Conocí a mi novio de cuarentena a principios de marzo, justo antes de que toda esta situación comenzara en la ciudad de Nueva York. O quizá lo conocí años antes cuando nuestros hijos asistieron al mismo prescolar, donde disfrutaban jugar cerca pero no el uno con el otro, como lo hacen los niños pequeños.
Cuando iba a recogerlo a veces me quedaba esperando con su entonces esposa para que los niños terminaran de hacer sus cosas. Ella y yo hablamos un poco, y me enteré de que, como yo, se casó a una edad más madura, tuvo un hijo casi de inmediato y estaba tratando de navegar una carrera bien establecida sin poder regresar a la oficina de tiempo completo.
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá