La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el expresidente argentino Mauricio Macri. Archivo
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Opinión > OPINIÓN

Macri versus Cristina: ¿la solución o el problema?

Un mano a mano electoral por la definición de los modelos que están en pugna en la Argentina. La imagen negativa como condicionante y la crisis económica como marco. ¿En el 2023 jugarán los titulares?
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14 de octubre de 2022 a las 12:05

El cielo o el infierno. No parece haber intermedios entre las posiciones que esgrimen que la disputa electoral tiene que darse entre los expresidentes Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri y los que postulan que no, que se jubilen, que tiene que surgir (y urgente) una nueva figura política que consolide suficiente poder como para aspirar seriamente al sillón de Rivadavia.

La única línea de debate que subyace inalterable desde este lado de la orilla. La duda si son o no son ellos como única certeza en un país que en cuestión de horas vio alejarse tres ministros de gobierno (dos de carteras clave como Desarrollo Social y Trabajo), sumarse un nuevo dólar a la lista de catorce tipos de cambio (dólar Qatar, Coldplay – para los artistas extranjeros-  MEP, el clásico blue…). Un país donde los movimientos sociales y los sindicatos vacían de poder a un presidente desconcertado que no puede siquiera convocar a un acto para el histórico 17 de octubre, día de la lealtad peronista. O sí, puede, pero le dicen en la cara que no van a participar y celebrarán sus propios actos obligando a Alberto Fernández a recular para finalmente decir que no, que el 17 de octubre se quedará en su casa.

Macri o Cristina. La solución o el problema. La pregunta es si el país está dividido al cincuenta por ciento apoyando por un lado esta idea bien resumida en el “que jueguen los titulares” y por el otro el hartazgo de la dirigencia política tradicional y el reclamo de la aparición de un cisne “blanco” que podría llamarse Facundo Manes desde la UCR histórica, Javier Milei desde los libertarios de derecha, Sergio Massa desde las entrañas del desgastado Frente de Todos, o tal vez, alguien que camina por las calles cordobesas, correntinas, mendocinas o tucumanas que tiene un rostro o un nombre que ninguno de nosotros conoce todavía pero que podría llegar con el aún poderoso apoyo de los gobernadores.

Macri, por ahora, dejó tendido un manto de dudas sobre su posible candidatura. “No me he anotado. Creo que es el momento de pelear por las ideas y los valores, no por la propia”, dijo y un puñado de medios se apresuraron a anunciar su claudicación.

Algo que parece chocar con la presentación de su nuevo libro y con las especulaciones dentro de su mismo espacio. En una semana donde el espacio opositor apeló a la fibra más personal e íntima de su núcleo duro, Macri dijo: “Juliana no quiere que sea candidato”. O sea, si esa es la razón y no política ¿podría convencer a su mujer? No sólo a ella, más allá de la tremenda visibilidad de los últimos meses, la imagen negativa del expresidente no remonta. 

Por su parte, desde el entorno de CFK, guardan silencio y también dejan flotar el fantasma del retiro. Un poco por cansancio, dicen, y otro por las mismas razones que su potencial rival: una imagen negativa que parece abortar cualquier sueño presidencial. Aun así, imaginar un escenario electoral sin los dos principales actores de la política argentina parece imprudente.

Ese escenario, no del todo inverosímil, es el deseado tanto por Larreta como por Massa. El alcalde porteño apostó esta semana por la humanización y presentó en sociedad a su joven novia, la secretaria de Bienestar Integral y Tercera Edad de la Ciudad, Milagros Maylin. Massa, otra vez de gira por Estados Unidos, obtuvo el respaldo de algunos de los empresarios más importantes del país, en el coloquio de IDEA. Desde su entorno dicen que será de la partida. El hombre de Tigre se prepara para otra campaña.

Los seguidores de uno u otro bando, los que quieren la batalla final de los titulares o la aparición del milagro laico no son abiertamente identificables. Ya lo demostraron las encuestas en Brasil y el resultado. Hay un voto vergonzante, un voto aferrado más al bolsillo y a las políticas que llevaron a Jair Bolsonaro a dos períodos consecutivos de deflación que a la reivindicación histórica del líder sindical, Lula da Silva.

Hay voto miedo, voto castigo, voto 'no vuelvan', voto 'sólo te voto con tal que no sigan (o vuelvan) los otros'. Sólo esto explica que un Jair Bolsonaro, al que proclamaban absolutamente perdidoso, este disputando el próximo 30 de octubre la segunda vuelta y no en su casa llorando el castigo de una sociedad a uno de los peores manejos de la pandemia en la región.

En Argentina hay una minoría ruidosa que expresa su voluntad. Y el resto todavía la esconde. No se los puede adivinar como a los hinchas de River con los ojos llorosos tras la partida de Marcelo “el muñeco” Gallardo de la Dirección Técnica del club.

Con este escenario confuso, internas al rojo vivo en cada uno de los espacios políticos, una inflación que no da tregua y una segunda gira del ministro de Economía a Estados Unidos con logros que se diluyen ante el minuto a minuto de la crisis, aparecieron los voceros oficiosos de las dos posiciones. Lo hicieron de manera dramática, expresando el deseo por un lado y las consecuencias que podrían traer que ese deseo no se concrete.

Por un lado, el excandidato a vicepresidente de Mauricio Macri, Miguel Ángel Pichetto, hombre del ala más dura de la oposición, el mismo que sugiere alguna salida por arriba del laberinto para los expresidentes y sus causas judiciales, pidió que quienes compitan en las elecciones presidenciales del 2023 sean justamente Macri y CFK. Y acuñó la frase importada de Brasil “No se hace política con suplentes”. O sea, los titulares siguen siendo los mismos y son ellos los que deben disputar la final más difícil del campeonato.

El Auditor General de la Nación, tras un almuerzo con los más puristas del PRO aseguró que las eventuales candidaturas de los expresidentes serían "un punto importante de la definición de qué Argentina queremos".

Mientras, en la otra esquina del ring, un hombre de mocasines gastados en la histórica UCR que se esperanza con la renovación del partido tradicional habló sin tapujos expresando un “que no sean ellos” de manera tajante. Federico Storani consideró que si la disputa por el Poder Ejecutivo se resume en Mauricio Macri versus Cristina Kirchner hay que organizar “un suicidio colectivo”. Sin eufemismos. El peor final.

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