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Eduardo Espina

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Lentejas pulverizadas

Varias de las islas del Caribe han quedado en la ruina total
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12 de septiembre de 2017 a las 05:00

Las imágenes que asociamos con el paraíso terrenal son aquellas que vienen de alguna isla en el Caribe, sin importar qué idioma se hable en ellas, sea inglés, francés, holandés, o español.

En el mar de las Antillas, o "de las Lentejas", como lo llamara el gran escritor cubano Antonio Benítez Rojo en su novela del mismo nombre, la vida encuentra repartidos en el mar lugares paradisiacos donde la eterna felicidad podría quedarse a vivir.

Quién, al menos una vez, no imaginó irse a vivir a cualquiera de esas islitas llena de palmeras y playas de arena blanca, y olvidarse de los problemas del mundo, comiendo pescado y mariscos a diario y teniendo como única ocupación cuidar a los cocoteros.

En estos días, varias de las islas del Caribe han quedado en la ruina total, como diciendo en voz alta que también en el paraíso puede haber muerte y destrucción, incluso en la mejor época del año para disfrutar la vida con intensidad. A la estación de los huracanes no le interesa lo que puedan decir los calendarios.

Si las imágenes tomadas desde el aire por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration o NOAA) del huracán Irma resultaban impresionantes, las que pobladores de las islas lograron captar luego del paso del fenómeno meteorológico, tienen incluso mayor impacto, pues documentan el corolario de la destrucción absoluta y llevan a preguntar sobre cómo habrá sido la vida humana en los tiempos post-conquista europea, después de la llegada de Cristóbal Colón, cuando no había meteorólogos para informar de la llegada de tormentas feroces ni construcciones de cemento donde guarecerse.

¿Cómo sería enfrentar un huracán en alta mar, encima de un galeón español o en un barco pirata inglés? La respuesta, aunque obvia, no impide figurar el pánico colectivo cuando el viento brutal, típico de los huracanes, empezaba a soplar y no paraba hasta dejar a la tierra yerma, totalmente arrasada.

Muchas de las islas caribeñas tienen nombre de santos –St. Maarten, Saint Martin, St. John– seguramente porque la intervención sagrada era fundamental para que algunos pobladores se salvaran y la vida recobrara su normalidad, después que el paraíso pasara varios días en el infierno.

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