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Un británico saca a la luz la mayor colección militar nazi

En su acervo cuenta con 88 tanques y la puerta de la prisión de Hitler
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26 de junio de 2015 a las 05:00
La colección menos políticamente correcta la tiene Kevin Wheatcroft, un inglés de 55 años que posee objetos nazis y vehículos militares alemanes –la mayor acumulación a nivel mundial– por un valor de 100 millones de libras. Luego de décadas de búsquedas, viajes y negociaciones, de mantener bien resguardado ese tesoro solo visible para familiares y amigos, decidió abrir las puertas a esa gran colección privada, publicó el diario británico The Guardian.

Esvásticas por doquier, decenas de bustos de Adolf Hitler, cuadros del dictador, adornos en todas sus variedades, ediciones del libro Mi lucha, muebles y –su mayor orgullo– tanques y vehículos de guerra nazi. "Quiero que el público vea todo esto. No hay mejor modo para entender la historia. Pero solo soy un hombre y hay mucho material", dijo Wheatcroft en relación a su deseo de exponer sus artículos y máquinas.

En su catálogo hay 88 tanques, más que los ejércitos de Bélgica y Dinamarca juntos, muchos de ellos conseguidos en el norte de África, en las estepas rusas o en la península del Sinaí. También hay vehículos híbridos, con ruedas de camión delante y orugas detrás. Wheatcroft contó que un Panzer IV le costó US$ 25 mil y que años después le ofrecieron por él medio millón de dólares. Lo mismo sucedió con los híbridos, que logró conseguirlos por 1.000 libras y ahora cuestan 150 mil.

Entre las curiosidades que presenta esta colección, está la puerta de la celda de Hitler durante su estadía en la cárcel de Landsberg. En 1924, el dictador pasó 264 días allí después del fallido Putsch de Múnich. Durante su encarcelamiento, escribió Mi Lucha, con la colaboración de Rudolf Hess. La prisión fue luego fue utilizada por los aliados de la segunda guerra mundial para la reclusión de criminales de guerra nazis.

"Es difícil describir cómo los ecos de las atrocidades que resuenan en los artefactos nazis se unen con el entusiasmo para regatear por ellos", aseveró The Guardian en su reportaje. Explica que el comercio por las antigüedades del Tercer Reich está prohibida en buena parte o estrictamente controlada en Alemania, Francia, Austria, Israel y Hungría. Ninguna de las grandes casas de remates expondrá un recuerdo nazi y la página de subasta eBay prohibió recientemente venderlos en su sitio. Aún así, el negocio es floreciente, con vendedores online y con un incremento de interesados de Rusia, Estados Unidos y Medio Oriente. El mayor rival de Wheatcroft, indicó el diario británico, "es un misterioso comprador ruso".

Toda una vida

Hijo de un millonario, Wheatcroft vivió su pasión desde muy chico. Ya a los cinco años recibió por parte de sus padres un inusual regalo de cumpleaños, un casco de las fuerzas SS nazis, la guardia personal de Adolf Hitler. Al año siguiente, en un remate en Monte Carlo le pidió –sin suerte– a su progenitor que comprara el Mercedes G4 que Hitler utilizó en Sudetenland en 1938. Wheatcroft lloró durante todo el trayecto de regreso a casa. El futuro coleccionista, sin embargo, no se dejó vencer. Cuando cumplió 15 se gastó el dinero que su abuelo le había dado por el cumpleaños en tres Jeeps de la segunda guerra mundial, que luego él mismo restauró y vendió. Más tarde siguió invirtiendo su plata en más vehículos y tanques de guerra, trabajó en una firma de ingeniería en Leicestershire –donde vive en la actualidad– y luego para la empresa de construcción de su padre. En su juventud empezó a viajar por Europa y el norte de África buscando partes de tanques y de vehículos militares para luego restaurarlos.

De acuerdo a la lista de ricos del Sunday Times, Wheatcroft tiene una fortuna de 120 millones de libras, gracias a que cuida una cartera de valores heredada de su difunto padre y a que supervisa un museo del motor –de su propiedad– y la pista de carreras de Donington Park. Con esa base financiera es que Wheatcroft ha financiado su repertorio de vehículos y objetos nazis, la Wheatcroft Collection como se la llama, según The Guardian. El inglés reparte sus tesoros, que suelen estar bajo severas medidas de seguridad, entre una madriguera de unos edificios industriales que Wheatcroft tiene cerca de Harborough, y en sus casas en Leicestershire, en Charente, en el suroeste de Francia, y en el valle de Mosel, en el suroeste de Alemania.

Wheatcroft es una eminencia entre los coleccionistas de la historia militar y sus pares lo tratan con reverencia. The Guardian asegura que ahora se expondrá a una mayor audiencia al abrir al público su colección; incluso tiene pensado inaugurar una página web y colocar algunos de sus vehículos en el museo del motor.

"Desde el inicial casco de las SS, la vida de Wheatcroft ha estado moldeada por su obsesión en los recuerdos militares alemanes. Ha viajado por el mundo rastreando objetos para añadir a su colección, ha volado a lugares remotos, siguiendo pistas no muy certeras, ha incursionado en espeluznantes aventuras para conseguir objetos históricos. Ha admitido que su urgencia por acumular se ha convertido en algo maniático, dejando a un lado a la familia y a los amigos", aseguró The Guardian.

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