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Talvi: "No veo una política de desarrollo sino un gobierno a la defensiva"

El economista dijo que el Poder Ejecutivo renunció a la transformación del sistema educativo
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29 de junio de 2017 a las 05:00
Si bien mantiene una postura crítica respecto de las medidas elegidas por el gobierno para sanear la situación fiscal, el economista Ernesto Talvi reconoce que el Poder Ejecutivo está jugando un rol constructivo al asumir "costos políticos muy importantes" con el objetivo de corregir el principal problema que amenaza a la economía en el mediano plazo. En diálogo con El Observador, el director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) dijo que la problemática del déficit fiscal puso al gobierno "a la defensiva", y la falta de un "plan de desarrollo" llevó a las autoridades a "renunciar a la palanca más importante para el desarrollo", que es la transformación del sistema educativo. A continuación, un resumen de la entrevista.

¿Qué cambió en el escenario económico de un año a esta parte?
El escenario externo cambió para mejor. Estamos de vuelta en un período de plata dulce, de capital fácil y barato, algo a lo que siempre le tengo mucho miedo. La plata sobra y ahora se percibe menos riesgo de que Estados Unidos levante las tasas de interés de forma abrupta, que es a lo que le tienen miedo los inversores. Mientras llegan esos capitales, la sensación de mejoría se siente. A este escenario se suma que Argentina y Brasil están carísimos en dólares y, por ende, nos han regalado una temporada turística récord. Pero carísimos en dólares sobre la base de unos desequilibrios fiscales gigantescos que financian con entrada de dólares que mantienen deprimido el tipo de cambio. El atraso cambiario es la contracara de un desequilibrio que no se puede sostener en el tiempo. Plata dulce, capital golondrina y precios en la región insosteniblemente altos. Las bases sobre las cuales se asienta esta nueva efervescencia económica incipiente –que continuará en el segundo trimestre– son frágiles.

¿Por qué la economía crece pero no logra crear empleo?
Porque un sector básico para la economía, como es el primario y la agroindustria, ha sufrido un triple golpe: una caída de entre 40% y 60% en el precio de los productos primarios, aumento de costos en dólares que no pueden trasladar a sus precios y suba de impuestos. Cuando uno tiene sumergido al sector más importante de la economía se producen estos crecimientos inarmónicos en que hay expansión, pero no se genera empleo. Otro elemento es la confianza. El empresario ve que es un crecimiento con bases medio efímeras, que se puede revertir en cualquier momento, entonces no incurre en compromisos de largo plazo como es la contratación de personal.

¿El costo de Uruguay se ha vuelto un problema para atraer inversiones?
Lo más interesante es escuchar lo que dice la gente que está considerando invertir en el país. Hay temas coyunturales, como el tipo de cambio, pero hay otros estructurales. Somos caros para el inversor porque tenemos una presión impositiva muy alta. Segundo, los costos de transporte internos son carísimos porque tenemos pésima infraestructura vial y ferroviaria. También las tarifas de los servicios públicos pesan y ahí entronca con el tema de la ineficiencia en el proceso productivo que tienen las empresas del Estado y el sobreprecio que le ponemos por razones de recaudación fiscal. Lo otro es el tema sindical y el de las ocupaciones. El derecho de los trabajadores a organizarse no está en discusión. Es más, creo que es fundamental que ese derecho no solo exista sino que se ejerza para que haya un buen balance en las negociaciones entre trabajadores y empresarios. El problema es que la ocupación como herramienta desbalanceó las cosas de una manera difícil de digerir para alguien que invierte porque violenta el derecho de propiedad y el derecho a trabajar de quienes no adhieren a la huelga. Realmente es una piedra en el zapato. La gente tiene miedo de venir a invertir porque está esa amenaza siempre latente.
¿Hoy el nivel salarial no es un problema?
No. Siempre el tipo de cambio le puede jugar una mala pasada a una empresa que exporta y los salarios traducidos a dólares pueden resultar caros, pero los niveles salariales, aunque tienen desfasajes, no son el principal elemento.

¿Qué papel está jugando el gobierno en sostener la confianza de los distintos agentes económicos?
Creo que está jugando un papel constructivo. Las proyecciones de la Rendición de Cuentas se hicieron sobre la base de pronósticos bastante conservadores sobre el crecimiento. Se plantea un aumento de impuestos con el que no estamos de acuerdo como terapéutica, pero sí con el diagnóstico. El gobierno está dispuesto a incurrir en costos políticos muy importantes para poner en orden las cuentas fiscales, porque subir impuestos y tarifas siempre es antipático. Si yo viera al gobierno con bombos y platillos, diciendo "bueno, ya estamos de nuevo en épocas de efervescencia y vamos a volver al crecimiento que tuvimos entre 2004 y 2013", eso me preocuparía. Cuando veo a un gobierno preocupado por mantener el equilibrio de las cuentas, transmite un mensaje de prudencia a la sociedad que es muy bienvenido.

¿Qué tan probable es que se alcance la meta de reducir a 2,5% del PIB el déficit para 2019?
Si el crecimiento de la economía supera lo que está contenido en la Rendición de Cuentas, es probable que el objetivo pueda alcanzarse. Si no, dudo que se pueda alcanzar porque en todas las proyecciones que se hicieron en el Presupuesto 2015 y en las sucesivas Rendiciones de Cuentas, en lo que consistentemente el gobierno le erró es en la proyección de gastos. No estamos pudiendo controlar el gasto. Se subieron impuestos y tarifas, se comprimió la inversión pública; y el déficit se resiste a bajar porque el gasto sigue subiendo. No veo qué dispositivos nuevos hay para controlar el gasto. Y es ahí por donde se ha filtrado el esfuerzo que se hizo para ajustar las cuentas.

¿Cuál es la alternativa a esta modalidad de ajuste?
Descargar impuestos y tarifas sobre las familias y empresas es un ajuste. Redimensionar el Estado para que sea acorde a nuestro tamaño, no lo es. Uruguay tiene un gasto público en relación a la economía de entre seis y ocho puntos del PIB más alto que los países de su mismo ingreso per cápita. Es altísimo. Nosotros hicimos una propuesta, pero puede haber otras maneras. De los 30 mil vínculos laborales con el Estado que se extinguen por año, que 8.000 no se renueven. Si lo hacemos por seis años, vamos a tener un Estado todavía grande, pero más dimensionado a lo que el país puede financiar y el aparato productivo puede soportar. Pero sobre todo, hay que desvincular la gestión de las empresas públicas de la injerencia política, aunque no del control político. Y ahí, de acuerdo a nuestras estimaciones, podemos alcanzar ganancias de eficiencia productiva de hasta US$ 1.200 millones anuales. Eso no es ajuste, es producir lo mismo a mucho menor costo y se va a traducir en menores impuestos o tarifas. Siento que el gobierno en su expresión de deseos no está tan lejos de esto. La regla de tres por dos en el ingreso de funcionarios públicos está prevista, la designación de Marta Jara en ANCAP es, en escala pequeña, lo que estamos pidiendo que se haga de manera más general –quiero muchas Martas Jara, no solo en la presidencia de las empresas públicas sino también en los directorios– y con otra estructura institucional. No creo que haya una discrepancia conceptual tan grande con lo que estamos planteando.

¿Ve un plan de desarrollo detrás de las acciones del gobierno o la gestión se consume en solucionar los problemas de corto plazo?
En este momento, no veo un plan de desarrollo. Creo que se ha perdido el sentido de dirección y estamos apostando a crear economías de enclave, a que de golpe UPM decida venir y nos dé un poco de oxígeno por un rato. Todo va a lucir bárbaro por un ratito, pero finalmente creaste un enclave que puede ser muy bienvenido, pero que no implica un desarrollo armónico del país. No veo hoy una política de desarrollo integral sino un gobierno a la defensiva, comprensiblemente en parte porque está viviendo épocas complicadas y, por ende, cuidando de las finanzas, pero no lo veo proactivo. Para empezar, hemos renunciado a la palanca más importante del desarrollo que es transformar nuestra educación. Otro quinquenio más sin tocarla ni a nivel de los contextos donde tenemos que resolver un problema de fractura social urgente, ni a nivel de la educación para la clase media uruguaya a la que no le estamos brindando las herramientas necesarias para poder desempeñarse y emprender los desafíos de la economía del siglo XXI.

¿Hay otras renuncias en esos objetivos de largo plazo para el desarrollo? Pienso, por ejemplo, en el objetivo de mejorar la inserción externa a la luz del aumento de la tasa consular contenido en la última Rendición de Cuentas.
Creo que no. Creo que fue un error, producto quizá de la presión por cerrar las cuentas. No creo que haya una renuncia a tratar de tener una integración más dinámica al mundo. Pero creo que Uruguay debería tener un liderazgo muchísimo mayor en el Mercosur como abanderado de nuestra inserción. No le dejaría la iniciativa a Mauricio Macri ni a la cancillería brasileña. Nosotros tendríamos que ser los abanderados, quizá junto con Paraguay, de la inserción del Mercosur en el mundo. Estamos haciendo cosas, la orientación es correcta. Pero estamos un poco quietos, tendríamos que hacer más ruido.

Ceres pone a disposición sus propuestas no solo del gobierno de turno sino también del resto de los partidos políticos. ¿Cómo evalúa, a lo largo de los años, la capacidad del sistema político para nutrirse de las propuestas que vienen de la sociedad civil?
Siento que los partidos en cierto sentido toman en su plataforma propuestas que emergen de la sociedad civil, pero quizá sienta un poco más de insatisfacción en el nivel de concreción que algunas de esas propuestas tienen. Sin perjuicio de lo cual reconozco que hubo otras concreciones importantes. Uruguay universalizó la educación preescolar en cinco años en la segunda administración de (Julio María) Sanguinetti y distribuyó en cinco años un millón de ceibalitas durante la primera administración de (Tabaré) Vázquez. Esos son logros extraordinarios. Uruguay en 1997 vota una ley en el segundo gobierno de Sanguinetti para desmonopolizar la generación eléctrica, en el gobierno de (Jorge) Batlle se reglamenta y se empieza a utilizar. El Frente Amplio se opuso a la ley y a la reglamentación y cuando asume el gobierno no solo no la repele ni la deroga sino que la utiliza para transformar a Uruguay en líder en el mundo en la producción de energía eólica. Por eso digo que este país es institucionalmente maduro. No se reinventa cada cinco años. Hubo tres gobiernos que construyeron incluso sobre aquello a lo que se opusieron. Y eso va a pasar cuando en algún momento termine el ciclo del Frente Amplio y vuelva una coalición de la oposición, como esté configurada, al gobierno. Hay cosas que se rechazaron en su momento, se van a utilizar y se van a perfeccionar. Y eso es lo que debe hacer una sociedad madura.

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