María Michelena y Ana Lecueder, presidenta y vicepresidenta respectivamente de OMEU, Organización de Mujeres Empresarias, Ejecutivas y Emprendedoras del Uruguay conversaron sobre las brechas - viejas y nuevas - que persisten contra el empoderamiento económico femenino, el prestigio de OMEU como interlocutora de estos temas y las iniciativas en las que están trabajando como organización. A continuación un resumen de la entrevista.
Hace unos años publicaron una encuesta junto con ONU Mujeres y otras organizaciones sobre las barreras que enfrentan las mujeres empresarias, entre las que destaca el acceso al crédito ¿Se mantienen esas barreras?
MM: Si. Las barreras que se identificaron históricamente se mantienen, y la mala noticia es que en muchos casos el gap está creciendo en vez de disminuir. Hay un nivel primario de observación que una puede ver lo más visible y después cuando se va trabajando con las temáticas vas descubriendo otro tipo de barreras, más invisibles. Capaz que más veladas, pero también dramáticas. Por ejemplo el acceso al financiamiento; que tiene, como mínimo, dos grandes fuentes: el acceso de la mujer empresaria a obtener financiamiento del sistema formal - es decir los bancos, las financieras, las diferentes entidades del mercado de capitales - y después el acceso de la mujer a las temáticas de inversiones en sí mismas, a convertirse en inversoras de otras personas (mujeres u hombres).
Cuando uno ahonda en el por qué, no hay nada escrito. No hay ninguna política crediticia que diga “una mujer no va a acceder al financiamiento”, pero si hay barreras invisibles. Por ejemplo, vinculado con la inteligencia artificial y el uso de las herramientas tecnológicas. Los scorings para aceptación o no de un crédito, se hacen de forma automatizada, con modelos estadísticos. Pero esos modelos se hacen en base a comportamientos históricos de las personas y en la medida que en la propia historia hay un menor porcentaje de mujeres empresarias y por lo tanto un menor acceso al financiamiento, eso en sí mismo se vuelve un factor de penalización. O sea, no hay antecedentes positivos, simplemente porque no hubo suficientes mujeres antes para generarlos.
Hace algunos años, cuándo hablábamos de la barrera del financiamiento no estábamos hablando de la inteligencia artificial, es decir que seguimos profundizando motivos y razones dentro de las mismas barreras.
AL: Hay barreras culturales fundamentalmente. Por eso nosotras trabajamos en nuestros programas también para romper esas barreras intrínsecas a las mujeres. Porque venimos con una programación que indica que hay cosas que no nos animamos a hacer. Entonces tenemos una formación de habilidades duras, iguales o mejores que los hombres muchas veces, se ve en los egresos de la facultad y de los posgrados, y después cuando llega el momento algo falla. También es parte importante de OMEU trabajar sobre esas problemáticas y sobre esas trampas internas que nos hacemos.
MM: Estos mandatos, que históricamente han ocurrido, como por ejemplo que los números no son para las mujeres, hacen que yo crea que no tengo estas capacidades. Entonces este tipo de brechas no solamente se ven a nivel de los créditos otorgados (que son muy bajos respecto del total de créditos), se ve exactamente lo mismo al inicio, en los créditos solicitados. Es decir, se otorgan muchos menos créditos porque hay muchos menos créditos solicitados por mujeres. OMEU trabaja muy activamente en eso, porque es uno de los puntos medulares.
¿Cómo llegó OMEU a ser una de las organizaciones más representativas de su rubro?
MM: Es un camino de muchas personas visionarias. OMEU el año que viene cumple 15 años, así que es un camino que se ha venido transitando de diferentes formas y ha tenido la capacidad a lo largo del tiempo de entender el contexto histórico y básicamente su objetivo, y hacia el apuntar su propuesta de valor.
Por eso nace como una organización de mujeres empresarias y ahí era donde tenía solamente su única “e” y a lo largo del tiempo va ampliando su objetivo y abarca a todas las mujeres en su desarrollo económico y laboral. A partir de eso va desarrollando programas, entendiendo el contexto.
OMEU es una organización sobre todo de acción. Es decir que toma diagnósticos preexistentes, de todas las fuentes fiables que hay en el tema, entiende el contexto y desarrolla programas para solucionar esa problemática. Año a año ha crecido en su capacidad de impacto lo que le ha permitido obtener más apoyos. Somos una asociación sin fines de lucro, nos financiamos básicamente de sponsors, fondos concursables y el aporte de las socias.
Hoy por hoy somos las más representativas porque impactamos, por año, a más de mil mujeres de todo el país, con todos los programas que tenemos.
OMEU trabaja en dos aspectos fundamentales: a nivel de la persona con sus programas y a nivel del contexto. En el contexto es donde teóricamente menos podríamos influir. ¿Cómo trabajamos? Es un rol capaz que más silencioso, menos visible pero colaborando con la política pública. Es decir diagnosticando, observando y proponiendo, para decir dónde existen estas desigualdades. Entonces trabajamos para que ese contexto se pueda mejorar y se pueda generar un punto de partida más equitativo a partir de la legislación.
OMEU, y por eso hablamos de nuestra representatividad, tiene una silla en el Consejo Nacional de Género, presidido por INMUJERES. Nosotras conjuntamente con la Cámara de Comercio somos la asociación de la sociedad civil que representa el tema.
¿Están trabajando en alguna iniciativa legislativa o programa con el gobierno para impulsar los cambios deseados?
AL: Algo muy importante que se logró este año, porque OMEU está en la mesa para contribuir a las políticas públicas, es el sello de calidad con equidad de género que se implementó también para el sector privado.
MM: Fue el primer logro dentro del Consejo Nacional de Género. El sello tiene varias ediciones y la innovación que se trabajó el año pasado, fue el sello de gestión con equidad de género para el sector privado. Y ahí sí fue una participación muy activa de OMEU. Básicamente es una herramienta, para no decir solamente ‘lo hago bien’ (como cualquier certificación), sino porque además es en sí mismo un elemento diferenciador de la gestión de una empresa.
Hay incluso condiciones crediticias favorables para una empresa que cumple con condiciones de sostenibilidad social, entre ellas la igualdad de género. Entonces este sello es algo requerido y puede ser un elemento diferenciador para una marca.
En este año, también en ese mismo marco, se ha trabajado con dos instrumentos que son el monotributo social mides con óptica de género, que apunta a ciertos segmentos; para que en la propia herramienta del monotributo haya facilidades que tiendan a corregir aquellas desigualdades de partida. Tiene mucho que ver con el equilibrio de trabajo y familia y con el acceso a los cuidados; para que, por ejemplo, aquella emprendedora que además es jefa de un hogar monoparental tenga algunas posibilidades como el acceso a un CAIF.
Además también estamos trabajando desde el Consejo, en un proyecto de compras públicas con lente de equidad de género. Se trata de alguna forma de poder acceder al instrumento de la compra pública - que es muy potente, porque el Estado compra mucho e invierte mucho dinero en servicios y productos - para que estas empresas que trabajan en alguna herramienta de equidad puedan tener algún beneficio o un tratamiento preferencial.