Opinión > EDITORIAL

Las jineteadas deben continuar

El debate sobre esta actividad ecuestre debe servir para saber dónde estamos parados y cuánto entendemos a los uruguayos
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24 de abril de 2019 a las 05:02

Tras la muerte de dos caballos en el ruedo de la Rural del Prado durante las tradicionales jineteadas, resurgió la intención de grupos minúsculos de prohibir la tradicional actividad gauchesca en Montevideo y luego en el resto del Uruguay.

Con mayorías parlamentarias las jineteadas fueron declaradas “deporte nacional” en 2006 y constituyen un espectáculo que honra el país, lo conecta con lo más profundo de su historia y al mismo tiempo permite brillar a uno de los animales más nobles que habitan estas tierras: el caballo.

El conflicto entre el campo y la ciudad; entre lo urbano y lo rural, la capital y el interior nos tiene reservado para los próximos días un nuevo capítulo que a esta altura de los tiempos de la patria parece no tener resolución a la vista. Está en el ADN de la patria.

La Intendencia de Montevideo en manos del Frente Amplio estudia la posibilidad de prohibir la popular fiesta criolla en la capital. “No podemos permitir que sigan existiendo esta clase de espectáculos financiados con los fondos públicos y organizados por la IMM. Ya está más que comprobado el desenlace de estas actividades, que tienen como eje la violencia y no otra cosa”, sostuvo Rita Rodríguez, de la coordinadora para la Abolición de las Jineteadas en Uruguay.

Esta inspiración parece ser la que llevó al intendente Christian di Candia a suspender la actividad protocolar de cierre en El Prado luego de la muerte de dos animales en el ruedo. La fiesta, también llamada popularmente como domas -aunque no se doma animal alguno, los caballos se preparan todo el año para esta ocasión- fue transmitida por TV Ciudad.

Creer que las jineteadas tienen como eje “la violencia y no otra cosa” revela una ignorancia supina de su enorme significancia cultural y antropológica. 

También desconoce la importancia de un evento tradicional para un montón de jinetes, familias y comarcas para quienes la consagración en

El Prado es algo sagrado. Querer quebrar tradiciones nobles por accidentes propios de la esencia de la actividad deportiva es un error y hasta un argumento de baja estofa.
Veterinarios que custodian los animales señalan que de las últimas 10.600 montas se registraron cinco muertes. “No es para eso para lo que vienen los caballos”, señaló un profesional que los custodia.

Quienes se oponen están en todo su derecho de plantear todas las prohibiciones que quieran, pero la de las criollas en Montevideo no debería adoptarse entre cuatro paredes por un par de burócratas que no comprenden parte importante de la esencia del país y mucho menos la vida del hombre fuera de los muros de Montevideo. 

Pese al cansancio que implica discutir con posiciones de minorías radicalizadas como los del movimiento animalista, en esta ocasión el silencio por parte de quien organiza, protagoniza y mantiene viva la tradición de las jineteadas no es una opción. Es demasiado caro el precio a pagar.

La discusión que subyace detrás del planteo de prohibir las jineteadas resulta esencial para saber quiénes somos o en qué nos hemos convertido. El debate civilizado sobe el tema debería servir para saber dónde estamos parados como país y qué tanto comprendemos a su gente. 

 

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