SAUL LOEB / AFP

Lacalle y Trump, Biden y Julissa: ¿quién le conviene a Uruguay que gane?

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30 de octubre de 2020 a las 13:02

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El gobierno de Luis Lacalle Pou tiene un rumbo de la política exterior bastante pragmático. Públicamente ha dejado claro que en la lucha de poderes del nuevo mapa global entre las dos principales potencias evitará, de ser posible, elegir a uno. No es con Estados Unidos o con China, es con ambos, ha dicho el mandatario. Ese discurso lo ha repetido en foros académicos, con empresarios y también así se ha movido políticamente. En un año complejo y con pocos meses en el cargo, Lacalle ya logró hablar con los presidentes de ambos países.

China es el principal socio comercial y el gobierno pretende cuidarlo para que incluso siga creciendo como cliente. Captar inversiones chinas es más difícil, pero también es parte de los objetivos.

Pero Estados Unidos es, para la filosofía del actual gobierno, el principal socio político. Uno de los tantos conflictos que tuvieron el presidente y el excanciller, Ernesto Talvi, en los pocos meses que el exlíder colorado estuvo en el cargo fue por ese rumbo. Lacalle defiende una relación estrecha con EEUU y Talvi pretendía unas relaciones exteriores mucho más europeístas.

Con el nuevo canciller, Francisco Bustillo, Lacalle está alineado 100% en el rumbo político. Allí no debería haber matices entre la política exterior institucional y la diplomacia presidencial, como sí pasó en la época de Talvi.  En ese período hubo varios cortocircuitos al respecto y un ejemplo fue lo sucedido con Venezuela.

Los problemas con el nuevo ministro de Relaciones Exteriores han estado en otro lugar: por la falta de coordinación y trabajo interno en la cancillería para que esas políticas acordadas con el presidente derramen hacia la estructura diplomática que viene de 15 años con directivas en algunos aspectos con sentido opuesto. Hubo dos ejemplos de ello que hicieron saltar las alarmas en Torre Ejecutiva en los últimos meses: la votación sobre derechos humanos de la mujer palestina en los territorios ocupados por Israel y la aproximación a un voto sobre Venezuela en Naciones Unidas que el presidente debió atajar. En los dos casos lo que faltó fue el trabajo fino del canciller para aterrizar esas decisiones políticas a directivas concretas para los diplomáticos que están en el terreno.

Subrayado

A Bustillo, un diplomático con un estilo de trabajo más emparentado con la diplomacia informal y de relacionamiento personal, le puede costar más el trabajo institucional. Pero de lo que no hay dudas es que el presidente y el ministro están alineados, y la política hacia EEUU es un claro ejemplo.

Tanto es así que en ámbitos diplomáticos y políticos generó mucho ruido que, a menos de un mes de las elecciones presidenciales en EEUU en las que el oficialismo tiene muchísimas chances de perder, Bustillo se fue a reunir con el secretario de Estado, Mike Pompeo.

Sin información y contexto, esa reunión parecería, a todas luces, un desatino. El escenario más probable es que Donald Trump pierda la elección del martes y el canciller uruguayo apareció abrazado días antes a ellos. No es habitual en la diplomacia y tampoco parece inteligente políticamente.

Pero esa reunión tuvo un porqué: la pidió Pompeo, no Bustillo. El gobierno uruguayo obviamente debía decir que sí cuando lo convoca el jefe de la diplomacia de la principal potencia.

Ese dato es tan solo uno de los varios que demuestran por qué a Uruguay le convendría que el próximo martes, en Estados Unidos, suceda la menos probable de todas las opciones: que gane Trump.

AFP

Los vínculos entre la nueva administración uruguaya y el gobierno republicano son muy estrechos. Por más que, políticamente, Lacalle tenga un perfil opuesto a Trump en un montón de aspectos, el presidente uruguayo logró establecer un vínculo personal fuerte con el mandatario de EEUU.

Lacalle tiene línea directa con Trump y puede usarla cuando la necesite. El propio presidente blanqueó, hace algunas semanas, que ya tuvo más de una llamada con el hombre que se sienta en el Salón Oval.

Por eso de más vale malo conocido que bueno por conocer, una victoria de Trump mantendría esa relación estrecha entre ambos países. También es cierto que históricamente –exceptuando el tramo final del gobierno de José Mujica con el de Barack Obama– Uruguay ha tenido mucho mejor vínculo con gobiernos republicanos que con administraciones demócratas en EEUU. Solo ver los ejemplos de Tabaré Vázquez con George W. Bush o de Luis Alberto Lacalle con George H. Bush.

Si la elección del martes confirma el resultado más probable y gana Joe Biden, el gobierno de Lacalle Pou deberá empezar a construir de nuevo vínculos con la Casa Blanca. Y allí entra a jugar una vieja conocida de Uruguay: Julissa Reynoso.

La relación de Biden con Uruguay en épocas del gobierno de Mujica fue excelente. El vicepresidente de Obama tenía un diálogo muy fluido con el exguerrillero y acercó muchas posiciones entre ambos países.

Reynoso llegó a Montevideo enviada por Hilary Clinton, entonces secretaria de Estado de EEUU. La exembajadora era muy allegada a Clinton y luego cumplió con roles importantes en la campaña presidencial que la exprimera dama estadounidense perdió con Trump.

Hoy, Reynoso ocupa nuevamente un rol fundamental en la campaña demócrata: es de las principales asesoras de Biden en política exterior para América Latina.

Eso, en caso de ganar el candidato demócrata, ¿es un activo o un pasivo para Uruguay? Sin dudas que puede ser muy bueno, porque Reynoso estrechó lazos fuertes con el país, al punto que tuvo una hija con un uruguayo.

El gobierno actual, en cambio, tiene mucho para construir ahí. La relación de Reynoso fue muy buena con Mujica, y no  tanto con la oposición. En su momento como legislador, Lacalle Pou fue crítico en varias oportunidades de la relación entre el presidente y la embajadora. En especial, Lacalle Pou y Reynoso tuvieron un cruce público por la llegada de presos de Guantánamo.

Si gana Biden, Reynoso puede ser clave y allí Lacalle tiene una oportunidad, pero también un desafío.

Soy Gonzalo Ferreira, editor jefe de El Observador. Podés escribirme a este mail por sugerencias y comentarios.
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