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20 de agosto 2023 - 5:04hs

“No guío corderos, despierto leones”. Buen slogan, Milei. El nuevo fenómeno de la política argentina, Javier Milei, es un señor marketineramente inteligente. Busca pegar fuerte con sus afirmaciones y se auto publicita como políticamente incorrecto, con un discurso en el que combina -peligrosamente- verdades, mentiras y medias verdades. Creo que estas últimas son las más peligrosas, porque no es fácil para el ciudadano de a pie, que debe preocuparse de cuestiones tanto más complicadas como dar de comer a su familia o buscar trabajo o pagar deudas, distinguir lo que parece verdad, lo que podría ser verdad y lo que tiene apariencia de “razonable”, de lo que es realmente verdad.

En su catarata de afirmaciones polémicas, que ahora comenzaron a suavizarse en un proceso electoral que lo hará buscar al menos un 10% más de los que los votaron en las PASO para soñar con un triunfo directo en primera vuelta, Milei mete de todo y así, confunde. El desencanto y descreimiento que lógicamente afecta a muchos argentinos, luego de años de gobiernos ineficientes en el mejor de los casos y con un alto grado de corrupción en el peor, es el caldo de cultivo ideal para que la confusión se transforme en votos a un candidato que, a juzgar por sus palabras, podría ser muy peligroso para la democracia de su país. Del dicho al hecho hay un buen trecho, pero las palabras siempre marcan.

Lo que está sucediendo es que estas verdades, medias verdades y mentiras, consolidaron a un candidato que ahora ya integra la “casta” (así la llama) de la política argentina.  “Hemos logrado construir esta alternativa competitiva que no solo dará fin al kirchnerismo, sino que además dará fin a la casta política parasitaria chorra e inútil que hunde a este país”, dijo en su discurso triunfal, el domingo de las PASO. Si su carrera política sigue en ascenso, no solo pasará a integrar la casta sino que además deberá negociar con y en ella constantemente.

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El discurso del candidato se centra en la “libertad”, tal vez el concepto más amplio, más maleable y más discutido de la filosofía moderna. Su segundo pilar discursivo es la “casta política argentina”, todos los que -considera- viven del Estado, hacen políticas “en contra de la población” y no han podido solucionar los problemas del país. Milei quiere libertad extra para sus compatriotas y quiere destruir a la casta. Hasta acá todo se entiende con bastante claridad.

Luego vienen las propuestas del candidato, que van desde la dolarización y eliminación del Banco Central hasta el libre porte de armas y la venta de órganos, porque en su opinión “es un mercado más”. Milei también ha dicho que privatizará la obra pública, pero que no eliminará los planes sociales. Y que el calentamiento global es una mentira. Esta afirmación lo hizo acreedor al “falso del año” en 2021, según el sitio de fact checking Chequeado.

Hay que escucharlo con atención y repetidamente, para comenzar a identificar sus caballitos de batalla, para diferenciar sus verdades y medias verdades y sus opiniones, que por supuesto no son hechos. Está en contra del aborto pero a favor de un mercado de venta de órganos que, de autorizarse, será casi imposible de regular y podría hasta generar asesinatos en búsqueda de un hígado, por mencionar una sola contradicción.
“En mi gobierno no va a haber marxismo cultural y no voy a estar pidiendo perdón por tener pene. Si de mí dependiera cerraría el Ministerio de la Mujer”, dijo en una entrevista. La frase parece contundente, pero es un barrial del que no se puede deducir demasiado. Es posible estar en contra del aborto, de la agenda de derechos y hasta de la educación sexual para niños y jóvenes, sin necesidad de obviar que en esta sociedad se necesitan organismos especializados que trabajen para intentar reducir la violencia doméstica, por ejemplo.

Es tanto y tan contradictorio lo que dice Milei, que en el embrollo se puede pensar que es un súper héroe que viene a salvarnos de la corrección política, ese supuesto mal de la vida moderna que nos censura a cada paso. A eso se refirió el senador Sebastián da Silva en entrevista con Búsqueda, cuando consideró que el candidato es “una reivindicación de la derecha, de lo políticamente incorrecto, del concepto de libertad”. Y agregó: “La exageración de lo políticamente correcto idealiza una vida inexistente por la cual uno vive encorsetado por un leviatán estatal o de normas que te van condicionando desde la galletita que desayunas hasta si podés o no comprar un perro de raza”.

El senador lleva agua para su morral y dice que Milei entendió a una parte de los argentinos frustrados con el “relato cultural hegemónico de la izquierda”. Pero olvida que el candidato apunta contra “la casta” en general, y que eso incluye izquierda, centro derecha y que venga lo que venga. “Parece que la gente se aburrió de lo políticamente correcto”, agregó da Silva en la entrevista, aclarando que en Uruguay los que hacen discurso anticasta son él y su colega nacionalista, la senadora Graciela Bianchi.

Es también una media verdad entreverar lo políticamente incorrecto, un concepto laxo si los hay, con el discurso anti política, con el que de ninguna manera se puede identificar a estos senadores que están en el corazón del partido de gobierno. Afirmar, como lo hizo da Silva en esos días, que no respeta los límites de velocidad y pone en riesgo su vida y la de otros en la carretera, no es una afirmación que lo libera de la corrección política. Es una falta de respeto a las normas, en boca de un senador de la República. 

En esos días se ha repetido la pregunta de si podría surgir un Milei uruguayo. Sería tema para otra columna, pero mientras tanto vale la pena recordar que lo que existe mucho en este país son esas medias verdades que confunden y desinforman. Los ejemplos sobran, sobre todo a la hora de oponer sin ideas. Quiero pensar que estamos a salvo, al menos por ahora, de un candidato que no crea en los partidos, que en este país son uno de los pilares de la democracia. Pero ciertamente no estamos a salvo de las mentiras cortas, de las medias verdades que son las que, entre otras cosas, desembocaron en Argentina en candidatos de ideología y propuestas tan erráticas como las de Milei.

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