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La lección en la peluquería (2)

Lo sucedido en la peluquería Amor Mío sigue dejando enseñanzas, esta vez sobre los programas de rehabilitación en las cárceles. La dueña comenzó a tener contactos políticos para mejorar la situación
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10 de marzo de 2019 a las 05:00

La toma de rehenes en la peluquería Amor Mío el pasado 10 de enero, que tuvo a la población (y obvia y primariamente a los rehenes) en vilo durante varias horas, sigue dando que hablar. Y es importante hablar de ello porque hablamos de un problema central para la seguridad ciudadana como es el estado de las cárceles, la (eventual) rehabilitación de los reclusos y lo que ocurre en ese mundo que a mucha gente le importa un bledo aunque es sumamente determinante para la evolución del delito y de la delincuencia.

El joven autor del hecho terminó en prisión preventiva hasta el 10 de abril, imputado por los delitos de violencia doméstica agravada, porte de armas, atentado especialmente agravado y privación de libertad. El domingo se cumplen dos meses del encarcelamiento del joven y queda un mes para que se cumplan los 90 días de prisión preventiva. 

La dueña de la peluquería, Mónica Fernández, al terminar el episodio afirmó que iría a visitar al joven a la prisión para ayudarlo en su rehabilitación. Era un joven al que conocía por ser el novio de una de las empleadas del local y estaba enterada de los problemas de la pareja, que finalmente llevaron al copamiento armado. Todavía no pudo ir a visitarlo porque autoridades del Ministerio del Interior le dijeron que no era conveniente hacerlo pues ella sería, como víctima, una de las partes del litigio.

Consejo acertado sin duda pero que no desanimó a Fernández, que está convencida que hay que hacer en las cárceles a modo de rehabilitación y no de hacinamiento de gente que se coloca por un rato tras las rejas y pensamos que el problema está solucionando cuando en realidad se está generando uno mayor en la famosa “universidad del delito” que son nuestras cárceles. 

“Estoy buscando muchas formas de agrandar los programas de rehabilitación de las cárceles y de mejorar las ayudas terapéuticas. Es difícil, pero estoy tirando todas las redes que puede para que más gente se preocupe por lo que pasa en las cárceles”, dijo Fernández a El Observador. “El caso de él es particular, puedo ocuparme de él, pero el problema es todo lo que pasa luego de que las personas van a la cárcel, y que todos deberíamos preocuparnos como sociedad: ¿qué pasa después? ¿Cómo salen? Si queremos cambiar las cosas, tenemos que involucrarnos”, añadió.

Y tiene razón Fernández. Hoy son muy pocos los que se preocupan por quienes están en las cárceles. Más bien predominan los que piden mano dura para llenar las cárceles sin darse cuenta que ahí no está la solución del problema de la delincuencia y la inseguridad. Hace falta, sí, aplicar todo el rigor de la ley, hace falta aplicar el Código del Proceso Penal sin la benevolencia que allí se permite (el fiscal Luis Pacheco señaló en un reciente trabajo académico que es Código poco transparente y falto de garantías para las victimas y que lleva a que el 95% de los casos vayan por el juicio abreviado), quizá  haga falta cambiar algunas cosas del Código y aceitar más el funcionamiento del cuerpo de fiscales y su relación con los jueces.

Pero el trabajo más importante no es solamente poner a los delincuentes tras las rejas luego de un juicio justo, sino de que las cárceles no empeoren la situación y el que entró por un hurto no aprenda a cometer rapiñas, y el que entró por rapiña no acabe cometiendo asesinatos, y no se introduzcan hasta los tuétanos en el mundo de las drogas donde luego quedan atrapados sin salida.

Tendemos a mirar a quienes están en las cárceles con un “se lo tienen merecido”, “nada de gastar dinero en buenas condiciones de reclusión”, “que se pudran ahí dentro”, “por algo están ahí”. Nos cuesta reconocerles derechos y afortunadamente hemos tenido dos grandes Comisionados de Cárceles como Alvaro Garcé y Juan Miguel Petit, que han peleado por los derechos de los detenidos, por buscar la rehabilitación de los mismos y mejor sus condiciones de detención

Ellos mejor que nadie quizá saben cuan importante es la mejora carcelaria para que los que salgan tengan oportunidades de reinsertarse en la vida laboral. Y la propia Mónica Fernández, desde su perspectiva, desde los mensajes de odio que recibió en las redes sociales por su actitud comprensiva con el joven copador y por su intención de ayudar a rehabilitarlo, ha comprendido la magnitud del problema.

Por ello empezó a realizar contactos políticos, por ahora con escaso resultado, por paga más en la opinión pública en año electoral reclamar mano dura que trabajar a largo plazo en la rehabilitación. 

Pero hacia ahí hay que ir. De otro modo, será muy difícil recuperar la seguridad perdida hace años.

 

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