20 de diciembre 2025 - 15:36hs

“Es ahora o nunca”, había dicho Lula, el presidente de Brasil.

Luiz Inácio Lula da Silva ya estaba al borde de su paciencia. O la Unión Europea (UE) aprobaba el Tratado del Mercosur o el acuerdo no se concretaría durante el resto de su presidencia.

Lula ya estaba en el terreno de los ultimátum. La fecha original prevista para la cumbre del bloque (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) se había corrido del 2 al 20 de diciembre ante la indecisión europea.

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Pero en la víspera del encuentro en Foz do Iguazú, una ocasión que marcaría el aniversario del anuncio en Montevideo del fin de las negociaciones después de más de 25 años, Europa seguía atascada.

Finalmente, definió Italia.

Francia, la gran objetora, ya había reclutado varias voluntades -Polonia, Hungría, Austria y Bélgica- pero no las suficientes para lograr una “minoría de bloqueo”. Con Italia, la alianza opositora reinó.

Si Lula ya estaba al límite, la decisión de postergar el tratamiento del acuerdo para enero lo enfureció.

“Aplacé la reunión para el 20 de diciembre a petición de la UE. Y ahora me dicen que, después de todo, no pueden aprobarlo”.

El presidente argentino Javier Milei, que en un principio se había mostrado renuente a la idea de viajar a Brasil, finalmente decidió acudir ante el giro de eventos.

El sábado estuvo en la cumbre que se realizó en el exclusivo Belmond Hotel das Cataratas junto a los presidentes de Paraguay, Santiago Peña, y de Uruguay, Yamandú Orsi, así como el debutante en este tipo de encuentros Rodrigo Paz, de Bolivia.

Meloni frustró el gran anuncio pero prometió no bloquearlo

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Giorgia Meloni, primera ministra italiana.

Giorgia Meloni, primera ministra italiana.

Pero fue la propia italiana Giorgia Meloni la que supo apaciguar a Lula.

Y de esa manera, dejar abierta para el Mercosur la posibilidad de que el tratado no se caiga indefectiblemente.

Lo llamó y le dijo que necesitaba un poco más de tiempo para convencer a los italianos -una estrategia de política interna- pero que no pensaba frenar el acuerdo.

“Ella me explicó que no está en contra del acuerdo. Pero necesita convencer a los agricultores italianos y confía en que puede hacerlo”, aseguró Lula.

El motivo formal del aplazamiento es la necesidad de contar con un mayor margen para la implementación de las salvaguardas aprobadas por el Consejo (los gobiernos) y el Parlamento Europeo para el sector agrícola.

Básicamente, apuntan a reforzar la vigilancia de estos mercados para detectar cualquier tipo de distorsión (como puede ser en los precios o el volumen) y en ese caso, suspender las importaciones de productos sensibles procedentes del Mercosur.

El gran temor de los agricultores europeos es verse inundados por productos más baratos en la medida en que no deben cumplir con los rígidos estándares de calidad europeos que aumentan los costos.

Pasadas las tres de la madrugada, después de la agotadora sesión de los líderes de los 27 que se prolongó por casi 24 horas en Bruselas, el presidente español Pedro Sánchez relativizó la postergación: "Si hemos esperado 25 años, podemos esperar 25 años y un mes".

Quizás después de 25 años, en un mes todo se ponga efectivamente en marcha. Las garantías finalmente se juzguen suficientes, las barreras arancelarias empiecen a reducirse progresivamente y todo fluya.

Lula se encargará, desde ya, de recordarle su promesa a Meloni.

El brasileño juega para el bloque, juega para su país y como todo político, juega para sí mismo. Entre mediados y finales de enero deberá entregar a Paraguay la presidencia pro témpore del Mercosur.

Después de tanto batallar, sería demasiado ingrato verlo de afuera.

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