primero en aparecer, que se acercó, me quitó el cuchillo y me abrazó. Me dijo 'ok argentine'. No me lo esperaba. Su profesionalismo era digno de admiración", recuerda sobre el momento.

Echeverría fue llevado en helicóptero al buque hospital "Norland" y Baruzzo, una vez que se comprobó que no tenía heridas, obligado a recoger los cadáveres de los británicos a los que -paradojas de la guerra- había matado.

Tenía una gran dilema, no podía seguir arrastrándolo y además me había quedado sin munición. Me puse el visor para ver si había alguna ruta de escape, pero no encontraba ninguna. Y cuando volteo para ver si lo podía despertar veo que otro inglés se acerca, entonces le llego por atrás y lo ultimo

El final y el regreso a Argentina

Cuando terminó de juntar los cuerpos de sus enemigos inició una larga caminata hacia Fitz Roy, el punto de reunión de prisioneros fijado por los ingleses. "Fue un martirio, yo hacía tres días no dormía, tenía el estrés de todo lo que había vivido, aún no se cómo llegué", recuerda.

Las imágenes de esa recorrida, en el arranque del crudo invierno malvinense, son difíciles de olvidar: "Las cosas que vi en esa caminata no me las olvido más. Soldados muertos casi congelados en medio de la nieve, algunos con cuatro o cinco impactos de bala."

El llegada a Puerto Madryn fue de madrugada. Al pie del carguero SS Canberra los esperaba una fila de camiones de Gendarmería para llevarlos hasta el aeropuerto de la ciudad. Desde allí volarían a El Palomar y, en su caso particular, el viaje culminaría en la Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral.

"Yo estaba muy triste, primero, porque regresaba al continente con la incertidumbre de no saber de la suerte de mi soldados", recuerda sobre esos días. "Por otra parte, yo tenía la misma ropa con la que había combatido, no había podido cambiarme, y así seguí hasta la Sargento Cabral. El olor era nauseabundo y me recordaba a los que había matado."

Pero fue en la Escuela de Suboficiales, en el Centro de Recuperación del Personal Fuerza (CRPF) que el Ejército abrió en el lugar para "poner a punto" a sus efectivos, donde la tristeza de Baruzzo llegó a su punto máximo. Allí se enteró que sólo tres de sus hombres habían sobrevivido. "Eso triplicó mi dolor, fue un calvario. Eso colmó mi capacidad emocional. Ya no daba más", cuenta.

Acongojado por la noticia, con el estrés postconflicto en su punto más alto, el recién llegado acabó internado en el Hospital Psiquiátrico de Campo de Mayo varios meses para reponerse de los traumas del conflicto. "Fue durísimo, allí todo es dolor y angustia, amén del encierro. El trato mismo es muy frío", rememora.

Tiempo después, le tocó regresar a su regimiento en Mercedes en el mismo tren en el que había partido con sus soldados. "Volver sólo en el mismo vagón, ése en el que fui con mis hombres tocando la guitarra y el acordeón, fue una gran amargura", dice al respecto.

Al final pudo reencontrarse con su familia, pero nadie quería hablar del tema. Incluso varios le dieron la espalda. "En ese momento tan duro conocí a mi mujer y ella -es justo decirlo- fue mi enfermera, la que me curó. Si hay que hacer un monumento es a ella", reconoce el veterano.

Su relación con los excombatientes

La relación entre los que fueron a la guerra siendo conscriptos y el personal de carrera, se sabe, no es la mejor. Pero a diferencia de las referencias usuales de unos a otros, en las que predomina el desdén, en el caso de Baruzzo lo que se ve es enojo, bronca, por la falta de unidad entre ambas partes que -lo repite constantemente durante la charla- formaron parte de una misma causa.

"Me duele mucho la desidia que hay de parte de quienes conducen los centros que agrupan a excombatientes para con los militares de carrera como yo. No todos éramos iguales, como tampoco lo fueron los conscriptos", cuenta al respecto.

Es tan marcado el antagonismo entre ambas partes que ni cuando lo declararon "Ciudadano ilustre" en su Riachuelo natal, ni luego en la inauguración de su busto en la Costanera, estuvo presente ninguna autoridad de los centros de veteranos de guerra.

"Es una pena que la sociedad que sufrió con Malvinas y después del conflicto, vuelva a sufrir por los desencuentros de los excombatiente", se lamenta.

Y cierra: "Nunca pretendí trato de héroe, nunca me sentí como tal, sólo soy un hombre que cumplió con su misión teniendo en mente la memoria de su padre."

Me duele mucho la desidia que hay de parte de quienes conducen los centros que agrupan a ex combatientes para con los militares de carrera como yo. No todos éramos iguales, como tampoco lo fueron los conscriptos.

El homenaje chamacero

En 1999, como parte de su álbum "El silencio del estero", Mario Boffil homenajeó en su canción "Los Ramones" a seis correntinos que participaron heroicamente del conflicto de Malvinas. La estrofa que dedicó a Roberto Baruzzo:

Cabo Roberto Baruso...

de aquí te estoy saludando,

Comentan tus compañeros

que el enemigo diezmado anda buscando

el cuchillo de un fantasma azul y blanco...

¡Angá, aún no aprendieron,qué es un correntino 'armado'...! 

El Cronista

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