“Un desafío profesional para poder trabajar con mirada multidisciplinaria”

Desde la localización, el estudio de evaluación ambiental y social, y el monitoreo ambiental de obra, donde se implementaron técnicas de control ambiental que nunca se había utilizado en el país; hasta la elaboración de la hoja de ruta, que hoy permite controlar todos los aspectos vinculados a la operativa de la nueva planta.

El proyecto de UPM Paso de los Toros comenzó en 2017 con los estudios para la viabilidad de localización de la planta y fue catalogado por la autoridad ambiental “de alta complejidad” por la magnitud y el hecho de que se trataba de una intervención en una nueva zona: el centro del país.

“Para el estudio de impacto ambiental, la autoridad ambiental diseñó términos de referencia que contenían un conjunto de aspectos técnicos que entendían y debían enfocarse con cierto criterio”, expresó el ingeniero Carlos De María, quien sostuvo que para el equipo de EIA resultó ser “un gran desafío profesional y una oportunidad para trabajar desde la mirada multidisciplinaria”.

Para obtener la autorización y alcanzar la operativa, uno de los aspectos más relevantes y estudiados fue la calidad del agua del río Negro.

“Se trabajó mucho en el análisis técnico, buscando cuáles eran los principales problemas que podía tener el río. El estudio de calidad de agua fue muy importante y el estudio de calidad del aire, que es muy sensible para la población”, dijo De María, quien recordó que los valores de calidad del aire han sido definidos por la Dirección Nacional de Calidad y Evaluación Ambiental. Antes del comienzo de la obra, el equipo multidisciplinario de EIA elaboró una serie de estudios que permitieron iniciar la fase de construcción con las condiciones ambientales adecuadas. Al mismo tiempo, buscó controlar todos los problemas que podrían generarse en una construcción de ese porte.

Con esa finalidad, se elaboraron planes de gestión que abarcaron desde los movimientos de suelo y el tejido perimetral, hasta la construcción de drenajes y estructuras de hormigón, y se definieron procedimientos de trabajo para que las empresas contratistas pudieran estar seguras de que los potenciales efectos estuvieran controlados. “Es un proyecto muy grande que llevó un trabajo formativo y la tarea de control no resultó menor”, agregó De María.

Durante la construcción de la planta se realizaron obras importantes que implicaron excavaciones y voladuras en el río que se realizaron con técnicas de control del impacto ambiental en el río que nunca se habían manejado en el país. Con el fin de obtener la autorización para operar, EIA diseñó un plan de gestión ambiental de operación que llevó casi un año de trabajo intenso junto al equipo de UPM.

A su vez, se generó un intercambio con los técnicos de Dinacea, que describe cómo opera la planta y los controles de aspectos ambientales que deben realizarse. Estos van desde controles internos, como monitoreos de calidad de aire, de agua en el río, de suelos, de aguas subterráneas, hasta el monitoreo social sobre cómo impacta en la sociedad la planta y cómo recibe la población las condiciones de operación.

“Para EIA acompañar a UPM en este proyecto fue un desafío profesional, donde todo el equipo de técnicos del estudio y técnicos externos trabajaron en conjunto asesorando al cliente, con foco en la mirada multidisciplinaria que la evaluación y gestión ambiental en este tiempo requiere”, concluyó De María.