Nacional > La carrera hacia la Torre Ejecutiva

Lacalle Pou, el porrazo que lo fortaleció y los cinco años que lo transformaron en presidente

El presidente electo logró el triunfo apostando a la formación de equipos y siguiendo una estrategia que nunca modificó
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25 de noviembre de 2019 a las 05:01

Durante algunas horas, referentes técnicos de Luis Lacalle Pou fueron sometidos a un ejercicio utilizado por empresas y organizaciones para fortalecer relaciones grupales. El entrenamiento, conocido como “team building”, estaba pensado para los técnicos que durante algunos meses habían recorrido el país para armar el programa de gobierno del sector Todos. Sin embargo, tuvo un participante más. Lacalle Pou bajó las escaleras de la sede del sector y se sumó a la actividad. Todos, incluido el por entonces precandidato a presidente, debieron destacar fortalezas de los demás, subrayar sus debilidades y fueron puestos en situaciones límite. En sus cabezas, proyectaban que esas situaciones podían pasar de la teoría a la práctica si eran gobierno.

La obsesión de Lacalle Pou por formar equipos viene de mucho antes de aquella actividad, que fue realizada a finales de 2018. Quienes trabajan con él codo a codo creen que parte de su éxito en 2019 se debe a que supo “cómo rodearse”. Durante toda la campaña apostó a mostrar quiénes lo acompañaban en la carrera cuya medalla es la banda presidencial que comenzará a portar el 1° de marzo y utilizó la palabra “unidad” infinidad de veces.  “Los que apostaron un asado en la interna a que no nos íbamos a poner de acuerdo, que no lo hagan ahora”, solía decir en sus discursos, primero refiriéndose a la interna blanca –y el haber logrado nombrar a Beatriz Argimón como candidata a vice en la misma noche de las elecciones internas- y luego sobre el acuerdo alcanzado con los socios, que ahora gobernarán junto a él como una coalición y con un acuerdo escrito que firmaron nueve días después del 27 de octubre.

“Arranco. ¿Me acompañás?”, le dijo dos años antes de las elecciones de 2014 a su esposa, Lorena Ponce de León. Su esposa lo acompañó y Lacalle Pou se lanzó como precandidato oficialmente a principios de 2013, luego de conversaciones incómodas y anuncios de apoyos de quienes también pretendían pelear por la Presidencia de la República.

Fueron meses  de pocas horas de sueño, de reflexionar y de intentar proyectarse como candidato y líder de un sector político. “Pensé una y otra vez si era capaz de generar empatía con la gente, si realmente tenía la mente abierta para aprender todos los días, para conocer, para tocar, para ver. Necesitaba darme cuenta si tenía el corazón lo suficientemente abierto y sensible para querer, sin la caparazón que a veces se hace con los años de política; porque quien no quiere las cosas, después no le importa transformarlas”, relató en el libro “Luis Lacalle Pou: un rebelde camino a la Presidencia”, del periodista Esteban Leonís.

Algunos de sus allegados más cercanos consideraban que la de 2014 no era la elección para él, y que sí lo iba a ser la de 2019. Creían que estaba cantado que iba a perder y que no iba a lograr pasar la primera valla, la de las internas. Sin embargo, venció a Jorge Larrañaga en junio de 2014 y peleó el balotaje con Tabaré Vázquez, en el que sí perdió por 13 puntos.

Mirándolo en perspectiva, en su entorno creen que se trató de una muy buena elección pero que lo más valioso para él vino después: para quienes lo conocen desde mucho antes de que pensara siquiera en la posibilidad de dedicarse a la política, el porrazo de hace cinco años lo hizo madurar y le permitió demostrar que sabe aprender de sus errores.

Lacalle Pou fue votado presidente de la Cámara de Diputados en 2011

“Evolucionar por la positiva”

Una cámara lo filmó por más de una hora. Lacalle Pou tuvo que responder cómo imaginaba el futuro y cómo proyectaba el camino que iba a comenzar a transitar. Roberto Lafluf, encargado de publicidad y comunicación, lo miró y gritó “Eureka”. En el video, Lacalle repitió varias veces el término “por la positiva” y Lafluf había encontrado el eslogan de la campaña de 2014. Para el candidato y su equipo se trataba de algo más que una frase que iba a acompañar las publicidades cuando se levantara la veda: “por la positiva” fue concebido como “una nueva forma de hacer política”.

Cinco años después, en un teatro de Trinidad donde presentó sus lineamientos de campaña, Lacalle Pou sustituyó “la positiva” por otro concepto. Desde fines del año pasado, lo acompaña el término “un gobierno para evolucionar”. Si bien la campaña tuvo variaciones entre “lo que nos une”, “es ahora” y “ahora sí”, “un gobierno para evolucionar” fue la columna vertebral.

El concepto apuntó a una campaña en la que querían demostrar que se puede gobernar entre muchos y que se focalizó en mostrar coincidencias y no diferencias, incluso en momentos en los que el colorado Ernesto Talvi se acercaba en intención de voto.

 “Si yo llegué partiendo dividiendo, separando, ¿alguien cree que vamos a poder gobernar para todos? Y la consecuencia natural es que podemos convocar no a dos, a tres, cuatro partidos. Y después de convocar a cuatro partidos podemos convocar ideas de cuatro partidos. Tiene que haber una evolución en los postulados de las coaliciones. Estamos dispuestos a hacer el camino.  No hay un camino marcado y lo vamos a hacer nosotros”, dijo en uno de los primeros videos de la campaña, publicado en diciembre del año pasado. En ese momento también hizo un cambio grande en la imagen de cómo se presenta: Lacalle Pou dejó atrás su apellido y pasó a ser “Luis”

El término “evolucionar” fue resistido por una parte importante del equipo político de Lacalle. Creían que era un concepto un poco “blando” y que había que usar uno con más fuerza, como “cambiar”. Pero al equipo de publicidad y comunicación le parecía que la “evolución” tenía una connotación más positiva que el cambio. Para saldar el diferendo, organizaron un focus group con un semiólogo que analizó cada respuesta de quienes participaron. ¿El resultado? Para 80% de los entrevistados “evolucionar” solo se vinculaba a algo bueno, positivo. “Cambiar”, en tanto, era asociado también con algo malo, negativo. El eslogan de la campaña 2019 había sido encontrado.

Factores internos y externos

Mientras terminaban de delinear la campaña, planificar las primeras salidas al interior a las 100 localidades más pequeñas del país y trataban de evitar críticas al resto de los candidatos del arco opositor, un avión pedía pista en Montevideo. El empresario Juan Sartori llegó a Montevideo a fines del año pasado, se lanzó como precandidato e hizo temblar los cimientos del nacionalismo.

Lacalle Pou nunca se refirió a él directamente, pero en sus declaraciones post elecciones internas dejó en claro que las noticias falsas que comenzaron a circular sobre él y otros dirigentes del partido, como Jorge Larrañaga, venían del sartorismo. Una vez culminada la elección interna Sartori y Lacalle Pou se reunieron en la casa de Beatriz Argimón –que siempre ofició de mediadora entre el empresario y los demás dirigentes- e hicieron borrón y cuenta nueva. El líder de Todo por el pueblo acompañó a la fórmula en varios departamentos, empezó a cultivar una mejor relación con sus compañeros blancos y mantuvo un perfil más bajo del esperado. Un obstáculo menos para Lacalle Pou en su carrera como presidenciable.

Lacalle Pou y su familia en junio de 2014, cuando ganó la elección interna

Con su familia y el dirigente Carlos Julio Pereyra el 27 de octubre

El camino parecía estar allanado. Todos los precandidatos se mostraron unidos luego del 30 de junio y Lacalle Pou abrazaba a su compañera de fórmula con orgullo. El candidato y Argimón recorrieron cuatro veces el país, dieron más de un centenar de discursos, se sacaron miles y miles de selfis –en menos de una hora de previa de un acto en Cerro Largo, el esposo de Argimón, Jorge Fernández Reyes, contabilizó 64–, recibieron regalos de militantes y siguieron al pie de la letra la hoja de ruta marcada. Pero no todo es controlable en campaña y la divulgación de dos audios del intendente de Colonia, Carlos Moreira, a una semana de la elección nacional dejaron a los dirigentes blancos, incluido Lacalle, con caras largas  de preocupación.

En su entorno no sabían cómo podía llegar a repercutir la viralización de dos conversaciones de Moreira con una mujer a la que presuntamente le ofrecía renovar una pasantía a cambio de sexo. Los blancos lo expulsaron del partido, pese a ser un dirigente muy querido. No había más para hacer. Solo faltaba esperar al 27 y ver cuánto influía. El diario del lunes 28 confirmó que el caso Moreira no repercutió, al menos a gran escala, en los resultados. De hecho, en Colonia su lista fue la más votada. Otro obstáculo salteado.

La noche del 27, Lacalle Pou esperaba que todos los candidatos de la posible coalición dieran el apoyo públicamente en sus discursos. Festejó como un gol cuando Guido Manini Ríos, Edgardo Novick, Ernesto Talvi y Pablo Mieres –el último un poco más cauto– lo nombraron y pidieron a sus militantes votarlo en la segunda vuelta. Un mojón menos.

El último mojón fue el acuerdo programático, firmado por todos los que compitieron en las nacionales y ahora son socios de una coalición. Lacalle Pou tuvo el documento en su mano en todas sus giras. Lo agarraba con orgullo y con la convicción, sin mostrarse triunfalista, de que era parte del boleto hacia la Torre Ejecutiva.

Pasaron cinco años desde que Lacalle Pou perdió con Tabaré Vázquez. Pasaron cinco años desde que su esposa le dijo que agarrara el bolso y saliera nuevamente a recorrer el país. Cinco años desde que sus equipos técnicos volvieron a ponerse en acción para elaborar un nuevo programa de gobierno. Cinco años desde que se visualizó con la banda presidencial puesta desde el 1° de marzo de 2020. Ahora su desafío, aseguró cada vez que pudo, es que pasen cinco años y se saque “la banda gastada”. “Espero poder mirarlos a los ojos y decir ‘supimos cumplir’”, remarcó en los cierres de sus últimos discursos.

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