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TLC con China: más que un acuerdo en juego

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09 de septiembre de 2021 a las 16:26

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Es y seguramente será el tema de la agenda político-comercial de Uruguay durante los próximos meses: una nueva chance concreta para avanzar en la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la que en pocos años será la principal economía mundial: China. A priori, parece difícil encontrar barreras internas para dejar pasar ese tren, más allá del ruido y de las consecuencias (aún no muy claras) que este paso (en caso de materializarse) pueda generar en la interna del Mercosur. Sobre ello haremos un picoteo en esta entrega de Rincón y Misiones.

La hora de la verdad 

Que una economía pequeña como la uruguaya necesita abrirse al mundo parece una obviedad que (casi) no tiene detractores y que suele repetirse en cada foro o debate sobre inserción internacional. En la política, en el empresariado e incluso dentro de la propia corriente sindical se tiene asumido que para que el empleo mejore, no queda otra que lleguen inversores y crezca el comercio internacional. En buena medida -con alguna contramarcha- ese ha sido el camino que viene recorriendo el país desde la restauración democrática y que le ha permitido avanzar en su desarrollo y, en cierta forma, reducir su dependencia de la región.

Los gobiernos de Uruguay y China ya compartieron borradores de términos de referencia, para definir qué sustancia y profundidad tendrá el potencial TLC y luego harán un estudio de factibilidad en conjunto para cuantificar su impacto. De antemano, hay pocos elementos para pensar que un tratado con el principal mercado para las exportaciones uruguayas pueda ser perjudicial. Las empresas exportadoras uruguayas dejaron en la aduana china el monto nada despreciable de US$ 184 millones por aranceles en 2019, un monto que superará largamente los US$ 200 millones este año teniendo en cuenta el fuerte dinamismo que vienen mostrando las ventas hacia ese mercado: crecieron 63% entre enero y agosto, a US$ 1.568 millones

Uruguay pagó por concepto de aranceles por sus exportaciones de bienes a todo el mundo un total de US$ 341 millones en 2019, como te muestro más abajo en ese mapa de referencia. Prácticamente la totalidad de esos pagos correspondieron al sector agropecuario. La carne bovina explicó más del 60% del total con más de US$ 200 millones, según datos del último informe actualizado de Uruguay XXI. Claramente el agro sería un ganador nato con este acuerdo: desde granos, madera, carne, lácteos y hasta los cítricos. “De concretarse este TLC, se podría constituir en una excelente oportunidad para los productores citrícolas. Es el mercado más grande al que podemos aspirar como país”, dijo el intendente salteño Andrés Lima (FA).  

También es cierto -como manejó el decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica del Uruguay (UCU), Marcos Soto- que las arcas del Estado uruguayo resignarán unos cuantos millones de dólares por los aranceles que hoy las empresas chinas dejan a la Aduana uruguaya. 
 
De todas formas, con insumos chinos a precios más baratos, mejorará la eficiencia de costos de muchas empresas e incluso puede propiciar una baja en el precio final que pagamos los consumidores uruguayos por determinados bienes. 
El otro capítulo que abre oportunidades es el de inversiones. Por ahora, el flujo de inversión directa de China ha sido bastante acotado. Un par de frigoríficos de menor porte en la faena uruguaya (Lorsinal y Frigorífico Rosario) y algunos intentos (frustrados) con la industria automotriz como ocurrió con Lifan, hoy sin actividad. Entrevistada por Telemundo este miércoles la ministra de Economía, Azucena Arbeleche, se mostró optimista por el impacto positivo sobre la inversión y la incorporación de tecnología que puede dejarle un acuerdo comercial con China.

Los perjudicados, los riesgos y las dudas 

JUAN MABROMATA / AFP
Las exportaciones de bienes podrían mejorar el acceso a su principal destino.

En un mundo cada vez más globalizado, aquellos que no son capaces de sostener el ritmo del avance tecnológico y el consecuente aumento de la productividad, lentamente se van desgranando hasta quedar por el camino. Las ineficiencias quedan al descubierto tarde o temprano. Para Uruguay, el factible impacto de un TLC con una potencia como China no debería ser algo traumático, aunque tendrá sus costos. Cuando Uruguay se adhirió al Mercosur buena parte de su tejido industrial más tradicional (como el automotriz) prácticamente desapareció. Mientras que otros directamente fueron bajando la cortina como textiles, vestimenta, porque su capacidad de competir fuera del bloque era prácticamente nula. ¿Cómo competir con los precios del sudeste asiático que hoy pululan por las principales marcas de tiendas de zapatos y vestimenta del país? Difícil. 

Después hay otro grupo de industrias uruguayas (plásticos, autopartes, químicos) que hoy sobreviven gracias a que puedan venderle a los socios grandes del Mercosur: Argentina y Brasil. La inestabilidad y fragilidad política y económica que reina en ambos países hace difícil pensar que en esos mercados tengamos demasiado futuro o previsibilidad en las reglas de juego. Hay antecedentes recientes que demuestran cuán endeble es esa dependencia. Bastó que el segundo gobierno peronista de Cristina Fernández (2011-2015) diera un giro hacia el encierro económico para que muchas empresas uruguayas perdieran definitivamente ese mercado o se vieran obligadas a bajar la cortina. Nada hoy puede asegurar que esas prácticas distorsivas y arbitrarias sobre el comercio puedan retornar en el futuro. Hasta el propio Brasil llegó a dejar varados en la frontera con el Chuy camiones con arroz o amagó con cuotificar el ingreso de lácteos uruguayos por el lobby y presión de los productores de su país. 

El presidente de la República Luis Lacalle Pou anunció que se buscará la forma de amortiguar el impacto para los sectores más afectados por ese potencial tratado comercial con China. En general, los procesos de rebaja arancelaria de los TLC son graduales y no se aplican de un día para el otro. 

Ahora el gobierno, y la cancillería uruguaya en particular, deberá poner todo lo que tiene arriba de la mesa para elegir y designar a los mejores negociadores para sentarse en una mesa con una potencia mundial, que tiene (bastante) más recorrido a la hora de sellar tratados comerciales. Algunos expertos también han advertido que Uruguay corre el riesgo de concentrarse en una suerte de chinodependencia. ¿Qué pasaría si aparece un caso de vaca loca atípica en Uruguay y China nos cierra las puertas como hoy le está pasando a Brasil? Sería un dolor de cabeza importante, teniendo en cuenta que 6 de cada 10 kg de carne que vendemos al exterior van para ese mercado. Por eso, China debería ser el puntapié, para luego continuar con Japón, Corea del Sur o Singapur, por citar otros candidatos donde hay potencial para mejorar el intercambio comercial. 

Está claro que la opción de negociar en bloque con el Mercosur era una alternativa más viable para Uruguay a la hora balancear sus riesgos, pero el contexto actual del bloque muestra que eso hoy luce como una quimera. No hacer nada y esperar que una imperfecta unión aduanera pueda arreglar sus históricas diferencias, tampoco era opción. 

Soy Andrés Oyhenard, editor de Economía y Empresas de El Observador. Hasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

 

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