Mauricio Macri
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

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¿Macri vuelve para frenar el populismo en la región? El expresidente quiere revancha

El expresidente está convencido que le faltó tiempo para cumplir sus objetivos. El posible regreso de Lula al poder lo desvela
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16 de septiembre de 2022 a las 12:00

En sus oficinas de zona norte, a unas cuadras de la residencia presidencial de Olivos que alguna vez ocupó como primer mandatario, Mauricio Macri sostenía una acalorada discusión con una dirigente de su espacio político. Temas varios: campaña, internas, la carrera presidencial 2023 con múltiples precandidatos… En un momento surgió una de las preguntas ineludibles.

-¿Mauricio, si vos jugas cómo pensás financiarte?

Macri levantó por primera vez la mirada de la computadora y en una breve respuesta develó lo que hace tiempo viene mascullando:

-Si la situación del gobierno de Alberto Fernández y CFK sigue complicándose, si el plan “llegar” del ministro de Economía, Sergio Massa, no alcanza, si en nuestro espacio se siguen sacando los ojos, va a ser tan fuerte el pedido de la sociedad para que sea yo el candidato que no voy a necesitar ni un sólo afiche.

Macri perdió las elecciones que consagraron a Fernández presidente en 2019. Sí, pero las perdió conservando un caudal nada despreciable, el 40.28 por ciento de los votos. Desde entonces, con ese crédito, juega constantemente al misterio sobre su futuro. Presentó un libro, “Primer Tiempo”, dando a entender que podría haber un segundo. No termina de correrse para erigirse como un referente y hombre de consulta de su espacio. Coquetea con la posibilidad de ser uno más de los que disputen la primera magistratura, en un extraño rol de primus inter pares. Es la figura más relevante en términos de ser el único que ejerció la presidencia y conoce ese rol. Pero no es el único con experiencia en gestión. Ese requisito también lo cumplen el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires y actual diputada, María Eugenia Vidal; y la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Y podrían seguir las firmas si a la cuenta se le agregan los radicales.

Un cartel de Mauricio Macri en la vía pública; aparece con Néstor Grindetti, intendente de Lanús, una de las personas con las que expresidente tiene mayor diálogo

¿Por qué volvería Macri? Porque cree que puede ganar, eso está claro. Pero no alcanza como respuesta. Porque está convencido que le faltó tiempo para cumplir sus objetivos y porque entre otras cosas, cree que hay que frenar el riesgo de la vuelta del populismo a la región. Mira con obsesión a Brasil y las inminentes elecciones que podrían consagrar a Luiz Ignacio “Lula” da Silva, y aunque no se lleva bien con Jair Bolsonaro la opción de la vuelta del PT al poder lo desvela. Cree que no sólo la Argentina está en peligro, sino que América Latina necesita un líder que garantice la institucionalidad que por momentos se ve amenazada.

En el espejo él sigue viendo al anfitrión del G20 que se realizó por primera vez en Sudamérica en2018, se recuerda rodeado de Angela Merkel, Michel Temer, Justin Trudeau, Xi Jinping, Donald Trump, Emmanuel Macron o Vladimir Putin.

El expresidente sabe que, si a más de un año de las elecciones se abre de la contienda, el teléfono dejará de sonar casi como una reacción obvia ante alguien vacío de poder. Y hoy ese teléfono suena y a Macri le gusta, aunque genere desconcierto entre su propia gente. O justamente porque genera desconcierto entre su propia gente. ¿Se animarían a competir con él? ¿Se bajarían con un gesto de reverencia? ¿Le darían pelea?

El jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta no parece estar especulando sobre lo que Macri haría o dejaría de hacer para mover sus fichas. La foto que publicó en sus redes sociales el último jueves rodeado de referentes del PRO de todo el País así lo ratifica. Más allá de la demostración de fuerza Larreta sabe que falta y mucho. También sabe que quien se lance ahora corre el innecesario riesgo del desgaste en un país imprevisible en medio de una tormenta política y económica, aun aquellos que demostraron su capacidad para reacomodarse tras los coletazos del intento de asesinato a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Macri tiene una fecha en mente: marzo. Ahí podría definirse o hacer pública su decisión. Tal vez el escenario sea más claro, tal vez la famosa bomba de la crisis económica ya haya estallado para entonces o quede más claro que la granada estallaría en sus manos, situación que lo obsesiona.

Mientras tanto deja que la opinión pública y los propios lidien con la ansiedad de su indefinición. Y no deja de mirar encuestas a la espera de números más benévolos en cuanto a su imagen.

Con ese escenario de fondo organiza la presentación de su segundo libro cuyo título tentativo es “¿Para qué?”. Una recopilación de algunas de las clases que dio en universidades del exterior y de las charlas que mantuvo como expresidente con empresarios de diversos países. El título es sugestivo, expone el deseo obvio de una revancha, pero también abre un gran abanico de preguntas. ¿Para qué quiere volver a ser presidente? Para realizar una transformación tan profunda que no se vio en la historia de nuestro país, dicen sus allegados. Él asegura que en la gestión anterior “se quedó corto”. ¿Macri quiere volver para disputarle a CFK la centralidad de la agenda política? ¿Para preservarse de embates judiciales que podrían complicarlo? Será el propio Macri quien, en breve, explique ese para qué. Para qué volver cuando una parte del país reclama una renovación de la dirigencia que claramente no lo incluyen, ni a él ni a la expresidenta. Muy por el contrario. Parte de la sociedad está convencida que, con sus posiciones radicalizadas, ambos dirigentes paralizan cualquier iniciativa de diálogo entre el oficialismo y la oposición. “Jarrones chinos”: valiosos, incómodos, donde se los ponga entorpecen un recorrido fluido.

En su estudio compartido de la Av. Del Libertador el expresidente se muestra austero. Apenas una sala de reuniones, dos salas de apoyo, y una nueva secretaria. Comenta con fanatismo el documental sobre la vida de Shimon Peres y como el estadista israelí manejo la crisis provocada por la inflación (un flagelo histórico de la Argentina que Macri subestimó durante su mandato). Charla con allegados sobre otro libro en el que está trabajando, la vida del omnipresente Franco Macri; escucha a sus economistas de confianza Luciano Laspina, Nicolás Dujovne y Hernán Lacunza; está convencido que, de ganar, desde el primer día aplicaría la política de déficit cero; y alguien lo escuchó hablar de la posibilidad de una moneda común con Brasil si logra estabilizar la economía.

Lo ocupan dos frentes de tormenta: cómo afectaría esta decisión a su familia, por un lado. Y cómo podría reconstruir la confianza de un empresariado que le fue esquivo y al que necesita pero que hoy desconfía del expresidente después del desenlace de la causa conocida como “cuadernos”. “Nos entregó”, dicen por lo bajo. Aun así, logró cierto acercamiento al conglomerado Techint y mantiene constante diálogo con hombres a los que siente afines como Marcos Galperin, de Mercado Libre.

No hay quien abandone sus oficinas sin escucharlo repetir, a veces cambiando alguna palabra, la frase de Peres al final del documental. Algo así como “me arrepiento de no haber soñado más”.

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