Opinión > Editorial

Un acto de guerra

Donald Trump empieza el año con una controvertida decisión de política exterior
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06 de enero de 2020 a las 05:00

El ataque estadounidense con dron que mató al general iraní Qasem Soleimani tiene consecuencias políticas y económicas imprevisibles y profundiza aún más el clima de inestabilidad del mundo. Pero además, y no menos inquietante, el presidente Donald Trump empieza el año con una controvertida decisión de política exterior que supone una acción de una guerra abierta, pero sin la declaración de guerra. 

La compartible preocupación de los socios de EEUU en la OTAN, de Rusia, de los países de Medio Oriente y del opositor Partido Demócrata de que la sorpresiva orden del presidente estadounidense desemboque en un cruel conflicto en la principal zona petrolera del mundo, no significa que se esté defendiendo el nefasto papel del jefe de la siniestra organización paramilitar Quds del régimen teocrático bajo el liderazgo del líder supremo, Alí Jamenei. 

Los gobiernos de Alemania y del Reino Unido, sin desconocer la zozobra que generó el hecho, mostraron cierta comprensión con la orden bélica de Trump como respuesta a acciones iraníes violentas o contra intereses de EEUU o de países aliados.  

En 2002, el presidente estadounidense George W. Bush incluyó a Irán en el “eje del mal”, acusado con razón de apoyar el terrorismo y amenazar la paz. Desde entonces, EEUU evalúa  la baja de Soleimani que no se ejecutó hasta ahora por temor a una escalada militar en una zona estratégica desde el punto de vista geopolítico. 

Como recordó un editorial de The New York Times, del viernes 3, el general Soleimani era “un enemigo del pueblo estadounidense”, un instrumento importante de la política iraní en Oriente Medio y “un arquitecto del terrorismo internacional”, responsable de la muerte de cientos de estadounidenses en buena parte de Asia Occidental.  

El secretario de Defensa, Mark T. Esper, previo al ataque, dijo que el asesinato de un contratista estadounidense por una milicia apoyada por Irán, significó que “el juego ha cambiado”. 

Y cambió drásticamente si tenemos en cuenta que Trump ha sido un duro crítico de las intervenciones militares de EEUU en Medio Oriente. En su lugar, y tras salir del acuerdo nuclear con Irán, había elegido el camino de las sanciones que están dañando la economía de éste país, particularmente las que perjudican al sector petrolero. 

Desde el punto de vista militar, hasta la muerte del general Soleimani, Trump tuvo una actitud más bien prudente como la de junio de 2019 cuando anuló bombardeos contra Irán.

Y cambió el juego también porque la decisión de Trump del jueves 2 tuvo como blanco a un poderoso y popular funcionario del régimen iraní. No era el líder de un grupo terrorista como Osama bin Laden o Abu Bakr al-Baghdadi, sino un influyente militar del gobierno de un Estado miembro de las Naciones Unidas.

Nos parece que una operación militar cuyo blanco es un alto funcionario de otro Estado debería considerarse una acción de guerra y ello exige una declaración formal y la intervención del Congreso que, en este caso, no tuvo ni arte ni parte.  

Como bien analiza en Twitter el senador demócrata Christopher Murphy, el problema no es si Soleimani era enemigo de EEUU –que sí lo era-, sino que su país asesinó a la segunda persona más poderosa de Irán  “sin ninguna autorización del Congreso”. 

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