Estilo de vida > COLUMNA / VALENTÍN TRUJILLO

La mayor odisea

La gesta de Fernando de Magallanes quedó plasmada en la soberbia biografía de Stefan Zweig, maestro absoluto del género
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12 de agosto de 2017 a las 05:00
Escribir una biografía digna del recuerdo requiere de varios rasgos técnicos, ya que implica una enorme capacidad de organización, investigación, ponderación de datos y gran memoria. Las investigaciones de campo pueden durar años y el repaso de las fuentes puede llegar a parecer infinito. Pero, al mismo tiempo, necesita el rasgo más complejo: captar la esencia del personaje retratado, la ecuación de la vida, la obra y el posible significado de esa operación, que nunca es matemática y, quizás, se a acerque más a un extraño conjuro de muertos.

Al abordar la figura del escritor austríaco Stefan Zweig, visitante frecuente de estas conjuradas columnas, es posible que estemos frente el mayor biógrafo de la literatura contemporánea. Dueño de una envidiable mezcla que incluye una hercúlea capacidad de trabajo, una fineza absoluta en la prosa, una sensibilidad certera de elegir a los biografiados y sentir, como en un yacimiento, el centro de una vida, a lo largo de la carrera literaria de Zweig aparecen, en constelación, Erasmo de Rotterdam, Honoré de Balzac, Charles, Dickens, Fyodor Dostoievski, las decapitadas reinas María Antonieta y María Estuardo, Friedrich Nietzsche, Romain Rolland, Sigmund Freud, Joseph Fouché, Casanova, Stendhal y Tolstoy. Basta repasar la lista para quedar sin aire, ya que la veta biográfica fue apenas una de las varias que cultivó Zweig, también novelista, cuentista, ensayista y dramaturgo.

Zweig estaba obsesionado con los hombres y las mujeres que llevaron adelante un destino hasta las últimas consecuencias, y a pesar de los abismos a los que cayeron, marcaron la humanidad y el mundo en la forma en que los conocemos.

El impulso inicial de un libro puede tener los orígenes más diversos, pero en este caso partió de la vergüenza. Mientras Zweig viajaba en un trasatlántico que lo llevaría a Río de Janeiro y Buenos Aires para dar una serie de conferencias, sintió el hastío de las mismas caras, las mismas rutinas y la ansiedad de llegar a puerto. Pero bastó un instante de reflexión sobre la lujosa comodidad que disfrutaba encima del palacio flotante, para pensar en las múltiples penalidades que sufrieron los navegantes primitivos que se animaron a lanzarse a aventuras que pagaron con su pellejo. ¿Cómo podía quejarse cuando los hombres que ayudaron a formar el mundo moderno se adentraron en los mares desconocidos sin más confort que una pobre barquichuela endeble?

Entre 1936 y 1938, el escritor abordó (metafórica y literalmente) la vida y la gesta de uno de estos personajes singulares: el explorador portugués, Fernando de Magallanes, que se imaginó la más grandiosa odisea, la que redujo a un charco el viaje de Ulises por el Mediterráneo: realizar el primer viaje alrededor del mundo.

Zweig parte del contexto histórico en el que el reino más pequeño y occidental de Europa era la punta de lanza (o la primera quilla) en las exploraciones marinas. Hábiles navegantes y comerciantes, silenciosamente para la historia los portugueses avanzaron sobre las costas de África y la península arábiga hasta llegar a la India. De ese fermento surgieron varios de los principales pilotos, algunos de cercanía para la historia del Río de la Plata, como Juan Díaz de Solís.

Contra todos los obstáculos y las trabas físicas y mentales de su tiempo, Magallanes logró hacerse a la mar en 1519, al frente de una pequeña expedición de cinco barcos y poco más de cien tripulantes. La genial pluma de Zweig le descubre al lector las fases de la vida en alta mar, las dudas y las calamidades que enfrentaron, el descubrimiento del famoso pasaje interoceánico y las alternativas del final desgraciado de Magallanes en las islas Filipinas, a mitad de camino de la idea que lo empujaba.

El capítulo final es una síntesis trágica del valor de la gesta de Magallanes, en su tiempo y en los siglos que vinieron. Zweig enumera cómo cada uno de los deseos del navegante, explícitos en su testamento, no pudieron cumplirse. Toda la empresa significó una enorme derrota personal y familiar, y el avance del progreso tecnológico con la construcción del canal de Panamá redujo a un lejano e inhóspito canal endemoniado aquel gran descubrimiento.

Pero en un acto de generosidad, Zweig salva a su hombre y lo coloca donde corresponde. "Nunca la utilidad práctica determina el valor moral de una conquista. Solo enriquece a la Humanidad quien acrecienta el saber en lo que rodea y eleva su capacidad creadora. La hazaña de Magallanes supera a todas las de su tiempo y significa para nosotros una gloria singular en medio de sus glorias: la de no haber inmolado, como ocurre la mayor parte de las veces, la vida de miles y centenares de miles por su idea, sino solamente la vida propia". Magallanes cumplió el sueño de las cien generaciones que lo precedieron y murió en su ley. Zweig lo recordó y nos lo recuerda todavía con la belleza de su criterio.

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