Mundo > La crisis energética

Los giros diplomáticos de Estados Unidos por la guerra o cuando la necesidad tiene cara de hereje

Desde el comienzo del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, Estados Unidos y sus aliados occidentales modificaron sus posiciones intransigentes frente a Venezuela, Arabia Saudita e Irán. Razones que son urgencias
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27 de julio de 2022 a las 05:03

Por Daniel Cecchini

“Estos son mis principios… si no le gustan, tengo otros”, acuñó alguna vez y para siempre el genial Groucho Marx. Mucho más al sur de las tierras del Marx norteamericano, hay un dicho en castellano que suele repetirse hasta el cansancio: “La necesidad tiene cara de hereje”.

Estas dos frases pueden aplicarse hoy a las piruetas diplomáticas del gobierno de Joe Biden para enfrentar la crisis energética – y en particular el abastecimiento de petróleo – desatada luego del inicio de la operación militar de Rusia en Ucrania que hoy tiene los aliados europeos de los Estados Unidos al borde del colapso. En particular si se presta atención a los giros de Washington en sus políticas hacia tres países hasta hace poco demonizados desde la Casa Blanca: Venezuela, Arabia Saudita e Irán.

A eso se refirió ayer el diputado de la Asamblea Nacional y vicepresidente primero del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Diosdado Cabello, al referirse este lunes a las negociaciones que diferentes enviados de Biden vienen manteniendo con el gobierno de Nicolás Maduro para distender las relaciones entre los dos países.

Estados Unidos no tiene otro interés en Venezuela, sino los recursos energéticos. Cuando ellos hablan con otra gente (refiriéndose al autoproclamado gobierno de Juan Guaidó) es para buscar los mecanismos para robarse esos recursos. Aquí está todo el petróleo y el gas que requiera, pero hay que pagarlo. Negocien con el gobierno digno cómo ustedes pueden tener el petróleo de Venezuela, y nosotros tenemos el pago correspondiente y justo por ese petróleo. No vamos a especular nada”, dijo.

Reuniones en Caracas

Hasta el momento se conocieron dos reuniones de alto nivel entre Washington y Caracas. La primera de ellas tuvo lugar el 5 de marzo, cuando Juan González, asesor de Joe Biden y director del Consejo de Seguridad para el hemisferio occidental, viajó a la capital venezolana y conversó con el presidente Nicolás Maduro. Días después, el vocero de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo a los periodistas acreditados que el motivo de la reunión había sido “discutir diferentes temas, entre ellos la seguridad energética”.

A principios de este mes, una segunda misión, encabezada por Roger Carstens y James Story – que habían acompañado a González en el primer encuentro, aterrizó en Caracas para reunirse con Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional y figura relevante del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Pocos días después de ese segundo encuentro, Estados Unidos permitió oficialmente que la compañía italiana Eni Spa y la española Repsol pudieran comenzar la exportación de petróleo venezolano hacia Europa.

A nadie se escapó que esa “luz verde” a la exportación petrolera de Caracas se debía a la necesidad de abastecer la demanda europea para disminuir su dependencia del petróleo ruso, cuyas exportaciones cayeron bajo las sanciones de la OTAN por la guerra de Ucrania.

Diosdado Cabello dejo trascender ayer que hubo más de dos reuniones con enviados de Washington. “A lo mejor son más de dos reuniones y no se ha dicho nada, porque ya se sabe cómo son las cosas, y hay que hacer reuniones en secreto”, dijo sin dar más precisiones.

El “amigo” saudita

Otra “sorpresa” diplomática provocada por la guerra de Ucrania fue el giro de 180 grados en la posición de Washington con respecto a Arabia Saudita. Desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente Biden prácticamente había “demonizado” a la monarquía de Riad por dos motivos: la campaña militar saudita contra los Hutíes de Yemen, con su saldo de miles de víctimas civiles, y las violaciones de los derechos humanos del régimen árabe, que la Casa Blanca denunció poniendo en foco en el brutal asesinato del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi en el interior del consulado árabe en Estambul.

En este último caso, Biden apuntó desde el principio a quien se considera el autor intelectual del crimen, el príncipe heredero – y virtual gobernante de facto - Mohammed bin Salman, con quien se negó siquiera a hablar.

El conflicto bélico cambió todo en forma vertiginosa. A mediados de este mes, en el marco de una gira a Oriente Medio, el presidente norteamericano visitó Riad y se lo pudo ver saludando sonriente al hasta hace poco “enemigo de la humanidad”, pero también gobernante de un país de mucho peso en el mercado petrolero mundial.

Irán… y vendrán

El caso de Irán es más complejo, pero no deja de ser también evidente. En este caso, el protagonista en primer plano no es el propio Biden sino uno de los más prominentes representantes de los aliados europeos de los Estados Unidos, el jefe de la diplomacia de la Unión europea, Josep Borrell, quien a fines de junio se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica, Mohamad Yavad Zarif, en un primer paso para destrabar el pacto nuclear con Teherán.

El acuerdo de 2015 fue alcanzado entre Irán y las potencias mundiales, incluido Estados Unidos, para frenar las actividades nucleares de Teherán a cambio de un alivio de las sanciones económicas. Sin embargo, en 2018, durante la administración de Donald Trump, Washington se salió del acuerdo y volvió a imponer las sanciones.

A fines de junio de este año, cuando visitó Teherán, Borrell anunció la reanudación de las conversaciones para restablecer el pacto y dejó una declaración que desnudó uno de los motivos de ese cambio de postura: “Estoy convencido que (Irán) tiene una enorme potencia en muchos campos, empezando con el comercio, incluido petróleo y gas”, dijo Borrell. Y añadió: “Pero para ello necesitamos una completa implementación del pacto”.

Como respuesta, Zarif retrucó que lo más “importante para Irán es el beneficio económico de Irán” y pidió a Estados Unidos "que actúe de forma realista y justa para alcanzar un acuerdo final”.

La prolongación de la guerra

Contra las primeras previsiones optimistas de los Estados Unidos, la prolongación de la guerra de Ucrania – más allá del horror por las muertes que provoca – no parece tener a Rusia como el principal perjudicado.

Las sanciones económicas de los Estados Unidos y sus aliados europeos (eso que se autodenomina “Occidente”) contra Moscú empiezan a mostrar sus efectos negativos sobre quienes las tomaron, sobre todo en lo que se refiere a la crisis energética que tiene a varios países europeos al borde del colapso.

Es allí – y no en otra parte – donde hay que buscar las verdaderas razones de las piruetas diplomáticas ensayadas y fogoneadas por Washington frente a tres países que hasta hace poco eran sus archienemigos.

Es una cuestión de necesidad. En sus declaraciones del lunes a la agencia Ansa, Diosdado Cabello lo puso en blanco sobre negro: “Es gente que viene de afuera, que hace poco hablaba muy mal de nosotros y ahora sienten que Venezuela puede ayudarlos. Lo que siempre hemos dicho: petróleo para el que quiera, pero paguen y por adelantado porque no le creemos nada. Y con mecanismos que nos permitan usar esos recursos”, dijo.

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