Hace dos semanas, un joven de 14 años llamado Rayanne fue asesinado a tiros por otro joven en una moto en las afueras de la urbanización Les Marronniers donde vivía, en el norte de Marsella.
Otros dos chicos, uno de 14 y otro de 8 años, resultaron heridos en el ataque.
Durante el fin de semana siguiente, otras tres personas fueron asesinadas en Marsella, también en guerras territoriales por drogas. Uno de ellos fue quemado vivo en la parte trasera de un vehículo.
En lo que va de año, se han producido 15 asesinatos por parte de pandilleros en la segunda ciudad más importante de Francia. Doce desde el comienzo del verano.
No son solo las cifras las que resultan impactantes.
En ese sentido, este año no parece ser peor que los anteriores. El año pasado hubo 28 muertos, y en 2018 otros 23.
En Francia, los titulares sobre ajuste de cuentas ("règlements de comptes") en la Cité Phocéenne, como también se le conoce a Marsella, son tan regulares como las estaciones.
Lo que hace que la gente hable, y se preocupe, es la corta edad de muchas de las víctimas.
Rayanne es un ejemplo de ello. Sus familiares insisten que era un chico normal en edad escolar que quedó atrapado en el fuego cruzado.
Pero los investigadores piensan, no obstante, que él era un "chouffeur", un vigilante, pagado por una de las pandillas para patrullar frente a su condominio.
La policía, magistrados, trabajadores sociales y periodistas locales coinciden que la edad de estos ayudantes de drogas se ha vuelto cada vez más joven.
"La primera vez que mataron a un joven de 16 años en 2010 fue estruendoso. Pero pensamos que era un caso único. Viéndolo en retrospectiva, podemos ver que fue el comienzo de una tendencia", dijo una trabajadora social al diario Le Monde.
Según el escritor y experto sobre los barrios pobres del norte de Marsella, Philippe Pujol, "los asesinatos en Marsella son siempre por puntos de venta. Los grandes jefes se pelean en Marruecos o España. Pero aquí en el terreno se ha subcontratado el comercio minorista, y son los adolescentes los que hacen el trabajo".
Los jóvenes pueden ser reclutados en Internet y muchos provienen de otras ciudades francesas.
"Es como un trabajo de verano, pero son mucho más vulnerables que los muchachos locales porque están muy aislados", dijo un juez de instrucción a Le Monde.
De acuerdo con Pujol, muchos jóvenes reclutas se endeudan con los líderes de las pandillas. Algunos comienzan a tomar drogas. Con las redadas policiales cada vez más frecuentes, es difícil encontrar nuevas zonas de venta.
"Jóvenes y endeudados. Quieren hacer grandes ventas, así que se alejan más de sus territorios. Y es ahí donde viene la competencia. Se enfrentan a otros chicos de otras pandillas, también haciendo grandes apuestas", dice.
La violencia de las mafias es el telón de fondo de la visita de tres días que realiza el presidente Emmanuel Macron esta semana.
Habrá anuncios sobre policías y magistrados adicionales, pero también sobre vivienda, transporte y educación, un reconocimiento de que las drogas son solo una parte del problema. La pobreza y la miseria urbana es la otra.
Siete meses antes de las elecciones presidenciales, es una oportunidad para Macron de tomar la iniciativa sobre cuestiones legales y del orden que probablemente dominarán la contienda electoral.
Lo que quiere evitar es dejar que Marine Le Pen, de extrema derecha, o un candidato de centroderecha como Xavier Bertrand, traten el tema como propio.
¿Pero son los problemas de Marsella peores que los de otras ciudades francesas, como París o Toulouse?
Algunas personas, como el nuevo comandante policial de la ciudad, Fréderique Camilleri, dicen que sí. "El nivel de violencia aquí, dentro de las pandillas o entre ellas, está en un nivel diferente".
"Aquí es la regla de la violencia, con trabajo forzado, intimidación, chantaje e incluso tortura. Es muy organizado y jerárquico. Los jóvenes que se involucran no saben en lo que se están metiendo", dice.
Marsella tiene, por supuesto, una historia, geografía y características particulares que la distingue del resto de Francia.
Por más de 2.500 años ha sido el hogar de inmigrantes de todo el Mediterráneo.
El bandidaje y el crimen organizado han siempre prosperado. A diferencia de otros lugares, sus problemas no están en las afueras sino en el corazón de la ciudad.
Pero, visto de otra forma, Marsella no es tan diferente.
"Marsella concentra en un solo lugar todos los problemas urbanos de Francia", dice Pujol.
Para uno de los asesores de Macron, Marsella es como un "reflejo magnificado del país en su conjunto".
En otras palabras, las bandas de narcotraficantes, las guerras territoriales e incluso el asesinato de vigilantes adolescentes no son exclusivas de la Cité Phocenne. Pero son más comunes.
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