Opinión > columna de Fantino
Melancólicos, antiguos, y anclas de la historia
Elias Canetti fue un escritor y pensador búlgaro que desarrolló su obra durante el siglo XX y se destacó tanto en literatura como en filosofía y antropología. El autor de obras esenciales como “La lengua absuelta” o “Masa y poder” tiene como una de sus grandes frases la siguiente: “No importa lo nueva que sea una idea, sino lo nueva que se vuelva”. En Argentina las ideas “ni son nuevas ni se vuelven nuevas”: todo en política atrasa entre 50 y 100 años.
Veamos por qué: el peronismo parece desear ser “peornismo”, ya que sin pobres y humildes como sujeto político desaparecería en 15 minutos. ¿Podría existir en Australia o Finlandia? ¡Definitivamente no!
¿Y los gremios?
Los sindicatos están liderados por señores de épocas analógicas y de teclados marca “Remington” con olor a museo. En Silicon Valley ya nos preparan para convivir
con la IA y estos fósiles les contestan con consignas de telaraña.
¿Para el clero también hay candombe?
Los curas se quedaron en los 60s, época en la que Camilo Torres se perdía en la selva de Colombia con la guerrilla. Se hacen llamar “curas villeros” y les pegan a los termos calcomanías con la foto de “Néstor vive” o “Cristina eterna”. ¡Así les va! Las religiones protestantes les están pegando una cepillada que hasta los santos están para pedir la hora. Los pobres ya no quieren ser ni pobres ni ovejas (eso déjenlo para las cruzadas) y desde que Nietzsche les mató a Dios la gente quiere vivir bien acá en la tierra, no le vengan con promesas de eternidad bizarras.
¿Y la izquierda?
No saben para dónde disparar, ya que las personas que los votan hoy en día, en general, tienen un buen nivel de educación, mientras que en el pasado, aunque contaban con el apoyo de intelectuales, el respaldo abrumador procedía de personas que no tenían estudios, de trabajadores de oficios manuales, de fábricas. Sus consignas remiten a Trotsky, principios de 1900. Otro atraso de siglo y pico.
Vayamos a mi mundo: el periodismo
Muchos de mis colegas preocupados por el avance de pibes que comunican más rápido y mejor aún creen que pueden influir en la cabeza de la gente. Hacen editoriales con “caras de enojados” mirando a cámara y “enseñando cómo pensar”, sistema que las nuevas generaciones vomitan y señalan como lo que no debe hacerse.
Se enojan con Milei por la importancia estratégica que este le da a TikTok y le encargan volver a la radio AM como siempre ha sido. A veces hasta la propia "Libertad avanza" evoca lo viejo y olvidado. Pone como faro a Roca y Pellegrini. Si bien fueron dos próceres enormes, es tiempo de algo nuevo.
Mi país parece manejar por la ruta del progreso utilizando solo el espejo retrovisor. El pasado debe ser un prólogo, como dice William Shakespeare, siempre
como inicio, nunca como cuerpo del libro. Rumia o nostalgia patológica que para el tango está bueno, pero para salir adelante y meterme de lleno en el futuro es un ancla que estoy harto de llevar y quiero que estas momias nacionales abandonen para siempre.
Son como las cotorras: pocas, pero ruidosas
Expresiones como “pueblo trabajador”, “derecha”, “facho”, “zurdos”, “prensa hegemónica”, “prensa obrera”, “cipayos”, son todos significantes de un siglo que se fue
hace veinticinco años.
En el fondo pienso que son gente triste, melancólicos que permanecen en una forma profunda de desesperanza e inutilidad, y que como ese vecino (al cual uno esquiva para que no nos arruine el día) los argentinos debemos dejar de escucharlos si queremos algún día simplemente parecernos un poco más a ustedes, mis hermanos de Uruguay.
