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Sergio Catalán, el corazón de los Andes

En 2007 el arriero llegó por primera vez a Uruguay a ser homenajeado a 35 años de la tragedia de los Andes; meses antes los sobrevivientes le habían costeado una operación de cadera
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11 de febrero de 2020 a las 18:17

(Esta nota fue publicada originalmente el 15 de octubre de 2007 y vuelve a publicarse hoy a raíz de la muerte de Sergio Catalán, el arriero que encontró a Fernando Parrado y Roberto Canessa caminando en busca de ayuda en la cordillera de los Andes)

Hace 35 años el arriero Sergio Catalán encontró a dos jóvenes al lado de un arroyo haciéndole señas. Creyó que eran turistas, pero lograron que entendiera que eran sobrevivientes del accidente de la cordillera. Así emprendió un camino de 140 km para avisar de su paradero y posibilitar el milagro. En 2007, los protagonistas pudieron ayudar a quien les salvó la vida pagando una operación de cadera que le permitió al arriero volver a caminar, y lo invitaron a celebrar.

Su voz es finita, casi inaudible. Su estampa, menuda, humilde, curtida por años de supervivencia en la cordillera. Su alma, sin embargo, es tan grande que el fin de semana cautivó a miles de uruguayos que se lo encontraron en el aeropuerto, en el shopping, en el Parlamento o en Old Christians, donde recibió el homenaje que se merecía desde que hace 35 años salvó a 16 uruguayos en la cordillera. Que generó en todos los que lo vieron una sensación extraña: de admiración y cariño a la vez, de respeto y ternura por partes iguales.

"Agradezco a todos los que me cuidaron con tanto cariño, y también a todos mis hijos uruguayos, porque siempre me dicen que me quieren como un padre". Sergio Catalán, arriero que rescató a los uruguayos

Parado en medio del jolgorio del festejo de la 35° Copa de la Amistad, Sergio Catalán observa con tranquilidad. Soporta estoico la avalancha de periodistas, camarógrafos, admiradores quequieren compartir un segundo con él. Gente a la que nunca vio en su vida, pero que lo quiere como a un familiar,y que busca sacarse una foto, compartir el aura de la persona que encontró a Canessa y Parrado, y abrió la llave para que el Milagro de los Andes pudiera darse. “Me siento avergonzado porque no pensaba que yo significaba tanta atención, nunca pensé en esto, soy solo un hombre que montaba en el cerro”, asegura con la inocencia del que no se siente en su hábitat. Que estaría mucho más cómodo a 2.000 metros de altura, entre sus animales, que en una conferencia de prensa.

Luego de 35 años llegó el momento de que los sobrevivientes le retribuyeran al menos una ínfima parte de lo que les dio, cuando hace tres meses organizaron la operación de cadera que le permitió volver a caminar. Y que le permitirá, con 79 años, volver a montar su caballo para subir a 2.000 metros durante meses a cuidar sus animales, con la comida indispensable y en el medio de la más absoluta soledad. “Volvía de un viaje y me llegó una llamada de un canal de televisión chileno, que me decía ‘el arriero está muy dolorido, no puede caminar, ¿qué van a hacer los sobrevivientes de los Andes?’ Entonces hablé con Felipe Jugo para operarlo, y después Johnson y Johnson y me dijo que tenían una cadera pronta para don Sergio”, recuerda Canessa. Así, en tres llamadas, quedó definida la recuperación del arriero.

"Sergio hizo 140 kilómetros para avisar que había encontrado dos personas que nunca había visto. Si no hubiera hecho eso, hoy no estaríamos acá". Gustavo Zerbino, sobreviviente de la tragedia de los Andes

Jugo fue uno de los jugadores de Old Boys que esperaban a los azules en aquel octubre de 1972. “Sentí una gran felicidad de poder ayudar. Hicimos el tratamiento que correspondía, y respondió muy bien. Pronto va a montar de nuevo, que era su anhelo. Es una persona bien especial. Un caballero nacido y criado en el campo, en condiciones duras, muy sano, con casi 80 años, que sentía una limitación y la necesidad de superar esa limitación”. “No podía estar ni sentado, ni de pie, ni acostado, y de eso hace solo tres meses. Desde el momento que entró al hospital no sintió más dolor. Fue otro milagro más”, recuerda su hija Paula, quien nació junto a su hermana melliza luego del accidente, cuando el matrimonio Catalán ya tenía siete hijos y no esperaba nuevos vástagos.

"Pocas veces los gobernantes estamos seguros de hablar en nombre del pueblo; esta es una de ellas, y le doy gracias a Dios y a la vida de conocerlo a usted y a su familia, para agradecerle en nombre de todo el pueblo uruguayo". Héctor Lescano, ministro de Turismo y Deporte

Paula lo acompañó todo el fin de semana y disfruta con orgullo el amor que recibe su padre, porque sabe el sacrificio que ha hecho en su vida. “Pocos saben lo que es una montaña. Él se lleva a los animales a la cordillera en verano, con un día y medio de camino. Debe ir arreándolos, alojarse en la intemperie, pasarse meses en el cerro. La última vez estuvo un mes y medio, mientras nosotros no sabíamos nada de él. Yo le pregunto: ‘¿Usted no se aburre allá, sólo?’ y me contesta, ‘¿Cómo me voy a aburrir?’. Es su vida”.

Sergio Catalán, o el arriero, celebró ayer junto a los sobrevivientes de los Andes, junto al club Old Christians y a Old Boys de Chile, el milagro de la vida. Ni más ni menos que eso. Que llevó a cientos de personas a disfrutar mientras los veteranos se desparramaban en la cancha jugando el partido que aquella vez no pudieron. Y esa comunión que va mucho más allá de religiones, y emociona hasta al más indiferente.

“El libro se llama Viven, pero lo que vive es el espíritu de todos los que murieron y que está dentro de nosotros. En el mundo es una cosa inigualable, se conoce a Uruguay por esto. Pero nosotros no somos lo protagonistas, no nos pertenece. Somos muestra viviente que nos tocó ser instrumento, pero no somos héroes, no elegimos caernos del avión, nos tocó”, asegura Gustavo Zerbino, ya con los cortos, pronto para entrar a la cancha y disfrutar con sus compañeros y rivales el espíritu de rugby. “Es una cadena de favores”, agrega, “y es lo que queremos compartir con todos los uruguayos. La persona más sencilla puede ser la más extraordinaria si hace las cosas correctas por los motivos correctos”. Y allá se va, representando a un grupo de hombres extraordinarios.

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