En la plaza de Garzón, a la sombra de las viejas palmeras, que pocas veces han visto pasar tanta gente por este pueblo, se realizó el último y más espectacular de los eventos del Punta del Este Food and Wine.
Si hay algo que Francis tiene claro, además de cocinar por supuesto, es crear el ambiente y el show ideal para que todos queden deslumbrados.
Todos sus fuegos a la vista y un puestito para cada uno, donde los comensales se acercaban a servirse, asistidos por los mismos cocineros. Mesas alargadas, comunitarias, con manteles cancheros, bajo tolditos para resguardarse del fuerte sol que brillaba y así poder disfrutar de todas las delicias.
La decoración a cargo del dúo Fossatti - Galli, acompañó perfectamente el espíritu del evento, usando simplemente palets, macetas con flores, cajones de verdura pintados de celeste, banderines y retazos de telas que se movían suavemente con el cálido viento de un día casi de verano.
Una vez hecha la recorrida del lugar, investigando todos los puestitos de las bodegas y con copa en mano, o mejor dicho colgada del cuello con atinado "cuelga copa" que te entregaban al ingresar -ideal para poder manejar comida y bebida a la vez-, me dirigí hacia la comida.
Debo decir que la elección del vino no fue fácil, había unas once bodegas dispuestas a llenar copas.
Arrancamos por el salmón a la sal, hecho en el infiernillo; un clásico de Francis que me fascina. El salmón entero es tapado en sal gruesa, apenas humedecida y luego se cocina entre dos chapas con brasa, recibiendo así calor de arriba y de abajo. Una vez terminada la cocción, se rompe la costra de sal y se va cortando delicadamente el salmón que queda hecho “una manteca”. Como guarnición, paramos en la estación de al lado para servirnos calabazas al rescoldo con queso de cabra, vinagreta y chips de ajo. ¡Todo increíblemente rico!
La segunda vuelta fue de pollos asados y ojo de bife, acompañado de ensalada de lechuga, rodajas de tomate y cebolla. ¿Hay algo más rico que la pielcita crocante del pollo?
El tercer y último round para mí fue de cordero hecho a la cruz y vegetales al curanto. Los más ricos: el boniato y la cebolla.
Luego de este banquete disfrutamos de la sobremesa con amigos, que siempre es lo que termina de alimentar el alma. Una rica comida no es completa si no hay sobremesa.
Los más golosos terminaron el almuerzo con un súper panqueque de dulce de leche, que a juzgar por cómo raspaban el plato, puedo afirmar que fue un éxito.
Nos fuimos caminado sin prisa, dejando la plaza en silencio y agradecidos de poder disfrutar esta súper fiesta, robándonos por un ratito a este cocinero Argentino, pero en nuestro Uruguay querido.
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