Años atrás me disponía a volar en un
avión jet Embraer con capacidad para 50 pasajeros. Se trataba de un vuelo de menos de dos horas. Era mediodía y la salida del mismo estaba prevista para las cinco de la tarde. Tenía por lo tanto una espera larga. Viendo la pantalla de llegadas y salidas me di cuenta que había un vuelo anterior, a las 14, hacia el mismo lugar, por lo que pregunté si había posibilidad de tomarlo. Eran pasadas las 13.30. La empleada de la aerolínea me informó que no sería posible hacer el cambio, pues "de acuerdo a la computadora" el vuelo estaba lleno. Insistí.
Le dije que cómo podía ser, si solo había apenas 20 personas en la zona de embarque, por lo que sería casi imposible que en menos de media hora, que era lo que faltaba para que el avión saliera, llegaran 30 personas a último momento. Lógica elemental.
La
mujer uniformada repitió escuetamente (también ella tenía
comportamiento de robot programado) que "de acuerdo a la computadora" el vuelo iba a salir "completo", pidiendo que no insistiera. Ante mi persistencia, cinco minutos antes de que cerraran la puerta del avión me dijo que podría abordar, pues el vuelo no se había llenado, ni a la mitad de la capacidad del avión.
Con un poco de sentido común y aritmética básica era posible conocer ese desenlace con anticipación. Por más que el sistema dijera una cosa, y la dijera en forma categórica, a simple vista era posible corroborar que el veredicto inamovible del sistema, vía computadora, estaba equivocado. Sin embargo, su decisión fue apelable por las propias circunstancias. Ejemplos como este vemos, y padecemos, a diario en otros niveles de la realidad. Somos súbditos de las decisiones de las computadoras. Si alguien no está en ellas –su identidad, su nombre, su dirección–, simplemente no existe. Ellas hacen y deshacen.
Parece increíble. La empleada de una aerolínea, encargada de despachar un vuelo, cree más en lo haya dictaminado la información proveniente de una computadora que en su propio criterio aplicado a la realidad empírica más cercana. Si las computadoras fallaran, el mundo se detendría en cuestión de segundos. El apocalipsis sería producto de una falla catastrófica en el sistema.