STEFANI REYNOLDS / AFP

Nuevo consenso de Washington

La ortodoxia económica estadounidense de ayer es la herejía de hoy

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20 de abril de 2023 a las 12:12

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Edward Luce

Si te gustan los viajes en el tiempo, lee el discurso que Bill Clinton pronunció en 2000 instando al Congreso a admitir a China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). La entrada de China enriquecería a los estadounidenses y ayudaría a convertir a China en un país libre, dijo él. "No hay duda de que China ha estado intentando reprimir enérgicamente el Internet", admitió Clinton entre risas. "¡Buena suerte! Es como intentar clavar gelatina a la pared", Clinton comentó.

Menos de un cuarto de siglo después, China vive detrás de un Gran Cortafuegos, y el Consenso de Washington hace tiempo que se ha declarado muerto. Aquel término, acuñado por un economista británico en 1989, consistía en máximas del libre mercado. Su garante era EEUU y sus tropas especiales eran el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). La lista de diez puntos era exclusivamente económica. La geopolítica había perdido su relevancia desde el final de la Guerra Fría.

El pasado es otro mundo. El objetivo de integrar a China ha sido sustituido por un debate sobre cómo ‘des-integrar’ a China. Comparemos el discurso de Clinton — el punto máximo del Consenso de Washington — con la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G7 de esta semana, la cual estuvo centrada en desacoplarse de China. Comparemos el estatus marginal del FMI y del Banco Mundial en la economía mundial actual con los organismos hegemónicos de Bretton Woods de la década de 1990.

El nuevo consenso de Washington difiere del anterior en tres aspectos clave. Primero, Washington ya no es la Roma indiscutible del mundo actual. Tiene competencia por parte de Beijing. Por lo tanto, el nuevo consenso en gran medida se circunscribe a Washington misma, en lugar de al jactancioso EEUU que estableció los estándares mundiales tras el final de la Guerra Fría. Se trata de un consenso político estadounidense cuyo exponente más duro es Donald Trump. Él habla de cómo el comercio con China ha creado una "carnicería estadounidense" y ha conducido a la "violación" de EEUU. El lenguaje de Joe Biden es mucho más suave, pero su aplicación es más rigurosa. La política de Biden es un trumpismo con rostro humano.

Segundo, el nuevo consenso es geopolítico. Tiene herramientas económicas, como repatriar las cadenas de suministro, darle prioridad a la resiliencia más que a la eficiencia, y las políticas industriales. Pero éstos son, en gran medida, medios para conseguir un fin de seguridad nacional, el cual es contener a China. El antiguo consenso era un juego de suma positiva: si un país se enriquecía, los demás también lo hacían. El nuevo consenso es de suma cero: el crecimiento de un país se produce a expensas del de otro.

La tercera diferencia es que el nuevo consenso es tan pesimista como el antiguo era optimista. En ese sentido es intuitivamente menos estadounidense que el que sustituyó. El espíritu de "sí se puede" ha dado paso a una lista de "no se pueden". El EEUU de hoy no puede cerrar acuerdos comerciales, no puede negociar normas digitales globales, no puede acatar las resoluciones de la OMC y no puede apoyar las reformas de Bretton Woods. Washington ha perdido la fe en el multilateralismo económico.

¿Será eficaz el nuevo consenso? La prueba definitiva es si, a la misma vez, a China se le puede contener, involucrar, hacerle competencia y persuadir para que acepte el orden liderado por EEUU. La Washington actual conviene con todos estos enfoques, algunos de los cuales son más sofisticados que otros. El propio Biden se enfoca más en la competencia que en la persuasión. Su objetivo no es desacoplarse de China, sino crear lo que Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional estadounidense, denomina un "patio pequeño" con una "valla alta".

Eso significa que EEUU seguirá comerciando con China, excepto en bienes que puedan utilizarse para mejorar el ejército chino, lo cual significa semiconductores de alta gama y cualquier cosa que impulse las ambiciones de inteligencia artificial (IA) de China. No es obvio dónde se puede trazar con seguridad esa línea, lo cual sugiere que el pequeño patio de Sullivan se ampliará con el tiempo. Sin embargo, en comparación con los políticos de línea dura con respecto a China fuera de la administración Biden, el enfoque de Sullivan es matizado y flexible. Aun así, se sigue planteando la pregunta: ¿cómo puede China integrarse en un orden liderado por EEUU en el que el propio EEUU ha dejado de creer?

Biden aún no ha dado una respuesta clara a esa pregunta porque es extremadamente difícil. Él quiere privar a China de los medios para alcanzar la paridad militar con EEUU sin provocar un conflicto entre EEUU y China o un retraimiento económico mundial. Un desacoplamiento a gran escala empobrecería a todos y crearía un mundo orwelliano de bloques hostiles. Una vuelta al "statu quo ante" — lo que Clinton estaba exaltando — aceleraría el ascenso de China.

El enfoque intermedio entre el antiguo Consenso de Washington y el nuevo consenso consiste en preservar lo bueno del antiguo, en lugar de descartarlo todo. Por supuesto, la historia no ha terminado. Sin embargo, del mismo modo, el futuro aún está por escribirse. Ninguna potencia será su única autora. Pero EEUU aún tiene un papel determinante con respecto a definir si el guion será sombrío o ligero.

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