Existan actores políticos de un doble discurso tan flagrante que al mismo tiempo que luchan por esclarecer las violaciones a los derechos humanos de nuestra dictadura, hoy sean capaces de apoyar, soslayar, minimizar o silenciar los mismos crímenes en Venezuela
Minutos después de que el régimen venezolano se autoproclamara vencedor en unas elecciones carentes de garantías democráticas, el MLN felicitó al Maduro por su victoria en “un acto eleccionario ejemplar”.
El detalle de que existieran candidatos proscriptos y la amenaza de un baño de sangre si triunfaba la oposición, al parecer no constituyeron elementos significativos para los tupamaros.
El comunicado definió al régimen que gobierna Venezuela como un “proyecto bolivariano de soberanía y justicia social”.
Quizás así lo sea. Pero también “el proyecto” tiene otras aristas imposibles de ignorar.
Amnistía Internacional, la misma ONG que denunciaba la prisión política, las desapariciones y la tortura sistemática durante la dictadura militar uruguaya, es categórica respecto a esos otros aspectos menos ejemplares de la dictadura venezolana.
En su informe 2023 establece:
“Quienes criticaban al gobierno del presidente Nicolás Maduro eran objeto de detención arbitraria, desaparición forzada y tortura con la aquiescencia del sistema judicial. El gobierno reconoció 455 casos de desaparición forzada registrados desde 2015, que en su mayoría no se habían resuelto. Persistía la impunidad por las ejecuciones extrajudiciales que seguían cometiendo las fuerzas de seguridad. Aunque al concluir el año se excarceló a algunas personas, las detenciones arbitrarias de motivación política seguían siendo una práctica sistemática”.
Presos políticos, tortura, ejecuciones extrajudiciales, desaparecidos. El mismo catálogo siniestro de las dictaduras militares del Cono Sur, medio siglo después.
Uno se pregunta cómo es posible que existan actores políticos de un doble discurso tan flagrante que al mismo tiempo que luchan por esclarecer las violaciones a los derechos humanos de nuestra dictadura, décadas atrás, hoy sean capaces de apoyar, soslayar, minimizar o silenciar los mismos crímenes en otro país latinoamericano.
En ese sentido, el MLN fue más allá todavía que el Partido Comunista.
Por un lado, porque su comunicado fue de franco e indisimulado apoyo al régimen que tortura, ejecuta y desaparece a sus opositores políticos.
Por otro lado, porque ha sido incapaz de dar la cara para explicar sus razones para tal apoyo.
Apenas salió el comunicado del MLN-T, los senadores Alejandro Sánchez y Daniel Caggiani, que integran el Comité Central de la organización, dijeron no compartirlo.
¿Quiénes lo redactaron, entonces? ¿Quiénes lo aprobaron en nombre del MLN-T? No se sabe. Solo ha trascendido el nombre del exdiputado del MPP Héctor Tajam como uno de sus redactores.
¿Y los demás?
No se sabe, porque la integración del Comité Central del MLN es secreta.
Caggiani se ofendió cuando le pregunté sobre este tema en el programa Desayunos Informales.
Ante la pregunta reaccionó con sorna, quejas y sonrisas de suficiencia. Desde su punto de vista, es posible integrar un grupo político que, en pos de la justicia social, admite la tortura, las ejecuciones sumarias y la desaparición de personas, sin que nadie le pregunte al respecto y sin tener que dar explicaciones.
Debe ser que el tema es menor.
Son solo vidas.
Han pasado 50 años y el MLN-T parece no haber aprendido nada.