Buddy fue sacrificado por sus dueños el 11 de julio, luego de que amaneciera esa mañana arrojando sangre por la nariz y la boca. Habían pasado seis semanas desde que se convirtió en el primer perro en Estados Unidos en ser confirmado positivo de covid-19.
Pero fue ahora, 20 días después de su deceso, que se conoció su identidad y los detalles de su caso.
Se sabe que padecía también un linfoma. Lo que no está claro, —ni se sabrá ya porque Buddy fue incinerado—, es si el cáncer lo hizo más susceptible al contagio, o si el virus lo enfermó, o si simplemente fue una coincidencia.
En junio pasado, se conoció de la generalidad del caso mediante un comunicado del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), que indicó la ubicación del animal (Staten Island, Nueva York), su raza (pastor alemán), su probable fuente de transmisión (un propietario dio positivo) y su estado (se espera recuperar), según refiere National Geographic.
La publicación advierte que hay muy pocos registros públicos de mascotas que dieran positivo en Estados Unidos.
Buddy fue uno de esos casos. Un perro que nunca había estado enfermo y que era la alegría en la casa de la familia Mahonney, al que le gustaba correr entre los aspersores del jardín, hacer largos paseos en auto y nadar en el lago y, además, era el guardián de Duke, el otro pastor alemán de 10 meses que había en la casa.
La agonía del perro comenzó a mediados de abril, antes de su séptimo cumpleaños, cuando desarrolló una mucosidad espesa en la nariz y respiraba con dificultad. Robert Mahonney, su dueño, pensó entonces que el pastor alemán podía tener el virus porque él mismo lo había estado padeciendo durante tres semanas en la que se sintió débil, con picazón en la garganta y perdió el sentido del gusto.
En las semanas siguientes, Buddy bajó de peso y se mostraba inactivo y somnoliento.
Los Mahonney llevaron a Buddy a tres veterinarios diferentes en Staten Island, pero ninguno pensó que eran los efectos del coronavirus.
Le encontraron, sin embargo, un agrandamiento del bazo y el hígado y un soplo cardíaco.
Durante dos semanas, al animal le suministraron antibióticos, dos medicamentos para el corazón y luego esteriodes. Pero persistían las dudas médicas acerca acerca del contagio, ni tampoco hallaron rastros del linfoma que podía ser causa de la enfermedad que padecía Buddy.
Solo 25 mascotas, apunta National Geographic, han sido diagnosticadas en Estados Unidos como enfermas por coronavirus, pero no hay indicaciones sobre cómo tratar a los animales que se contagian. Solo se sabe que suelen tener síntomas leves y luego se recuperan. No fue el caso de este pastor alemán.
Cuando Buddy fue finalmente confirmado como positivo, en la tercera de las clínicas a las que acudió la familia, Mahonney preguntó si le harían más pruebas, pero nunca les pidieron más exámenes.
El 11 de julio, cuando hallaron a Buddy en la cocina con el vómito de sangre, lo llevaron al veterinario y allí tomaron la decisión de sacrificarlo.
A Mahonney no le preguntaron sobre si le realizaban una necropsia al perro, solo si lo cremaba o lo enterraba. Él prefirió la incineración.
Fue el día de su muerte, cuando le confirmaron a los Mahonney que Buddy tenía casi con certeza un linfoma.
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