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Mata al Dios que te domine

Mata al Dios que te domine. La columna de Alejandro Fantino en El Observador
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14 de noviembre de 2023 a las 05:04

Profesor Foucault:

―¿Cuál es su verdadero problema?

Michel Foucault:

―Mi problema, esencialmente, consiste en definir los sistemas en los que nos encontramos encerrados. Me gustaría hacer visible el inconsciente cultural de rendimiento…

¿Se puede hackear el ‘sistema cultural’ en el que nos forman, esa voz que nos habla al oído y nos pide siempre ir por más, endiosando al éxito en cualquier ámbito?

Hace unos meses, mientras cenábamos solos con Gabriel Hochbaum, él me leyó un ‘koan zen’ que decía lo siguiente: “Si encuentras a Buda en tu camino, mátalo” (Un koan es una pregunta que se le plantea a un alumno para desconcertarlo y ponerlo a pensar). Luego de investigar “en mi interior” su significado, decidí iniciar un camino de búsqueda profesional, una senda que, ante todo, me hiciera feliz.

El Buda (dios) que yo debía matar era la persecución de rating y éxito por encima de los contenidos que a mí me movilizaban. Tenía que dejar de pelear guerras de otros y concentrarme en lo que mi alma pedía. Este koan, sumado a largas charlas con mi grupo de amigos, hizo nacer ‘Neura Media’.

¿Qué ocurre cuando pasamos nuestra vida entregando nuestra libertad para sostenernos en el imperativo de éxito laboral actual? 

Permítame describir tres etapas históricas relacionadas con el hombre y su vinculación con el trabajo. Le pido que mentalmente ubique en donde cree que está usted (le ruego a Dios que no sea en la primera; de ser así, ¡¡denuncie!!): 

1) La etapa donde ciertos trabajos se regían por el látigo y la cadena.

2) La etapa donde se introdujo el control y la vigilancia como método. Por ejemplo, por medio de tarjeta de entrada y salida, un capataz observando de cerca, oficinas abiertas en donde la mirada del jefe lo abarca todo (panóptico). 

3) La etapa donde nadie nos obliga, pero a las 3 de la mañana nos levantamos para trabajar (la sociedad del rendimiento). Nos convertimos en nuestros propios controladores. A usted nadie lo manda, pero va igual y lo hace.

Si ya eligió dónde está usted, permítame continuar.

Ya que se considera un ser libre, ¿cómo maneja su “rendimiento laboral”? 

Convengamos que la “libertad” es un valor que pica en punta para definir si alguien es feliz. ¿Un esclavo en la Antigüedad era más infeliz que un liberto? Seguramente sí. Pero la respuesta no siempre es clara. A veces, la promesa del afuera no supera el calor del infierno conocido. Platón, en su ‘alegoría de la caverna’, describe cómo los prisioneros tenían muchas ansias de matar al compañero de prisión recientemente liberado y que había vuelto a la caverna porque deseaba liberarlos a ellos también. Pero la verdad es que estos últimos preferían quedarse en sus lugares, encadenados, como toda su vida. A veces la libertad es dolorosa e incómoda.

“Un hombre es lo que hace con lo que hicieron con él”.

Tanto Sartre como Kierkegaard ligaron al hombre con  la angustia de la libertad y, aunque parezca loco, ¡no es fácil ser libre! Decidir qué hacer en cada momento implica la posibilidad de un no, pero también de un sí, y esto  genera una profunda ‘angustia existencial’. Estamos condenados a ser libres y eso pesa…

La angustia (ontológica, no patológica) es el mapa para determinar si hay algún dios que matar en el camino: “Plata”, “fanatismo”, “adicción”, “apego”, “poder”, “estancamiento”, son algunos de los dioses que pueden jodernos la existencia.

Le voy a contar un secreto… Escribo estas líneas frente al río, en Sauce Viejo (Santa Fe). Estoy en el patio de la casa donde mi padre pasó sus días más felices. Veo un pescador recorriendo un espinel… Veo el bronce de la piel de un amarillo y el estallido plateado del lomo de una boga... Compruebo la sonrisa  de Don Aguirre con  su mano levantada saludando al reconocerme desde el equilibrio de su canoa compañera. Siempre lo supe. Nunca necesité leer a Sartre... “Aguirre no es feliz por hacer lo que él quiere… es feliz por querer lo que él hace... Pescar en libertad”.

 

A mi amigo Gabriel, el Buda de Buenos Aires.

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