Las urnas reflejaron la apatía que se palpitaba previo a estas elecciones departamentales y municipales. En Canelones casi uno de cada nueve electores anuló su voto o sufragó en blanco. En Montevideo lo hizo uno de cada trece. Y a escala país el “voto castigo” se situó en los valores más altos desde 2010.
Fue una noche con pocas sorpresas y también pocas expectativas. Poco después de las 22.00 horas la mayoría de los canales privados de televisión habían puesto punto final a la transmisión electoral. Las consultoras de opinión pública —a excepción de la Usina de Percepción Ciudadana— no hicieron proyección de escrutinio. Y bastó un anuncio extraoficial para que la mayoría de candidatos salieran a festejar o admitir su derrota.
El clima electoral no fue tal. Al menos no lo fue en comparación a los comicios nacionales y el balotaje. Los analistas políticos advertían que eso venía mostrándose en el alto porcentaje de desconocimiento sobre la jornada cívica, sobre las propuestas y los candidatos. En especial en el área metropolitana.
Y este domingo quedó de manifiesto en la caída de la participación electoral en Canelones y Montevideo, al tiempo que se observó una suba del voto castigo entre quienes sí fueron a votar.
Si bien el incremento de los votos en blanco y anulados no alcanzó el récord de 2010, aquel que había sido superado el 13% en la capital, sí fue más notorio que en las últimas dos ediciones.
Incluso en Canelones terminó explicando el por qué el Frente Amplio obtuvo su peor resultado desde que es gobierno.