Juan Samuelle

Una mudanza que no les agrandó el bolsillo, pero les aportó tres ventajas

Los integrantes de la firma JC Moizo, granjeros y mayoristas en la UAM, contaron que con gusto asumieron pagar más para ganar en logística, seguridad e higiene

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19 de febrero de 2022 a las 05:00

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Comercializar sus frutas en la Unidad Agroalimentaria Metropolitana (UAM) no tuvo impacto en el bolsillo de la empresa que integran los hermanos Carlos, Marcelo y Federico junto a su padre –Juan Carlos Moizo–, pero les permitió trabajar de un modo más confortable.

A un año de la mudanza del viejo Mercado Modelo, al costado de la cabina que sirve de oficina y rodeados de cajones con frutas, explicaron que les mejoró la logística y están en un sitio más agradable, higiénico y seguro.

Carlos (34 años), Marcelo (31) y Federico (30) son la cuarta generación de una empresa granjera que inició su bisabuelo hace como 100 años. El apellido Moizo, con base en varias ramas familiares, identifica a varios emprendimientos en el sector y es sinónimo de producción hortifrutícola.

Estos hermanos –que como quien dice nacieron en una quinta–, hace ocho años tomaron una decisión clave: un tío dejó de vender en el Mercado Modelo y ellos tomaron la posta.

Luego llegó otra jugada, aceptar estar en la UAM, con su cuota de incertidumbre; lejos de cuestionárselo, están conformes.

La  producción la realizan en Cuchilla de Sierra (Canelones) y Melilla (Montevideo), en 25 hectáreas. Cada año, desde noviembre se hace la cosecha estacional de duraznos, ciruelas, peras y manzanas. Y se producen cítricos –limones y naranjas– todo el año. Hay abasto fresco a la UAM y en algunos casos se conserva fruta en frío para seguir comercializando en el resto del ejercicio.

El 100% se comercializa en la UAM y en contadas ocasiones, si es necesario cubrir algún hueco en la demanda, se adquiere fruta a colegas que generan la misma calidad (nunca supera el 5%).

Los clientes se aprovisionan en el puesto mayorista JC Moizo, en la nave D de la UAM, de lunes a viernes. Son feriantes y puesteros que venden en Montevideo, pero también llegan desde el interior.

Marcelo, Federico y su padre se dedican al segmento productivo. La comercialización la emprende Carlos. Rosana, la esposa de Juan Carlos, colabora en el packing de la fruta. En la granja nunca hay horario, se trabaja cuando se debe. En el puesto de la UAM se apronta todo a las 3:00 de modo de estar listo cuando a las 4:00 se habilita el ingreso de los clientes.

El mercado nuevo les queda más a mano y llegan por mejores accesos. Eso se añade a otra ventaja: traen mercadería en la madrugada y pueden abastecer al puesto en la tarde. Y si de golpe falta algo, se hace un llamado por teléfono y al rato está la fruta. Eso en el otro mercado era inviable para ellos.

Sobre si esa conveniencia era igual para productores mayoristas que proceden de predios hacia el este del mercado anterior, por ejemplo desde Pando, puntualizaron que han tomado los tiempos y no hay casi cambios, dado que la diferencia en la distancia se compensa con no tener que ingresar a Montevideo, pues se aprovecha la perimetral (ruta 102).

Relacionado con lo anterior, avanza la obra de mejoramiento del cruce de la ruta 5 y camino Luis Eduardo Pérez, lo que en la UAM facilitará el ingreso y egreso de vendedores y compradores.

No solo mejoró la logística. “En el mercado viejo se veía cualquier cosa, acá la seguridad nos mejoró 100%, incluso se están viendo varios matrimonios que vienen a comprar, a hacer su surtido aprovechando el Mercado Polivalente y que mucha gente vende de forma minorista”, dijeron.

Un feriante y puestero llega a la UAM y se va con cajones y bolsas de mercadería. Que concurra gente a hacer la compra para la casa no le cambia la ecuación al mayorista, pero es algo que, entienden, sirve porque le da vida a la UAM y permite que la gente conozca la tarea de los productores y comerciantes que allí ofrecen frutas, hortalizas y otros rubros.

El ambiente es otro aspecto que mejoró. Destacaron que es un lugar iluminado, ventilado, amplio, moderno y sobre todo, en una diferencia enorme con el mercado anterior, es higiénico. A modo de ejemplo señalaron los pisos de cemento y que por las tardes hay máquinas barriendo.

“Este mercado se precisaba, puede haber detalles, como que todavía nos estamos adaptando, pero sin dudas el otro mercado no daba para más”, dijeron.

Los costos aumentaron, algo que entienden razonable al pasar a un mercado con las condiciones señaladas: “Es un poco superior y a nadie le gusta pagar más que lo que pagaba, pero en nuestro caso valió la pena”, reflexionaron.

Cuando se les preguntó qué le haría falta a la UAM, no dudaron al decir que falta más demanda, más consumo de frutas y hortalizas, que las ventas crezcan, por lo que entienden positivo todo tipo de promoción, con base en que se trata de productos sanos, frescos, nutritivos, señalando como una buena experiencia la de la denominada Lista Inteligente.

Explicaron que “se precisa que venga más gente, que se consuma más, el mercado viejo era más chico y no se notaba pero acá son 100 hectáreas y se precisa más gente”.

Otra necesidad, apuntaron, es mejorar la educación de muchos que pasan por el costado de una papelera y tiran un papel al piso, aunque reconocieron que esa mala educación no solo sucede dentro de la UAM.

20 kilos de limones a $ 200

Sobre el tema precios, sonrieron cuando se les preguntó sobre qué sienten cuando las frutas o verduras generan comentarios en los medios de comunicación si el precio asciende rápido, pero no cuando se deprime.

Hace poco fue noticia la lechuga a $ 100 la unidad, luego de una merma en la oferta por las intensas lluvias de mediados de enero que afectaron una producción que se hace a campo. “No se habló nada cuando poco antes la lechuga estuvo a $ 300 el cajón de una docena, ni de cuando sobraba lechuga y la veíamos tirada en los contenedores porque nadie la compraba y se echaba a perder”, señalaron.

Los precios no son un capricho del productor. Son consecuencia de la oferta y la demanda. Este verano hubo una baja producción de duraznos, es lógico que el precio suba. Otras veces pasa lo opuesto, hay sobreproducción y el precio se desploma. No hace tanto vendían la bolsa de 20 kilos de limones a $ 200 y hasta dejaron limones en las plantas, sin cosechar, porque no valía la pena.

También les ha pasado de terminar vendiendo manzana al final de la zafra a $ 300 la plancha de 10 kilos, que no da ni para cubrir el costo de frío para mantenerla perfecta desde la cosecha.

“El año pasado tuvimos una producción de manzana Pink Lady que era una belleza, ideal para vender todo el año, pero vino una granizada y en segundos se perdió el 100%”, recordaron. Había seguros, pero lejos está lo que se obtiene de compensar lo que se pierde por la no comercialización de una fruta excepcional. El clima es un rival complicado. Ahora, durante varios meses, hubo que invertir en riego para aguantar durante la sequía.

En las granjas, comentaron, hay un esfuerzo constante, inversión en diversos ítems y no siempre se logra un margen de rentabilidad adecuado. Por eso cuesta enganchar a la gente joven. “Estamos empatando, a veces se gana”, dijeron. Pero lejos está lo que se recibe de compensar el sacrificio.

Siguen en esto básicamente por un tema familiar, porque los tres nacieron en una quinta, es lo que aprendieron y, además, “porque es lo que nos gusta hacer”.

Juan Samuelle
Puesto mayorista de JC Moizo en la UAM.

Los que vienen de afuera 

Otro problema en el sector es que “gente de afuera, con dinero, se mete y produce con la mira en exportar, que acá no es sencillo, fracasan y así se genera una oferta muy superior a lo que el mercado precisa, saturan la plaza y pagamos el plato roto los granjeros de toda la vida, porque ellos se van a otra cosa y a uno no le queda otra que seguir”. Sería ideal, dijeron, avanzar hacia una producción regulada, con cierta cantidad de hectáreas para producir limón, por citar un rubro, evitando faltantes y sobrantes y manteniendo un precio equilibrado y razonable para todos.

 

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