Lusiardo enseña la fosa en el batallón 14.

Nacional > Ciencia detrás del hallazgo

Qué dicen (y no) los huesos encontrados en el Batallón 14 sobre el pasado y la "operación zanahoria"

La rotura en el cráneo podría indicar un traumatismo; buscan si hay restos de bala y ponen en duda la "operación zanahoria"
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10 de junio de 2023 a las 05:03

Los huesos hablan. La tierra también. Por eso cuando la retroexcavadora dio su tercera marcha del día en el “monte” del batallón 14 —antes de que su maquinista advirtiera la presencia de un cráneo— un polvo blancuzco a solo dos baldosas de longitud bajo la superficie vociferaba sin que lo llamaran: acá hay restos humanos que —casi con seguridad— pertenecen a uno de los desaparecidos por la dictadura cívico militar.

Ese polvo blancuzco —óxido de calcio o cal— era el mismo que había aparecido rodeando los cuerpos de los cinco desaparecidos —hoy identificados— que fueron encontrados bajo tierra en algún predio militar. Hubo un sexto caso —Roberto Gomensoro— que escapó al patrón común: había sido encontrado en el curso del Río Negro hace 50 años, antes del golpe de Estado del 27 de junio.

Gustavo Casanova, uno de los más entusiastas en el equipo de antropólogos que intenta hallar los restos de los desaparecidos y que desde hace 16 años se repite cada mañana de trabajo “¡hoy vamos a encontrar algo!”, estaba en la mañana de este martes cuando se vio el polvo blancuzco. Ya sabía que la cal era usada por los represores y sus colaboradores para desintegrar lo más rápido posible los tejidos blandos, pese a que conserva mejor el estado de los huesos (calcifica). Fue el primero en bajar a la fosa y, con los primeros movimientos de tierra, observó una novedad: el cuerpo estaba boca abajo.

Desde las ocho de la mañana de ese martes, en que había iniciado la labor de rutina, hasta las nueve de la noche del miércoles en que lograron rescatar el esqueleto “casi completo”, Casanova y sus colegas apenas durmieron en una carpa que le dio el Ejército. Estaban preocupados —ocupados— en que la inminente lluvia no les aguara la reconstrucción exhaustiva de la escena del crimen.

Un aguajero de bala en el cráneo y restos de plomo en el pecho de Julio Castro, encontrado hace menos de 12 años a menos de 100 metros del nuevo hallazgo, les había permitido asegurar que el maestro y periodista había sido ejecutado. La clavícula izquierda algo desfigurada de Eduardo Bleier —desenterrado en el batallón 13— les había hecho especular que esa persona había practicado el violín en su etapa de desarrollo. El resto de una guirnalda navideña en uno de los bolsillos de Ricardo Blanco —aparecido en el batallón 14 en 2012— les daba la pista de que esa persona había sido detenida y desaparecida en las vísperas de fin de año. Aunque también los diseños en parte de su calzoncillo les hicieron sospechar —erróneamente— que se trataba de una mujer.

El fiscal Ricardo Perciballe dijo que “hay presunción de sexo” en el nuevo cuerpo encontrado. Los huesos hablan: la curvatura del sacro permite distinguir entre un hombre y una mujer, también lo reconoce una mandíbula angular con terminación cuadrada en la barbilla que refiere a un varón o una más redondeada que advierte de una mujer. O los tamaños. Por eso enseguida empezaron las especulaciones: que el cráneo encontrado es muy chico y sería de mujer, que la información que se había obtenido en el primer gobierno de Tabaré Vázquez refería a que en ese predio habría sido enterrada María Claudia García de Gelman, que los dos varones desenterrados allí habían sido detenidos en el Servicio de Información de Defensa (SID) por lo que sería un caso en los que intervino ese organismo represor...

Pero los investigadores hacen oídos sordos y aclaran que, por ahora, no puede saberse el sexo. “El cráneo es chico porque no está completo, hay una parte rota que habrá que investigar si es fruto de un traumatismo o qué, y encima está rodeado por mucha cal que hace imposible arriesgar sobre el terreno... hasta que no se limpien los huesos, se los mida en el laboratorio y se los compare con las tablas de referencia no se puede estimar la probabilidad de que se trate de un varón, una mujer o sexo indefinido”, explica a El Observador la antropóloga forense Alicia Lusiardo, jefa del equipo de pesquisa.

Este viernes, ahora que los focos de la televisión se apagaron, los investigadores volvieron al terreno para “zarandear” la tierra y las paredes de la fosa e incluso para pasarle agua a los sedimentos en busca de un nueva señal. Ya habían encontrado “todos los huesos grandes y los planos”, ya cuentan con la mayoría de los 206 huesos que constituyen el esqueleto humano, y “a los sumo falta alguna pieza chica de las manos o pies, y algunos dientes”.

Investigadores separan el material para estudiar en el laboratorio.

Porque a diferencia de aquel resto de calzoncillo de Blanco, el pantalón de pana de Castro o una especie de pijama o camisa con bolsillo que cubrió el cuerpo de Bleier (por encima no puesto), en el nuevo esqueleto boca abajo no había siquiera una moneda, un anillo, un pedazo de tela.

Ni siquiera está la explicación para la rotura del cráneo. “Le pasamos el detector de metales y no sonó”, cuenta Lusiardo, quien ahora se apresta a hacerle una radiografía al cráneo en busca de que los rayos X le den algo más de información. Lo mismo pasará con parte del tórax, porque algunas costillas quedaron muy adheridas a la cal y los antropólogos no pudieron estudiar aún su estado de conservación. El análisis sobre la mesada del laboratorio iniciará esta semana y allí se buscarán las mejores muestras para la extracción de ADN que se llevarán a Argentina para cruzar con la base de datos más grande de desaparecidos en la región.

El único elemento “extra cuerpo humano” que encontraron fue una losa con ladrillo y concreto que cubría el cuerpo, similar (aunque de otro material) que la hallada sobre los restos de Fernando Miranda en otro batallón. “Sobre Bleier había una especie de pedregullo que no llegó a constituirse en losa... tal vez estamos ante otro patrón común”.

¿Qué dicen y qué no los restos encontrados?

Un día la picota que excava la tierra choca con algo duro: no es roca ni diamante. Es una tibia, un fémur, unas cuantas costillas, una mandíbula que alguna vez habló y ahora vuelve a hablar. El poema de Óscar Hahn resonó otra vez. En Uruguay los huesos vienen diciendo que aquí se detuvo, se desapareció y enterró gente. 

Pero a diferencia del poema de Hahn que hacía referencia a la dictadura chilena, en el caso uruguayo jamás se encontraron duplicaciones de un fémur derecho o dos tibias izquierdas que hicieran sospechar que se tratara de dos cuerpos distintos… de una fosa común. No quiere decir que no pueda haberlas, solo que la evidencia científica no lo permite asegurar hasta el momento.

Tampoco hay indicios por la posición de los huesos de que los cuerpos hayan sido desenterrados y vueltos a enterrar en otro lugar. “Todos los casos hallados en Uruguay, incluso el del martes, respondían a un enterramiento primario que lo sabemos porque cada hueso está en su ubicación anatómica natural”, explica la antropóloga Lusiardo.

¿Qué significa? Los enterradores tiraron cal, encima el cuerpo y otra vez cal. El polvo blancuzco hizo soluble los tejidos blandos que fueron desintegrándose con la humedad de la tierra. Quedó el esqueleto en la posición en la que va cuando el cuerpo está completo. Si hubiese habido una “operación zanahoria” —desplantar y volver a plantar—, con los restos hallados, los huesos —sobre todo los más pequeños— deberían estar en posiciones alteradas o quedarían algunas piezas perdidas.

¿Existió la “operación zanahoria”? Lusiardo insiste en que “es una hipótesis no constatada”. Su antecesor, José López Mazz, está convencido de que ocurrió y lo fundamenta en dos elementos: los relatos de quienes dicen haber visto el movimiento de palas, las marcas de esas excavadoras y el reconocimiento del Ejército.

En esa línea, hay dos interpretaciones sobre los restos aparecidos. Una demostraría que los cuerpos están donde estaban desde el principio y no hubo una operación de extracción. Otra que se apoyaría en que estos cuerpos son aquellos que, en el apuro o el error de cálculos, los militares no pudieron borrar.

Si esa operación zanahoria existió, tampoco se sabe cuál acabó siendo el destino final de los restos. Pudo haber un nuevo entierro clandestino de parte de los huesos desordenados en otro lugar, o bien el intento de desaparición incinerando los cuerpos y tirándolos al Río de la Plata. Pero, de ser así, ¿dónde están los hornos de aquella operación?

La hipótesis de la “operación zanahoria” es un parteaguas en la estrategia científica de la búsqueda de desaparecidos. Casanova, quien estuvo en las dos tácticas, lo recuerda: “Antes se buscaba remoción de tierra, bajo el supuesto de una operación zanahoria, se hacían trincheras de 50 a 60 metros, en base a declaraciones de testigos o aproximados, y así fue que le pasamos al lado a la mayoría de cuerpos encontrados”. Ahora, bajo la nueva lógica, “el objetivo es no dejar ningún pedazo de tierra sin estudiar”.

En el batallón 14, en un área de 32 hectáreas a la que testigos refieren como “el monte” o “el monte viejo”, los investigadores habían retomado la búsqueda a los costados de las trincheras hechas en la vieja estrategia.

La nueva metodología es más lenta y, como define Lusiardo, está pensada para “no dejar ni un solo milímetro sin excavar". Entonces los antropólogos dividen el terreno en cuadrícula de diez por diez parcelas. Luego de que se limpia la zona —se quitan los árboles, los arbustos, la maleza— se marca un punto de partida, la pala mecánica excava en hileras de a diez, un técnico desciende al pozo para mirar las posibles anomalías del terreno, anota, saca fotos para dejar documentación, y, de no haber nada extraño, se sigue con diez pozos más, y así.

Según la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente de Uruguay son 197 los desaparecidos en la última dictadura. De ese total, misma cifra que maneja la Institución de Derechos Humanos que ahora lidera las búsquedas, de unos 22 cuerpos hay datos o testimonios que indican que están enterrados en suelo uruguayo.

El esqueleto fue recuperado "casi completo".

En el batallón 13, donde fueron hallados los cuerpos de Miranda y Bleier, el común denominador fue la fecha de captura —entre 1975 y 1976—, el lugar de detención —300 Carlos, o el Infierno— y el organismo antisubversivo que operó. “Como hipótesis cabría pensarse que en ese batallón fueron enterrados los desaparecidos de la operación Morgan contra el Partido Comunista”, dice Fabiana Larrobla, la última coordinadora de las investigaciones históricas. Porque, como los huesos y la tierra, los archivos a veces también hablan.

En el predio del batallón 14, donde ocurrió el nuevo hallazgo, el de Castro y Blanco, “el patrón es más difuso”, reconoce Larrobla. Se supone que los entierros podrían estar vinculados a desapariciones entre 1977 y 1978, en parte de la arremetida contra el Partido Comunista Revolucionario, con conexiones internacionales —por eso interviene el SID—, en que se detienen a periodistas, o nexos con grupos de otros países. ¿Puede tener que ver con los vuelos desde Argentina? “No lo sabemos aún”, insiste la historiadora. Castro y Blanco estuvieron en "la casona" del SID, pero Blanco luego fue a La Tablada vandalizada ayer—, y Castro no. 

Julio César Barboza, quien en la dictadura era un joven militar en el SID y que renunció por el horror a su alrededor, declaró en el juicio por el Plan Cóndor, en Roma, el encuentro que tuvo con María Claudia García de Gelman, quien había sido secuestrada en Argentina y trasladada a Uruguay. Dijo: “Se trataba de una mujer joven de aproximadamente unos 25 años, de pelo castaño oscuro, de tez blanca y lozana, de trato muy dulce. Pude comprobar que luego del mes de octubre dio a luz a una criatura —no pude saber el sexo— y que fueron trasladados ambos, una noche, por el teniente coronel [Juan Antonio] Rodríguez [Buratti] y el capitán [José Ricardo] Arab, con destino que desconozco. El único comentario que le escuché a Arab fue: ‘A veces hay que hacer cosas embromadas’”.

La tierra y los huesos hablan de esas cosas "embromadas".

Investigadores piden más información

Hay datos imprecisos, hay “cáscaras de banana” para desviar la investigación y hay información de calidad que falta. Por eso el grupo de antropólogos pide que se les envíe —incluso bajo anonimato— aquella información que les permita llegar a la verdad:
Celular: 092 498 896
Facebook: Giaf Uruguay
Instagram: @giafuruguay
Twitter: @GIAF_Uruguay

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