Los Teros brillaron con luz propia

Las estrellas del deporte son como las del espacio: atraen mucha luz. Y también su propio centro gravitacional: quieran o no, casi todo gira alrededor de ellos.

En el rugby uruguayo también pasó. Las dos estrellas que tuvieron Los Teros en los últimos 20 años fueron Pablo Lemoine y Rodrigo Capó. Con el agregado de Diego Ormaechea, en una dimensión diferente, todo lo que pasó en el rugby durante años los tuvo a ellos como referentes hacia dónde mirar.

Fueron ellos quienes salieron por primera vez al exterior, quienes más se destacaron en las ligas de Europa, quienes ganaron títulos internacionales. Fueron quienes, desde la experiencia del profesionalismo, marcaban con su ejemplo el camino a seguir.

Y fueron ellos, desde sus diferencias de enfoque, los que en algún momento de aquella aventura europea se distanciaron personalmente.

Durante años, después del Mundial 2003, la historia de la selección fue la historia de los momentos de influencia de uno u otro. Como capitanes, como referentes, como entrenadores, fueron muy pocos los momentos en que convivieron: a una era Capó la siguió una era Lemoine, y así sucesivamente.

La convivencia en 2007, como jugadores –Lemoine había renunciado y volvió para el repechaje-, fue mala: Uruguay quedó afuera del Mundial. Luego siguió la era Capó, hasta que se retiró de la selección allá por 2009, otra vez en el medio de diferencias con la conducción política. Vino Lemoine para jugar los últimos cartuchos. También el proceso estuvo plagado de problemas internos, y Uruguay quedó afuera otra vez del mundial de 2011.

Lemoine siguió, pero ahora como DT. Y fue uno de los pilares fundamentales para construir el proyecto que le cambió la historia al rugby uruguayo: el Centro Charrúa. Con personalidad fuerte, parte de su secreto como líder, absorbió toda la presión para proteger al plantel.

Pese a no estar de acuerdo en un primer momento, cedió para que Capó volviera para lograr la clasificación al Mundial 2015. El aporte del de Castres fue crucial para ganar el repechaje a Rusia. Pero pocos meses antes del Mundial decidió no participar del torneo.

Pasó el Mundial, exitoso e histórico mojón para el crecimiento reciente del rugby uruguayo. Llegó el momento de reenfocar el proyecto, y allí llegaron el desgaste, y las diferencias de Lemoine con la URU y con el nuevo entrenador Esteban Meneses. El exDT y luego director del Centro Charrúa terminó saliendo del proyecto. Y, por primera vez en mucho tiempo, Uruguay se enfrentó al futuro sin sus dos grandes soles. Fue momento de empezar a construir una nueva síntesis

La labor de ese doble eje Piñeyrúa-Meneses, tras más de dos años, lo logró. Hubo tropiezos y dudas en el camino, pero hoy, Los Teros son otro equipo. Tienen muchísimo de aquel equipo de Lemoine, de aquella mística, de su filosofía, de su defensa. Pero en el juego subió un escalón. Además, desde lo grupal, maduró: de aquel grupo en el que Lemoine asumía la presión y era duro en la interna,la geografía del grupo hoy es diferente, con cuatro o cinco líderes de juego, que acompañan al DT.

A ese equipo se integró esta en estas semanas Rodrigo Capó, que quiso que su historia en Los Teros no quedara trunca. Y a pesar de su palmarés, de su calidad de clase A, de "game changer", ya no fue el salvador. Se integró a un equipo maduro, sólido, confiado, donde más que nunca, el todo era bastante más que la suma de sus partes.

Fue el mejor escenario: Capó llegó como una pieza que aportó muchísimo, y acompañó el escalón que subió este equipo. Pero quizás más que nunca en la historia, estos Teros son un equipo, y esa fortaleza colectiva les permitió entrar en otro Mundial.