La Teja Pride
Sebastián Auyanet

Sebastián Auyanet

Shuffle

La Teja Pride, la banda que se complica

En lo suyo -la música, antes que ningún género- La Teja Pride es una banda que desafía todo el tiempo. Y por eso traerlos a tocar al diario era una apuesta segura.
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05 de diciembre de 2013 a las 00:00

En el terreno de los preconceptos y los clichés, una banda de músicos contemporáneos calificables como "desafiantes" podría valerse del adjetivo por las razones más trilladas y erróneas. Todavía pasa hoy que un músico puede ser llamado así por una errática búsqueda de remover la previsibilidad de la experiencia musical con a ruidos mal utilizados, letras crípticas sin ningún tipo de emoción o sentimiento relevante de fondo, o incluso una pretendida coherencia que redunda en una producción chata y repetitiva ("sí, pero se mantienen como el primer día", se suele decir a veces sobre una banda o artista como si eso tuviera un valor en sí mismo) y un largo etcétera.

Pero, ¿qué pasa cuando lo desafiante es hacer las cosas con un nivel aceptable de calidad, suficiencia e inquietud?

Voy a contarlo desde una perspectiva bien personal: a mí, los discos y presentaciones de La Teja Pride me obligan a escribir. Desde que estoy en esto, cada vez que me encuentro con música de ellos algo se me dispara en la cabeza. Tengo que escribir sobre lo que tocan, lo que dicen o cómo reflexionan en cuanto a su música, en qué mundos e historias la introducen. Es una sensación algo atípica, desmarcada de la rutina típica de un periodista que mira a la música contemporánea como una de sus áreas principales de cobertura.

Por esos conciertos en vivo y por sus cinco discos han pasado diferentes temáticas, mensajes, formas de hacer canciones, ganchos, guiños en pequeños pedazos de beat y un largo etcétera. De la mano de Daniel Anselmi como timonel en la producción artística, la banda que tiene como núcleo central a los hermanos Mattioli ha ido mutando de los estados más climáticos y por momentos abyectos de sus primeros discos a una corporalidad en vivo más cercana del baile y el movimiento que, con el diario del lunes, se veía como un camino posible y probable.

A todo eso siguen llegando en el último trabajo del grupo, Las palabras y la tormenta, que se ve como una evolución natural de anteriores proyectos como Efecto dominó (2007) y Nómades (2009), trabajos en los que va cobrando relevancia ascendente la voz de Barragán, elemento esencial para que la banda tenga ahora este tipo de personalidad.

Pero voy mucho más allá de lo musical. La Teja Pride -en principio una banda de hip hop- es ante todo un colectivo de artistas especializado en entender los formatos. Todos los formatos. Sea un género de música o una tendencia musical, sea el arte de un disco, una grabación acústica de un video en la calle, un concierto en el que se apunta a la reacción de la gente o una sesión especial en medio de la redacción de un diario, La Teja Pride se esfuerza por interpretar e incorporar casi que cualquier tipo de propuesta posible. En este caso, cada momento de la sesión parece tener un por qué: el instrumental Sputnik para arrancar, presentarse y calibrar sonidos, la infalibilidad de Un minuto y las referencias no casuales a la rutina de un diario, a la objetividad y a "días que son como plagios". El toque de Lys Gainza en Días azules o el talkbox lleno de funk del guitarrista Esteban Stopelli en una versión de A solas que recuerda inevitablemente a Daft Punk. De hecho, A solas fue una inclusión especial ya que es un tema inédito en vivo. Todo eso, de alguna manera, también es entender el formato a la perfección. Nada de esto es nuevo para una banda que siempre busca tocar en sitios diferentes y aprovechar espacios en principio complicados de utilizar para la música.


Me encontré con varios comentarios sobre las sesiones a propósito de la mucha o poca reacción de la gente que está dentro de la redacción sin darse cuenta de que el objeto sigue siendo la banda. La "gracia" de los ciclos es mostrar a un artista tocando en una zona que no es precisamente de confort; no hay mucho más misterio que ese. Y La Teja Pride no tiene problemas con el entorno porque está acostumbrada a poner a prueba lo suyo en cualquier parte. Y eso, a la larga, permite que lo que hacen efectivamente funcione en cualquier ámbito. En pleno registro de la sesión, el evidente entendimiento de La Teja Pride del ciclo potenció al equipo de grabación de audio y al de realización audiovisual de la sesión. Para mí, ellos siempre fueron una banda desafiante en ese sentido de las cosas, y es de esperar que lo sigan siendo, de ahí que tengan el lugar que tienen ya no dentro de una escena montevideana en particular, sino en la música uruguaya en general. Sólo por eso su propuesta merece seguir siendo presentada en un espacio de difusión atípico como este.

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