Películas del Videoclub Mayjo.

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Los sobrevivientes de Netflix: cuáles son los videoclubes uruguayos que resisten al streaming

Las plataformas de streaming han terminado de golpear a los videoclubes en Uruguay, pero hay un grupo selecto que aún subsiste y ofrece una cartelera de películas a bajo costo
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28 de septiembre de 2021 a las 05:02

Por Lautaro Brum - Especial para Cromo

El título de esta nota puede parecer el de una nueva película dramática que estuviera en cartelera. Pero es un hecho que tiene un reflejo en la realidad uruguaya. Con la llegada de las plataformas de streaming, los locales de alquiler y venta de películas fueron (casi) exterminados. Cuidar y apreciar los aparatos de DVD ya no interesa cuando uno puede ver una película en la comodidad de su hogar, apretando dos botones del control remoto de su TV. De todas formas, aún quedan sobrevivientes de este “apocalipsis del DVD clásico”.

Todavía existen locales que antes se sustentaban solo por el alquiler y venta de películas. Debieron reconvertirse para sobrevivir a esta nueva era digital. Sin embargo, todavía hay apasionados por esta modalidad “vintage”, fascinados por ver entrar familias a sus locales y que les recomienden un buen título para alquilar, llevándolos por un instante a los buenos viejos tiempos.

Bohemian Rhapsody, la película que cuenta la historia de Freddie Mercury.

Uno de ellos es el VideoClub Adrimar, ubicado en la avenida San Martín, a pasos de José Batlle y Ordóñez. Abrió sus puertas en 1988 gracias a José Sarkisian, su primer dueño. Desde 1995, su hijo Marcelo se ocupa del negocio. “Estamos con los últimos cartuchos que nos quedan”, dijo. Admitió que tuvo que reconvertir la tienda para sobrevivir. Antes se concentraba únicamente en el alquiler de películas, pero ahora se centra en la venta de golosinas, impresiones y cibercafé. Los filmes hoy ocupan un pequeño rincón del local. “Está en sus últimas etapas’’, señaló Sarkisian a Cromo.

La decadencia de los videoclubes en estos últimos años se ve reflejada en los números de la empresa: Adrimar llegó a tener 18 mil socios en su base de datos. Hoy solo quedan 15.

Sus últimos clientes son gente del barrio, mayores de 50 años. Según Sarkisian, estas personas desconocen cómo funciona Netflix. “El problema es que están solos y no tienen el asesoramiento de algún familiar que los oriente. Son muy aferrados a sus cosas, si el DVD les funcionó y sigue bien, lo usan”, comentó. Generalmente, sus clientes alquilan películas de acción, aventura y comedia.

El costo de alquiler es de 25 o 45 pesos, dependiendo del filme. Si el cliente lo desea también puede comprar la película por 50 pesos. “El costo de la venta es casi el mismo que el alquiler. La gente a veces prefiere comprarlas directamente. Los precios siempre fueron los mismos, desde hace 10 años se mantienen igual”, explicó Sarkisian.

Todo parece indicar que este es el último año que Adrimar le dará al público la oportunidad de disfrutar de sus mejores títulos. “El año que viene seguramente ya ni exista ese rinconcito”, dijo Sarkisian.

La víctima de Luis Alberto de Herrera

Lentamente, las plataformas de entretenimiento digital se van apoderando de nuevas víctimas. En Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre, el local Mayjo resiste la masacre digital. Abrió en 1997, cuando compró un local de películas que ya existía, llamado VideoBrasil. Estaba ubicado en Avenida Brasil y Baltasar Vargas. “El público era muy variado, pero iba gente del barrio, mayoritariamente familias. Las madres dejaban a sus hijos eligiendo las películas mientras iban al supermercado o a la farmacia”, recordó Amelia Correia, dueña del local.

El videoclub también cuenta con estrenos mas recientes.

Sin embargo, en ese entonces no les era rentable el local, ya que el costo del alquiler era demasiado alto. Decidieron mudarse a otro lugar, ubicado en Garibaldi y Monte Caseros. Además, adquirieron lo que en ese entonces era el Videoclub J&M, ubicado en el local donde se encuentran ahora. Pasaron a tener dos locales. Ahí decidieron empezar de cero, cambiando el nombre J&M por Mayjo.

Luego, debieron cerrar el local de la calle Garibaldi. “Se nos escapó porque los alquileres de películas fueron cayendo de tal manera que había que reconvertir el negocio y todo lo que acompaña”, señaló Correia.

Antes de que llegara el tsunami de las plataformas digitales de streaming, a Correia ya le pisaba los talones un nuevo competidor: Antel. “Siempre digo que fue nuestro peor enemigo. Cuando empezaron a promocionar la bajada de sus películas por banda ancha el negocio comenzó a caer”, dijo Correia.

La dueña de Mayjo aún no se rinde y quiere dar batalla. Trata de hacerle frente como mejor puede al streaming. “Aún tenemos las películas porque no me deshago de ellas ni loca. Para comprarlas me tienen que ofrecer un muy buen precio, y no hay nadie que quiera pagar lo que yo pretendo. Te puedo llegar a pedir al menos 1.000 pesos por una película”, indicó Correia.

Su mejor arma para utilizar en esta batalla es la gran cantidad de filmes que le quedan, unos 6.000 títulos, donde se destacan las del género clásico. “Los clientes vienen y ven películas que no están en ninguna plataforma. Hace poco alquilé Lo que el viento se llevó, un clásico estrenado en 1939. Tengo muchísimos filmes que no están en las plataformas, por eso no las vendo, y si lo hago es a un precio muy elevado. Me las quiero quedar. Por ellas te pido 2.500 pesos, no menos”, sostuvo la dueña de Mayjo.

Desde que comenzó la pandemia, Correia pensó en una táctica nueva para generar más ingresos. Su plan fue simple: permitirle a sus clientes de confianza que se llevaran varias películas y las devolvieran sin apuro, luego de haberlas visto todas. “La clientela se levantó con esa oferta. Se llevaban hasta 10 películas juntas, cada una a 50 pesos, el precio del alquiler usual de 24 horas”, manifestó Correia. Sigue manteniendo esta oferta, generalmente para la gente mayor, que llegan desde Maroñas o el Centro.

El local es pequeño pero bien abastecido. Está lleno de artículos de papelería y regalería, sus principales fuentes de ingresos. También tiene unas máquinas antiguas de videojuegos, donde el cliente puede jugar si lo desea. Además, cuenta con algunas golosinas para llevar junto a las películas.

Según Correia, su espacio de filmes genera tan solo el 1% de las ganancias del local. También posee un pequeño cibercafé, pero por la pandemia casi no se ha utilizado, debido a que el local es chico y es imposible mantener la distancia física.

La tienda vencida por la era digital
El Videoclub Barry decidió rendirse como tantos otros. Ya no le quiere dar batalla a la era digital. “Ya no tenemos videoclub, estamos vendiendo las películas que nos quedan. Esto ya está todo olvidado, no podemos retroceder y ahondar en lo que se vivió”, dijo Omar Pérez, dueño del local.
Los clientes de confianza van al lugar y se llevan las películas. Pérez perdió el interés en sus títulos más preciados. “No tengo idea lo que la gente se lleva, entreveran en la caja de las películas y se llevan lo que les interesa. Generalmente son coleccionistas que se llevan películas antiguas”, explicó Pérez.
Para el dueño del videoclub Barry es una etapa cerrada. Levantó la bandera blanca en esta lucha contra las plataformas de entretenimiento. “No quiero ni recordar esa época”, sentenció Pérez.

La leyenda del videoclub Zuriel

Uno de los primeros videoclubes uruguayos es uno de los pocos sobrevivientes al mundo digital. El videoclub Zuriel está ubicado en la calle Justicia, entre Hocquart y Nueva Palmira, a dos cuadras de la iglesia San Pancracio. El primer nombre de la empresa fue en honor a esa iglesia, pero años más tarde decidieron cambiarlo. Abrió sus puertas hace 35 años, el 26 de julio de 1986. El negocio sigue funcionando gracias a su primer y único dueño, Horacio Hontou, de 75 años.

El secreto de sus ojos, película protagonizada por Ricardo Darín.

La tienda inició a puro pulmón. “Arranqué repartiendo volantes con mi esposa, de casa en casa, promocionando el videoclub. Empezamos con tres socios y 10 películas, ya que en ese entonces aún no existían las distribuidoras de películas en Uruguay”, recordó.

En esa época, solo se alquilaban películas en VHS. Según Hontou, los géneros más requeridos eran el terror y el porno, ya que “era una novedad”. El alquiler por cada título costaba tres pesos. Hontou les exigía a sus clientes el número de su cédula de identidad y la factura de luz o de agua como garantía para llevarse las películas por 24 horas. “Si no las entregaban pasado ese tiempo teníamos que ir a buscarlos a la casa, porque no habían muchas películas para poder alquilar”, contó Hontou.

Al ser uno de los pocos videoclubes en ese entonces sus clientes eran de varios barrios de Montevideo. Aún así, no cualquiera podía alquilar los VHS, ya que los reproductores eran muy caros. “Eran pocos los socios que tenía, generalmente de buen poder adquisitivo. No había mucha gente que tuviera un reproductor de VHS. El primer reproductor que se vendió en Uruguay fue el Panasonic G9. Al costo de hoy se vendía a unos 12 mil pesos”, explicó Hontou.

A partir de la década del 90 el comercio comenzó a generar más socios y ganancias, gracias a que empezaron a abrir varias distribuidoras de películas en Uruguay, por ejemplo, Censa Video y Tauro Video. De todas formas, era complicado conseguir buenos títulos para vender. ¿Por qué? Censa vendía un paquete de 40 películas a catálogo cerrado. Eso quiere decir que los videoclubes no sabían qué títulos compraban. “De las 40 películas, 35 no servían para nada. Tauro fue la primera distribuidora en vender a catálogo abierto”, manifestó Hontou.

El dueño del videoclub Zuriel recordó que en la época de los 90 no se alquilaban películas uruguayas. “Venían los propios actores a los videoclubes a venderlas, ya que no tenían personal para comercializarlas, debían hacerlo ellos mismos”, confesó Hontou.

No pasaba lo mismo con las argentinas. Según el dueño del videoclub se alquilaban bastante. Recuerda que La noche de los lápices fue uno de los títulos más solicitados.

Hoy se dedican a la codificación. Es decir, pasar cintas de VHS a DVD o pendrive. Todo lo que sea cinta, Hontou logra convertirlo en digital a un costo de 250 pesos. Así es como se acopló para sobrevivir a esta “masacre digital”.

Aún sigue alquilando los títulos que conserva a 80 pesos, con devolución a las 24 horas. Ahora ya no debe estar vigilando a sus clientes para ver si cumplen con la devolución, ya que son muy pocos. En general, buscan títulos clásicos como El Padrino o películas donde aparezcan Charles Bronson o Chuck Norris.

Hontou dijo que no tiene planeado vender sus películas. Las quiere conservar. Tal vez como un último destello de las buenas épocas del cine clásico, de esas noches donde las familias llegaban al local para llevarse algún título, y de ese tiempo donde no había que apretar solo dos botones para ver una película.

 

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