Diego Battiste

Volver al 2012, volver a empezar

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18 de febrero de 2021 a las 15:16

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El poder adquisitivo de los hogares uruguayos se redujo por tercer año consecutivo; en los últimos cinco años terminados apenas hubo mejora en un año, lo que repercute en el consumo y por lo tanto en el mercado comercial interno. La baja del ingreso familiar real está vinculado a la contracción del mercado de empleo y como en un juego de caja, con datos y fichas, amarga tener que retroceder tantas casillas. De eso te quiero hablar en esta entrega de Rincón & Misiones.

¿Todo volverá a ser como antes?

Como en el juego del ludo o de otros similares en los que se retroceden casillas para volver a empezar, los uruguayos han vuelto atrás en su poder de compra, lo que debilita un mercado interno que ya es chico y no favorece al comercio local. Los datos conocidos esta semana traen el cierre del año 2020 y la evolución en gráfica del tiempo, permite entender que el deterioro del ingreso familiar no se puede adjudicar a la pandemia. Y por lo tanto, no hay que asumir eso de que cuando el virus sea contenido, todo volverá a ser “como antes”.
En todo caso la pregunta es: ¿a cuál “antes” nos referimos?

Generalmente se presta mucha atención al dato del “salario real”, que muestra la capacidad de compra de los asalariados, y no tanto al dato de ingreso de los hogares, pero “el salario” es para una parte de los trabajadores, porque hay una franja importante que es “cuentapropista”, dependiente o independiente, y hay muchas familias que dependen de otra fuente de ingresos, sean pasividades, rentas, ganancias de algún negocio chico o grande.

El “salario real” simplemente tomado, sin computar la variable empleo, no considera tampoco “la masa salarial”, o sea el conjunto de todos los activos que quieren trabajar, más allá de si lo están haciendo o no, por suspensión de tares o de otros motivos.

En ese sentido, el concepto de “ingreso familiar” logra comprender más la realidad de la sociedad uruguaya, aunque eso luego deberá abrirse por franjas sociales, para ver cómo ha sido el comportamiento de los más pobres, los más ricos, y las franjas intermedias.

El poder adquisitivo familiar, medido por el ingreso de los hogares frente al incremento de precios de la canasta de bienes y servicios, creció en forma sostenida durante los años de bonanza de inicios de siglo, llegando al punto máximo en la primera década, con tasas muy altas como se ve en los últimos tiempos de alza fuerte: en 2007 fue 5,9%, en 2008 fue 9,6% y en 2009 fue 5,9%, con un enlentecimiento en 2010 de 2,2% y un nuevo repunte en 2011 de 4,8%.

Luego siguió en aumento del poder adquisitivo familiar y aunque fue a menor ritmo, al seguir acumulando mejora, eso fue significativo para los bolsillos de los uruguayos: 2,3% en 2012, 3,1% en 2013, 2% en 2014 y 1,4% en 2015.

Ahí hubo un cambio, porque aquel 2015 fue un año bisagra en aspectos económicos (enlentecimiento de producción), políticos (inicio de desgaste y pérdida de adhesiones del Frente Amplio) y sociales (la opinión pública cambia respuestas sobre seguridad, economía y de identidades partidarias o de ideas en general).

El ingreso familiar tuvo una baja de 1% en 2016 aunque luego rebotó en 2017 con suba de 4,2%, lo que hizo ilusionar con que la mejora pudiera seguir firme, pero no había sustento ni fuerza para ello.

Entonces, el tercer gobierno frenteamplista terminó con dos años seguidos de baja del poder adquisitivo familiar: 1,7% en 2018 y 2,4% en 2019.


La pandemia del covid-19 impactó duro con la paralización de actividades, con trabajadores a seguro de paro (subsidio menor al salario), otros despedidos, comerciantes, feriantes, servicios, con corte abrupto de ventas, males de todos los tipos y la consecuencia fue que el ingreso familiar tuvo una caída de 7% en términos reales.

Es cierto que esa baja se debe fundamentalmente al desplome de otoño y que luego hubo cierta recuperación. Antes de la llegada del virus venía con una baja de 2%, en enero-marzo (que de los 90 días ya hay 15 jornadas en emergencia sanitaria), pero la caída brusca fue en abril-junio con una pérdida de ingreso real de casi 12% (siempre comparando con igual período de un año atrás). El resultado de julio-setiembre fue de baja interanual de 9% y en octubre-diciembre de 5,5%. Esas tasas indican que en la segunda mitad del año, el ingreso familiar real subió respecto a junio, como se ve en la gráfica.

Pero más allá de ese levante, no despreciable, el resultado es que en los últimos cinco años, 2016 a 2020 inclusive, cuatro años dan resultado negativo.

Esto no es casual: la revisión de datos de PIB mostró que además de haber vivido un enfriamiento fuerte a partir de 2015, Uruguay había sufrido una recesión en 2017. A eso se pega la recesión iniciada en primavera del año electoral, todo agravado por la crisis de coronavirus.

Debido a la combinación de años de enfriamiento con años de pérdida, el poder de compra de los hogares familiares está en el mismo nivel que había logrado en el verano de 2012, o sea que retrocedió 8 casillas, y cada casilla es un año.

De todas formas, el desvío en el déficit fiscal que proyectó el MEF para 2021 -en su actualización de febrero- es de apenas dos décimas (-4,3%) respecto al 4,1% que había estimado en el Presupuesto que se votó a fines del año pasado. 

La caída del ingreso va de la mano de otro dato conocido esta semana para todo 2020: el de la pérdida de puestos de trabajo, y ahí el retroceso de casillas es más fuerte aún, porque implica volver al 2006. Eso se debe a que la disminución de empleo se viene dando en forma sostenida desde 2015, pero sin pausa alguna.

La tasa de empleo indica cuantas personas que están en edad de trabajar (14 años o más) tienen efectivamente una ocupación, aunque sea parcial, informal (en negro) o sea un simple rebusque a cambio de dinero a voluntad (por eso, para otro análisis riguroso sobre mercado laboral, siempre importa ver la composición por empleo con o sin restricciones).

A los efectos de este análisis tomamos la tasa de empleo general, que muestra que en 2014 se llegó al máximo de 60,4% (en promedio anual) y a partir de entonces, comenzó el descenso. Fue 59% en 2015, 58,4% en 2016, 57,9% en 2017, 57,2% en 2018, 56,6% en 2019 y 54,3% en 2020

Y la desocupación que había llegado a 5,5% del total de población económicamente activa en 2012, volvió a subir, con vaivenes, y llegó a 10,5% a febrero de 2019, justo al fin del triple período de gobierno frenteamplista.

Con la pandemia aumentó y bajó y terminó en igual nivel, pero eso se debe a que la tasa de desempleo se relaciona a la población activa, que trabaja o busca empleo, y justamente eso se achicó, porque hay desocupados que ni hacen la prueba de buscar.

La tasa de actividad que mide la oferta de mano de obra del mercado se redujo de un nivel de 65% a 2014 a menos de 60% en el pico de crisis sanitaria, y a 61% ahora.

La economía precisa que la plaza doméstica gane dinamismo y eso requiere de mayor poder de compra de los hogares, que, para generar ingreso, precisan ocupación, más empleo.

La pandemia empeoró todo, pero no es la causa del mal que sufre el país, como tampoco responde estrictamente a la conducta política de un partido, sino que hay causas múltiples. La pérdida de empleos se da por retracción de la inversión (desde 2013) y porque la dinámica tecnológica hace que no se precisen cubrir determinados puestos o actividades, por lo que el desafío político para crear empleo es muy complejo. No se decreta, no se arregla con flexibilizar normas para facilitar la inversión, requiere audacia, coraje político para las reformas y mucha precisión en las medidas concretas.

No es fácil, pero siempre es posible.

En empleo y en ingreso, los uruguayos retroceden muchas casillas, y ahora se trata de comenzar de nuevo, de volver a empezar.

Soy Nelson Fernández, periodista y analista económico, columnista de El Observador. Hasta aquí esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

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