Una encuesta que realizó la consultora PwC relevó qué tanto conocen los altos cargos ejecutivos de distintas empresas en Uruguay las criptomonedas. Según el relevamiento, el 24% (1 de cada 4) de los participantes de la muestra afirma haber utilizado criptomonedas. En los últimos meses el Bitcoin se ha disparado y está muy cerca de llegar a los US$ 20 mil.
Del relevamiento surgió que la compra entre pares resulta el modo más frecuente de acceder a las criptomonedas, lo cual es consistente con la ausencia de casas de cambio operando en el medio local. Una posible desventaja de este método es la ausencia de procedimientos de debida diligencia del cliente y un mayor riesgo de incumplimiento de la parte vendedora luego de realizado el pago.
De la misma forma que en el mundo offline un cheque debe ser firmado para que el banco procese el pago, las transacciones de criptomonedas deben contar con una firma digital para ser procesadas por la blockchain. Esta firma solo es válida si fue realizada con la clave privada vinculada al activo digital que se pretende transferir. Dada la importancia de las claves privadas, suelen ser muy robustas, pero poco amigables para el usuario. Ante esta situación, existen proveedores que ofrecen servicios de custodia, lo que lleva a un esquema de intermediación entre el usuario y los valores digitales.
El 43% de los ejecutivos que no tuvieron criptomonedas afirman que la principal barrera responde a los riesgos vinculados a esta clase de activos. Los principales riesgos se vinculan con la volatilidad, ciberseguridad y riesgo operativo en el manejo de las claves privadas. El segundo motivo (24%) es el desconocimiento de cómo adquirirlas, a pesar de tener interés en hacerlo, luego siguen la ausencia de regulación y el insuficiente interés, ambas con e 16%.
De acuerdo a la encuesta, 1 de cada 2 directivos recibiría el cambio en stablecoins al realizar una compra. Las stablecoins son criptomonedas diseñadas para mantener un valor estable. Normalmente, se encuentran ligadas al valor de una moneda fiduciaria, como por ejemplo el dólar estadounidense o el euro. Al disipar la volatilidad, esta clase de activos habilitó el surgimiento de plataformas para la prestación de servicios financieros basados en criptomonedas, lo que comúnmente se conoce como DeFi (Descentralized Finance).
Los participantes fueron consultados por distintos usos posibles para las stablecoins, entre los que se destacan los pagos, con un 73% de respuestas afirmativas, seguidas por las inversiones, con un 63%. En tanto, si se considera a los inversores que utilizan los instrumentos de menor volatilidad (bienes inmobiliarios y depósitos a la vista en moneda extranjera), un 61% estaría dispuesto a invertir en stablecoins.
En tanto, el 80% de los usuarios que realizan pagos en efectivo frecuentemente y muy frecuentemente, manifiestan que utilizarían stablecoins como instrumentos de pago. Por otro lado, el 51% de los encuestados no conocía el e-peso, moneda digital emitida en forma piloto por el BCU. A su vez, un 88% de dicha población no es usuaria de criptomonedas.
El 69% de los participantes considera que en los próximos cinco años se podrá usar dinero digital emitido por gobiernos. A su vez, otro 53% estima que en los próximos cinco años podrá usar dinero digital emitido por privados, como por ejemplo la Libra, de Facebook. Finalmente, otro casi el 70% señaló que requiere mayor información para comprender cómo el desarrollo de esta tecnología puede impactar en su negocio y más de la mitad (55%) de los ejecutivos considera que la tecnología blockchain habilitará nuevas oportunidades en su sector de actividad.
Las criptomonedas son activos digitales diseñados para permitir un intercambio de valor directo entre las partes (de forma similar al funcionamiento de efectivo), pero a través de internet. Esta característica se logra gracias al uso de criptografía avanzada y la tecnología blockchain, para garantizar un funcionamiento correcto y seguro en el ámbito de la economía digital.
La transmisión de criptomonedas no requiere una infraestructura de intermediarios, sino que se hace posible gracias a una red de pares que aportan recursos computacionales para procesar las transacciones, guiados por incentivos económicos.
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