Tiempo de lectura: -'

04 de diciembre de 2020 a las 22:17

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

 Si hay algo más dañino que una mentira es una media verdad. Esta afirmación podría ser un resumen rudimentario de lo que pasó esta semana con un audio de Whatsapp enviado a un grupo de “amigos” por un exjerarca y científico reconocido, en el que afirma verdades, medias verdades, opiniones, especulaciones y supuestos que podrían o no ser verdad en el futuro cercano.

En el fondo del escándalo Ramón Méndez hay, sin embargo, mucho más que todo lo anterior; allí yace el origen de la desinformación, ese fenómeno que parece nuevo e impulsado por las redes sociales pero que es tan antiguo como el ser humano y su condición, propensa a creer mentiras porque nuestra historia y presente están hechos de ficciones en las que lo verdadero y lo falso se entretejen de tal manera que llega un punto en que se hace imposible diferenciar.

Esta semana escuché ¿Por qué creemos en mentiras?, el tercer episodio de Big Questions, un podcast de Bill Gates (millonario, filántropo, creador de ficciones en forma de software y acusado de mentiroso por millones). En él conversa con el historiador y escritor Yuval Harari, quien explica –como punto de partida– que los seres humanos somos la única especie que creemos en cosas y fenómenos que no vemos y que las ficciones –mezcla de leyendas, mitología, imaginación y verdad– son en buena parte la base de nuestra civilización.

Por ese lado, no hay nada de qué asombrarse. Si llevamos la mentira, la verdad y un audio de Whatsapp al presente de un mundo y un país que intentan frenar una pandemia con escasos buenos resultados, el terreno es aún más fértil para que la desinformación haga estragos.

La mayoría de nosotros valoramos la honestidad y la verdad; al mismo tiempo, la mayoría de nosotros somos incapaces de resistir las falsedades, porque alguna parte de una media verdad –a veces ínfima– siembra la duda y de eso a creer, incluso con fanatismo, hay poca distancia. 

Los medios de comunicación suelen ser criticados por manipular a la opinión pública, y más recientemente también las redes sociales. Marshall McLuhan reflexionó extensamente sobre este poder y hasta predijo lo que luego sería internet, pero dudo que haya imaginado que una voz grabada y amplificada entre un grupo privado de personas (otra ficción) también podría generar la peor de las desinformaciones, incluso si lo que dice es en parte verdad.

¿Qué dijo Ramón Méndez, exdirector de Energía durante el gobierno de José Mujica y exjefe de los equipos técnicos de Daniel Martínez en la campaña de 2019? 

  • Que el Ministerio de Salud Pública “perdió el hilo epidemiológico de un 30% de los contagiados”.
  • Que los nuevos rastreadores no han sido capacitados.
  • Que se está “colocando en la gente la responsabilidad del crecimiento exponencial de los casos”.
  • Que a fines de diciembre Uruguay tendrá 500 casos positivos diarios.
  • Que las tres caras visibles del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) le están haciendo “los deberes” al gobierno.
  • Que Rafael Radi, uno de sus integrantes, cambia favores por un laboratorio en el que se invertirán millones.
  • Que esto “se va todo a la mierda”.

¿Y qué cosas de las que dijo son verdades, cuáles son opiniones y cuáles chusmerios? Ahí se abre el terreno de lo que cada uno cree, influenciado fuertemente por nuestros prejuicios y posiciones políticas y filosóficas, y ahí taladra la desinformación, cuya gravedad se multiplica en tiempos de absoluta incertidumbre.

Para empezar, Méndez no es cualquier ciudadano. No es un descolgado gritando teorías conspirativas en redes. El doctor en Física es respetado en el ámbito científico y técnico, por lo cual su voz pesa mucho más. De personas con su experiencia y formación uno esperaría posiciones contundentes y respaldadas. Todos somos víctimas y victimarios en Whatsapp, versión moderna del vecindario del Chavo del ocho, y todos tenemos derecho a equivocarnos. Pero los errores pesan más o menos según quién los cometa. 

Si lo que Méndez dice es cierto, lo primero que debió hacer es redactar un informe en el que expusiera dato por dato con la fundamentación debida y presentarlo ante su partido, ante la comunidad científica y ante el gobierno. En cambio, su viralizado audio se convirtió en la primera voz crítica hacia el GACH pero en tono de “como te digo una cosa te digo la otra” y en un contexto en el que la gran mayoría de la población se ha mostrado favorable al trabajo de los científicos.

¿Significa esto que el GACH y su trabajo son infalibles? De ninguna manera. Tal vez el único aporte que hace el audio de Méndez, aunque solo si logramos reflexionar superada la etapa de chusmerío, es aterrizar en la realidad lo que los científicos han dicho desde el principio: nada es 100% seguro, hay que ir paso a paso a medida que se descubren detalles y comportamientos del virus y de cómo reaccionan los humanos. Proyecciones no es lo mismo que realidad.

El sistema político entero y la comunidad científica dieron rápidamente su apoyo público a los integrantes del GACH, pero el daño está hecho y para hacerlo bastaron unos minutos de audio. No digo esto para culpabilizar más a Méndez, que ya tiene suficiente con su error, sino para tomar conciencia –vos, yo, todos– sobre el poder de nuestras palabras en una era en la que nada es privado y todo puede ser potencialmente viral, para bien y para mal.

El gobierno anunció nuevas medidas el martes y lo hizo a cortísimo plazo, hasta el 18 de diciembre. A la luz del comportamiento de los uruguayos, que empuja el crecimiento de casos, es casi y lamentablemente seguro que no serán suficientes. Es difícil ser gobierno y cerrarle la cortina a empresas que dan trabajo, sobre todo cuando está a punto de arrancar una temporada que será renga. Pero así viene la mano cuando se trata del covid: decisiones imposibles y siempre dolorosas. 

Es evidente que bajamos la guardia. Según una encuesta de Equipos contratada por el gobierno, en abril el 70% de los uruguayos tenía como principal preocupación el covid y la posibilidad de contagiarse. La última cifra de la misma encuesta, de noviembre, indica que solo el 23% define como principal preocupación el contagio de coronavirus. Fue fácil acostumbrarse al discurso de we are fantastic, pero no lo somos y las cifras de contagios demuestran desde fines de setiembre que vamos por el camino equivocado.

Méndez es un personaje público. Por eso, su mensaje no solo le pega fuerte a la credibilidad del GACH sino a la de todos los científicos que, en el acierto y en el error (hablamos de ciencia, no de dioses infalibles), están trabajando para intentar tomar las medidas más adecuadas para contener al virus. 

Lo que dice Méndez –500 casos para fin de año– tal vez será lo que suceda si no funcionan estas medias ni se toman nuevas, pero adelantarlo por un audio de Whatsapp no colabora más que a generar algo de pánico, mucho de miedo y sumar unos cuantos avivados al carro que buscan oponer solo por oponer. El tiempo dirá todo lo que haya que decir, pero sus afirmaciones podrían influir incluso en la decisión de vacunarse.

El 38% de los uruguayos se vacunaría "inmediatamente" contra el covid-19, según una encuesta de Factum. El 20% nunca lo haría. Son cifras que llaman la atención. En estos días alguien me preguntó cómo se podía chequear con total certeza si un tuit de un autoproclamado periodista y tuitero, Daniel Estolín, es verdad. Estolín ya ha protagonizado varias polémicas relativas al virus y en estos días tuiteó “Buena suerte a la hora de tener hijos”, además de compartir el link a un blog en el que se afirma que el jefe de investigaciones de Pfizer dijo que la vacuna tiene el objetivo de esterilizar a las mujeres (y también a los hombres, se agrega al final de artículo). 

La realidad es que es muy difícil chequear informaciones de este tipo para poder desterrarlas con una contundencia tal que deje tranquila a la mayoría. Incluso si se logra confirmar que es una mentira, millones elegirán creerla.

Las teorías conspirativas, ya sabemos, siempre tienen terreno fértil para sembrar la semilla de la duda. Y de la duda al descontrol hay poca distancia. Si Méndez tuvo o no esa intención no es relevante porque los efectos de su audio van en esa dirección. El exjerarca emitió un comunicado en el que dice que es una “víctima” de la viralización. No rectifica la información ni pide disculpas.

A esta altura ni los científicos pueden afirmar que Uruguay está en una fase exponencial, aunque los números apuntan a ese escenario. No debemos ser ilusos ni inocentes. Tampoco alarmistas, aunque haya razones reales para asustarse. Cuidarse entre todos es mucho más que un eslogan.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.