Opinión > Editorial

Una campaña limpia

El clima de debate transita por una vía de fuerte competencia política, pero sin apelar al enchastre y la mentira
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03 de septiembre de 2019 a las 08:55

A casi 50 días de nuevas elecciones presidenciales Uruguay atraviesa con calma la campaña electoral. Si bien los aparatos de los partidos, y en particular de los sectores, han prendido algunos motores y se ven las banderas militantes flameando en las esquinas y las principales plazas del país, la mecha que enciende la conciencia política de la ciudadanía aún no está prendida.

La campaña transcurre con mucha más intensidad en ese círculo rojo pendiente de editoriales como este y tertulias radiales que en la conversación de la gente. La campaña de las elecciones internas –en particular la de los blancos con la sombra del mago de la campaña negra, el venezolano J. J. Rendón, acusado de haber enturbiado la interna en el Partido Nacional– avizoraba tiempos nefastos para la convivencia política.

Sin embargo, y a la luz de lo acontecido tras las internas, el clima de debate transita por una vía de fuerte competencia política, pero sin apelar a la campaña del enchastre y la mentira. Quienes acudieron a las campañas sucias de falsedades y agravios infundados de adversarios circunstanciales comprendieron que por ahora ese camino en Uruguay no funciona o, al menos, no es bien visto. La propia ciudadanía y los líderes de opinión unánimemente condenaron los métodos que pueden funcionar en otras democracias, pero no en esta.

En ese sentido, la reflexión acertada de los candidatos que saben que después de las elecciones se tienen que sentar a negociar políticamente ha resultado clave. ¿Qué sentido tiene quemar las naves de un posible diálogo, arrojando mentiras al ruedo, si después hay que sentarse a acordar? La última polémica en el barro que tiene como protagonistas a la bailarina de comparsa y actual ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, y al exdirector de Los Pinos de Casavalle Pablo Bartol son apenas un fuego de artificio de lo bajo que pueden caer los políticos cuando llevan a los medios el debate de nivel de la chusma. Pero no deja de ser una polémica a cara descubierta donde sus protagonistas se perfilan y revelan –más allá de la controversia en sí– datos de sus personalidades y pensamiento.

Será la ciudadanía la que juzgue lo acertado o equivocado de mantener intercambios de este talante tan poco señorial. Lo de Bartol con Muñoz o las acusaciones de la candidata a vice por el Frente Amplio, Graciela Villar, contra el líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, de quien dijo tenía la cara de Hitler, son anécdotas pueblerinas que marcan manchas en lo que por ahora ha sido una campaña que corre por carriles aceptables. Es de esperar que los compromisos adoptados por los políticos contra la información falsa aguanten la llegada de fines de octubre y que sean las ideas de los candidatos las que sigan ocupando el centro de la escena. Uruguay viene consolidando su democracia lustro a lustro.

Se hizo costumbre celebrar el acto eleccionario como una fiesta popular donde es la expresión de nuestras opciones diversas en las urnas lo que nos une y nos da sentido de pertenencia democrática. Hasta ahora es más que bienvenido y de destacar el tono de los principales candidatos en relación a mantener la campaña limpia. Ojalá que continúe así por el bien del país y sus partidos políticos.

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