El coronel Lorenzo Latorre.
Miguel Arregui

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Latorre, el Militarismo y la modernidad

Una historia del dinero en Uruguay (X)
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13 de diciembre de 2017 a las 05:00

El 6 de agosto de 1875, durante la dictadura que presidía Pedro Varela, se aprobó una ley proteccionista, que fijó aranceles elevados para una serie de mercancías que se producían internamente, o que podrían producirse. La medida fue inspirada por Andrés Lamas, un muy discutido político del Partido Colorado, y por el coronel Lorenzo Latorre, entonces ministro de Guerra y Marina, el verdadero poder detrás de los decorados.

Esa ley, que abriría tímidamente las puertas a un proteccionismo que se generalizaría a partir de la década de 1930 y aislaría a Uruguay, también declaró libre de impuestos la importación de libros y útiles de educación, alambre de cerco, arados y otros elementos favorables a la agricultura, las máquinas a vapor y "toda materia prima o sustancia únicamente propia para la fabricación e industria nacional".

Esas normas proteccionistas serían complementadas por nuevas leyes de 1888 y 1912, que elevaron aún más los aranceles y otras barreras.

Por entonces Estados Unidos y Gran Bretaña producían alambre barato por primera vez en la historia, lo que facilitaría una enorme revolución productiva de la agropecuaria, inclusive en Uruguay.

Luego vendría el alambre de púas, el invento de un par de granjeros de Illinois a mediados de la década de 1870, que resultó una bendición para los agricultores y que se propagaría con gran rapidez.

Estados Unidos se había convertido a mediados del siglo XIX en la principal potencia agrícola del mundo, con gigantescos saldos exportables. Sobre fines del siglo XIX se transformaría en la primera potencia industrial del mundo, superando con holgura a Gran Bretaña. Y con ello el dólar comenzó a ser una moneda de intercambio internacional cada vez más apreciada.

Abraham Lincoln financió el esfuerzo bélico de la Unión durante la Guerra de Secesión (1861-1865) con deuda pública pero, sobre todo, con emisión de más dinero. En suma: buena parte de la guerra la pagaron los ciudadanos en forma indirecta, a través del impuesto inflacionario, que horadó sus ahorros y sus ingresos. Estados Unidos regresó a los dólares convertibles en oro ("patrón oro") a fines de la década de 1870, después de una estricta política de recuperación del dinero excedente para revalorizar su moneda. Algo parecido haría Gran Bretaña a mediados de la década de 1920, cuando Winston Churchill era chancellor of the Exchequer, para enjugar las grandes emisiones durante la Gran Guerra, aunque a costa de una deflación.

Latorre, el escrupuloso

Entre setiembre y diciembre de 1875 el coronel Lorenzo Latorre, con ayuda del caudillo blanco Timoteo Aparicio, derrotó la "Revolución Tricolor" que iniciaron los "principistas" blancos y colorados.

Fue el inicio de la era del fusil Remington, eficaz hasta 1.000 metros, y de un Ejército mucho más profesional, y el aparente ocaso de las guerrillas rebeldes a caballo.

Finalmente, el 10 de marzo de 1876 el astuto y popular Latorre se sacó de encima a Pedro Varela y tomó el poder directamente como "gobernador provisorio", el mismo título que había adoptado Venancio Flores tras el triunfo de su revolución en 1865.

Latorre es una de las figuras más discutidas de la historia nacional, pues se le atribuye la definitiva organización y afirmación del Estado —incluyendo la célebre reforma de la enseñanza pública que concibió José Pedro Varela— mientras ejercía el poder con despotismo e incluso con crueldad, recostado en el Ejército.

Combinó modernidad y buena gestión con la más fría recomposición del Partido Colorado, el partido de gobierno y suyo propio, al que depuró mediante detenciones, asesinatos y desapariciones de caudillejos afines a Gregorio Suárez.

El manejo de las finanzas públicas durante la era Latorre fue escrupuloso. Los eternos déficits financiados con deuda y papel impreso dieron paso a más impuestos y superávits fiscales cada año.

Se estableció el oro como patrón único de respaldo de la moneda, dejando de lado el patrón bimetálico, basado en el oro y la plata, adoptado en la ley de 1862 que creó el peso uruguayo.

El Estado se hizo cargo de todos los billetes emitidos por el quebrado Banco Mauá, que fueron canjeados por letras de cambio. A fines de 1877 se retornó a la convertibilidad de los billetes en oro, se quemaron en público los depreciados billetes inconvertibles emitidos durante el "año terrible" de 1875, que las personas se sacaban rápidamente de encima, y la crisis financiera tocó a su fin. En julio de 1878 se retomó el pago de la deuda externa, tras el default de 1875-1876.

Durante los siguientes gobiernos del Militarismo, en especial el de Máximo Santos, quien adoraba la apariencia y los brillos, las cuentas del Estado volvieron a estar bajo presión, aunque no lo suficiente como para recaer en el caos.

Primeras curas a Máximo Santos tras el disparo que le dio en la cara el teniente Gregorio Ortiz el 17 de agosto de 1886.
Primeras curas a Máximo Santos tras el disparo que le dio en la cara el teniente Gregorio Ortiz el 17 de agosto de 1886.
Primeras curas a Máximo Santos tras el disparo que le dio en la cara el teniente Gregorio Ortiz el 17 de agosto de 1886.

Modernidad y auge económico y demográfico

En la segunda mitad del siglo XIX el país estaba embarcado en el proceso de desarrollo más rápido imaginable. Empresas extranjeras, a veces asociadas con nacionales, comenzaron a instalar los servicios típicos de la modernidad. Entre las décadas inmediatamente anteriores y posteriores al 900 el comercio internacional se multiplicó varias veces: una nueva muestra de las extraordinarias fuerzas creativas que liberó la Revolución Industrial, y que beneficiaron a Uruguay como proveedor de materias primas y alimentos.

Desde el fin de la Guerra Grande en 1852 hasta 1908, la población del país se multiplicó por 7,9: de 132.000 habitantes pasó a más de un millón.

No ha habido en la historia nacional otro período de desarrollo demográfico y económico tan acelerado.

La década de 1880, durante los gobiernos del Militarismo, fue de un gran optimismo. La tierra y los alimentos eran abundantes y baratos. El capitalismo arribó definitivamente al Río de la Plata, como llegaban en masa los inmigrantes europeos, los capitales extranjeros a Uruguay (especialmente argentinos e ingleses) y toda suerte de proyectos: ferrocarriles, colonias de agricultores, mejoramiento de las razas de ovinos y bovinos, comercios cada vez más variados, pequeñas industrias, servicios, el primer frigorífico en Colonia en 1884. En Montevideo se produjo un gran auge del loteo de nuevos barrios y la construcción de viviendas para la creciente clase media.

Sólo entre 1887 y 1890 se crearon 26 bancos y 150 sociedades anónimas, muchas veces con dirigentes políticos entre sus accionistas y directores.

Hacia el fin de la década de 1880 el crédito se había expandido a gran ritmo. El gobierno amplió sus gastos más allá de la recaudación y comenzó a padecer un severo déficit, que cubrió con deuda pública. Y los precios de las exportaciones uruguayas comenzaron a caer.

Paralelamente se libraba, sin dar ni pedir clemencia, una gran batalla ideológica entre el espiritualismo de raíz católica y el positivismo empujado por el auge científico. "Ese drama no fue, al fin, otro que el gran drama filosófico del siglo (XIX en el mundo), promovido por el inusitado ataque que el naturalismo científico llevó al viejo absolutismo metafísico y moral", resumió el filósofo e historiador Arturo Ardao en su clásico libro "Espiritualismo y positivismo en el Uruguay".

Ardao señaló que en sólo dos décadas, las de 1870 y 1880, "apuramos, en nuestro pequeño 'mundo histórico', las dos grandes crisis espirituales del hombre moderno: la de la fe, típica del siglo XVIII, y la de la razón absolutista, típica del siglo XIX".

Próxima nota: La creación del Banco Nacional, el asombroso Emilio Reus, otra crisis bancaria y la caída en default de Uruguay y Argentina

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