Perder su teléfono significó que Damian Wilson también perdiera sus redes sociales. Pero según él, no fue tan terrible.
Eduardo Espina

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Los interlocutores de hoy

Sobre los nuevos escenarios sobre los cuales se desarrolla la comunicación
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25 de junio de 2018 a las 05:00
Días atrás, en la versión web de The Sótano, salió en el título de la nota un error de imprenta ajeno a mi voluntad. Decía "impresición", en lugar de "imprecisión". Para qué. Hubo lectores que salieron con toda la balística, misiles incluidos, a despotricar con furia, por la aparición del error, pasando a la velocidad de la luz de lo gramatical a lo ideológico con inaudita violencia escrita. En las obras completas de escritores clásicos, en las cuales trabajan los mejores correctores del mundo, aparecen errores, en ocasiones mucho mayores y graves que el aparecido en la nota referida.

En verdad, no se trata de justificar el error, sino de expresar la sorpresa ante el estado de las cosas en la actualidad. La violencia no solo está en el aire; está en el lenguaje. Algo que se puede ver a diario, no solo en los comentarios de los lectores que este diario publica con extraordinaria generosidad y respeto hacia la opinión de todos (no deberían perder de vista ese aspecto).

¿Por qué la gente hoy en día exhibe sin pudor alguno tanta frustración y violencia mal contenida, descargando todos sus conflictos personales -psicológicos y sociales- en situaciones que no dan para mucho, y menos para tanta exteriorización gratuita de neurosis? Se puede discrepar sin necesidad de agraviar. ¿Es un problema único de Uruguay? Días atrás, el popular político chileno de izquierda, Gabriel Boric, quien es diputado, dijo en la televisión de su país que ya casi no leía los comentarios que enviaba la gente por las redes sociales debido a la violencia desmesurada de estos.

Por lo visto, la era de la irracionalidad es la que nos está tocando vivir. La situación supera los parámetros de lo insólito. El irracionalismo se mezcla con atávicos prejuicios ideológicos y políticos que impiden tratar de entender al otro. En columnas de cultura o fútbol, en vez de restringir la discusión, discrepancias incluidas, al tema en sí, es común ver a la opinión de algunos lectores desviarse hacia lo político. ¿Hasta cuándo el perimido maniqueísmo de dividir al mundo entre izquierda y derecha? Quizá quienes se sienten genios corrigiendo minucias muy menores con violencia y ridícula arrogancia tengan una respuesta.

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