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13 de octubre 2024 - 5:00hs

En diálogo con El Observador, el escritor español Sergio del Molino reflexiona sobre el proceso creativo, los desafíos de escribir sobre temas universales y cómo la historia personal de los personajes conecta con sus propios dilemas existenciales.

El autor pasó por la Feria del Libro en la Intendencia de Montevideo para presentar su última novela, Los Alemanes, ganadora del Premio Alfaguara en 2024.

Recibir el premio Alfaguara trae consigo una serie de compromisos por el mundo para presentar el libro. ¿Cómo te fue con eso?

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Es la parte de la obligación del premio, la parte que yo llamo el castigo del premio, pero un castigo bueno.

¿Cómo fue esa experiencia en los diferentes lugares?

Bien. Muy semejante en muchos sitios. La novela es lo fundamental y lo que han apreciado los lectores son las relaciones familiares, entonces, es fácil trasladar eso. Es fácil que eso trascienda cualquier barrera cultural y que todo el mundo vea su propia familia y vea su propia historia, y vea la universalidad de la historia.

Hay matices, por ejemplo en Argentina les ha dado mucho la historia de los nazis, evidentemente, porque es una cosa que les interpela mucho históricamente. En otros lugares, en México, las alusiones mexicanas que yo pensaba que eran mínimas, de repente, centraron mucho la atención. Pero en general la historia tanto del desarraigo, la historia de la sensación de extranjería y las relaciones familiares es la lectura que prima en todas partes.

Se destaca en la idea del libro tu capacidad de ver una noticia y hacer de eso una gran novela. Porque las noticias las vemos todos y sin embargo, la mayoría de nosotros las trata de otra manera. ¿Cómo fue el primer contacto con el tema?

Pasa mucho tiempo, porque realmente es una investigación que hago yo hace 15 años, cuando descubro una anécdota. Descubro por casualidad unos papeles que me llevan a la historia de los alemanes de Camerún. En realidad la redescubro, porque fue una historia muy famosa en su momento, de principios del siglo XX.

No quería escribir una novela histórica en ningún caso, quería escribir una novela que hablara de hoy y hablara de las relaciones de familia de hoy No quería escribir una novela histórica en ningún caso, quería escribir una novela que hablara de hoy y hablara de las relaciones de familia de hoy

Ahí escribí crónicas, escribí un ensayo, rescaté la historia como creo que había que rescatarla. 15 años después, la historia ha germinado en una novela porque no ha dejado de acompañarme nunca. Siempre me ha interpelado. Es una historia que me ha venido a la cabeza siempre que he hablado o siempre que he pensado en las cuestiones de extrañamiento, de forastería, de sensación de estar fuera. Son temas que siempre me han interesado muchísimo. Todos los temas de la inmigración, los exilios, las desubicaciones, las construcciones de patrias lejos de la patria, de todo eso he escrito mucho.

Y cuando pensaba en eso y escribía sobre eso en muchos casos, siempre estaban estos alemanes de Camerún de fondo. Es como si me salieran del cajón donde los tenía guardados y de vez en cuando me hablasen. Y hasta que encontré el tono, hasta que encontré la manera de llevarlos a mi literatura y de llevarlos al presente. Porque yo no quería escribir una novela histórica en ningún caso, quería escribir una novela que hablara de hoy y hablara de las relaciones de familia de hoy. Entonces me costó llegar a esta familia Schuster, pero una vez llegué a ella el libro fluyó con mucha naturalidad.

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Estaban como reclamando un lugar distinto.

Vivimos en un mundo en el que se desecha todo enseguida, lo olvidamos de un día para otro constantemente. La mayoría de las cosas son así, pero cuando algo pervive, cuando algo viene recurrentemente a tu cabeza es porque tiene algo, algo que te está llamando, que dice algo importante de ti, y tienes que explorarlo. Como escritor no puedes ignorarlo. Además en estos 15 años el tema de los desarraigos es creciente, en España, lo vemos todo el tiempo, la gente que va, que viene, quiere llegar, que no llega.

Es una condición de la humanidad. Es uno de los asuntos clave, importantes, creo que es sobredimensionado. Cuando se habla de los problemas de la inmigración se obvia que es un problema humanitario, sobre todo ahora que estamos hablando de la que llega a las playas, la que llega arriesgando la vida por el mar. Porque esa es una parte minoritaria de la inmigración que llega a España. La inmensa mayoría llega por avión en Barajas, es decir, es la forma ya normal y civilizada de una persona a un país. Esto es minoritario, lo que pasa es que estamos viendo catástrofes constantemente. Hace muy poquito hubo 50 muertos en una inmigración, es una barbaridad, es una atrocidad constante.

Y en lugar de ver la parte humanitaria y de intervenir sobre el asunto humanitario, que es una desgracia equivalente a una guerra, en lugar de intervenir sobre eso estamos atendiendo los miedos, las histerias, las fobias de gente racista que lo único que le preocupa es que en su barrio ya no se reconozca o que el comercio de su barrio ya no lo atienda una señora cristiana, sino que lo atienda una señora con un turbante. A mí las fobias de ese señor me dan igual.

Con el tema de la familia, surgen dos cuestiones que creo que nos pasan a todos. Por un lado, ¿Hasta cuándo somos responsables los que hicieron a nuestros padres, para bien o para mal? Y después, ¿qué pasa cuando los padres te desencantan y tenés que hacerte cargo de ellos?

Ese es uno de los grandes temas también que están de fondo de la novela y es uno de los temas contemporáneos de una sociedad cada vez más envejecida. Estamos viviendo una sociedad donde cada vez hay menos niños. Además, según las cifras apocalípticas que me gusta leer de vez en cuando, mirando las cifras de China y de la evolución de lugares que habían crecido muchísimo, vamos hacia la extinción. Es decir, la especie humana después de haber llenado todo el planeta, se encamina a la extinción en unas cuantas generaciones, porque muere mucha más gente de la que nace. Eso obliga a enfrentarnos a una longevidad enorme, como no habíamos conocido nunca gente que llega a los 100 años. Y llega en muy malas condiciones y necesitan cuidados de unos hijos que no quieren cuidarlos. Pero no quieren no porque sean desagradecidos, porque sean malas personas, sino porque tienen una relación espantosa con ellos y se ven lastrados y encadenados a cuidar a alguien a quien detestan.

Este es un tema que probablemente sea medio tabú, que provoca mucha incomodidad. Incluso pensar que yo detesto a mi padre y no quiero atenderle y le dejaría aquí abandonado sin ningún cargo de conciencia, pero no puedo ni planteármelo, porque el mero hecho de planteármelo me provoca un cortocircuito. Es una cosa que la literatura explora poco. Porque hemos visto una tradición literaria enorme de padres e hijos que se llevan mal y que colisionan y que generan guerras. Hay grandes tragedias desde Shakespeare, la Eneida con Eneas rescatando del infierno a su padre llevándolo a hombros. Hay un montón de historias que siempre acaban en redención: o el padre pide perdón al hijo, o el hijo perdona al padre. Pero aquí no sucede ninguna de las dos cosas.

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Me parece importante desatacar que en la novela, si lo cuidan es porque tienen dinero para cuidarle. Si no fuera una familia privilegiada pues el padre tendría otra perspectiva. Y le dejan abandonado. Bien atendido, cuidado, cubierto absolutamente porque tienen dinero para ello, pero no le dan ni un ápice de cariño, ni se sienten culpables por no atenderlo. Creo que hay muchos hijos que no quieren a sus padres y porque los padres se lo han ganado, se han ganado a pulso ese abandono. Cuando se habla de la epidemia de soledad que vivimos en el mundo occidental, yo a veces pienso que hay muchas soledades que están muy trabajadas, hay gente que se ha trabajado muy a pulso su soledad. Y a mí me interesaba explorar esto: expresar y exponer a unos hijos que no quieren a sus padres y no sienten culpabilidad por ello.

Sin embargo tienen que pagar la culpa de sus padres.

Es que eso es inevitable, da igual lo que quieras de tu padre, da igual la relación que tengas con él, lo que hacen tus padres y tus abuelos, lo que hacen tu familia en el pasado antes de que tú nacieras, te constituye. No puedes eludirlo, no eres responsable de ello. Ningún juez te puede condenar por los delitos que ha cometido tu padre y no te puede acusar de nada, no eres responsable en términos legales, ni en términos éticos tampoco, pero tu vida depende de lo que tú eres: tu nacimiento, tu recorrido, lo que te constituye, el colegio al que has ido, la educación que has recibido, la cultura en la que has crecido, está condicionada por lo que han hecho tus padres y tus abuelos. Entonces, si lo que han hecho tus padres y tus abuelos es monstruoso, en algún momento de tu vida te vas a tener que confrontar con esa monstruosidad y pensar que eres hijo de esa monstruosidad. Y vas a tener que tomar un partido y reflexionar sobre ello e incorporarlo a tu vida. Y ahí es donde entra el terreno de la literatura. Esto no es una cuestión de condenar o no condenar. No es una cuestión de sentencias, es una cuestión mucho más vaporosa donde la literatura y el pensamiento pueden entrar y donde realmente no hay una respuesta fácil ni unívoca.

Cuando definiste o cuando llegaste a la historia y empezaron a salir estos personajes, ¿sabías que iban a ser cada uno de los tres hijos?

Sí los tenía perfilados. El punto de llegada lo tenía claro, no tenía claro el camino, el camino se iba construyendo durante la escritura, pero sí tenía claro que cada uno iba a reaccionar de una forma distinta, de una forma más racional, más sentimental a otros.

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¿Cómo fue el proceso de la escritura más allá de la investigación histórica?

En la novela lo que vuelco es mi vida, la literatura es vida. La literatura es una traslación de lo que tú crees que es la vida, de cómo tú ves las relaciones humanas, de lo que consideres qué es el amor, qué es la muerte, todo es bagaje lo vuelcas en la literatura que también tiene que ver con lecturas y con cosas que has hecho. Y eso lo vuelcas de una forma muy natural y muy anárquica. No te pones a investigar familias, sencillamente conoces muchas familias, conoces la tuya, llevas ya una vida. Por eso yo creo que la novela es un género fundamentalmente de madurez. Hay novelistas excepcionales con 20 años pero son muy raros, el novelista mejora y llega a su cima pasados los 40, 50 y probablemente un novelista con 60 años es como mejor puede escribir sus mejores obras.

O sea que tu próxima novela va a ser mejor que esta.

Eso espero. Uno siempre confía que su último libro es el mejor. Cuando te empiezan a decir muchas veces tu mejor libro es uno de hace 10 años, empiezas a preocuparte.

En la novela lo que vuelco es mi vida, la literatura es vida. La literatura es una traslación de lo que tú crees que es la vida, de cómo tú ves las relaciones humanas En la novela lo que vuelco es mi vida, la literatura es vida. La literatura es una traslación de lo que tú crees que es la vida, de cómo tú ves las relaciones humanas

Hay otros personajes muy interesantes que aparecen acompañando a esta familia. ¿Cómo aparecieron?

Van apareciendo conforme la escritura lo va pidiendo. Yo soy un escritor que se vuelca mucho en el texto, a mí me interesa mucho el texto y trabajo sobre el texto. Mi primera versión es una monstruosidad de muchísimas páginas y a partir de ahí voy trabajando. Van apareciendo personajes, van apareciendo tramas, van apareciendo espacios que a algunos los aprovecho y a algunos los desecho, pero van apareciendo en la escritura.

Tiene mucho que ver con la intuición y el instinto, el oficio de escribir como cualquier otro oficio. En fin, estás haciendo una página y sabes lo que le falta y lo que no, y sabes si la página es buena o qué le falta a la nota. Eso lo sabemos todos cuando llevamos un tiempo en nuestro oficio y si no lo sabemos, nos tenemos que retirar.

¿Cuándo sabés que ya está?

No lo termino de saber nunca. No lo termino de saber nunca. Un libro es inagotable. Y aprender a decir adiós y aprender a terminar un libro. Es una de las cosas más difíciles que hace un escritor.

Por eso yo concibo mi obra como una cosa orgánica que va creciendo. En realidad estás escribiendo siempre un libro grande, un libro que está por entregas, pero que toda tu obra forma parte de una construcción en marcha. Y así es más fácil poner un cierre y decirlo.

¿Cómo ves que sigue? O sea, tenés libros anteriores, tenés este y tenés que seguir, porque es parte de tu vida y tu vida sigue.

Bueno, tengo pensada una novela que no he podido ponerme a escribir todavía. Pero sí, tengo ya claro, mis dos próximos libros los tengo claros, una novela y un ensayo que voy a escribir. Y de momento nunca he tenido problemas de pensar qué voy a escribir después. Siempre tengo una obsesión, algo que me late, algo que me está llamando para sentarme a escribir. Creo que eso va a ser siempre así, porque llevo ya muchos años y me extrañaría mucho que sucediera algo así, un vacío, que un día me sentase y dijera no sé qué escribir, no sé, no me ha pasado. No creo que me vaya a pasar, porque va muy ligado a mi forma de vivir, mi forma de vivir está ligada a la escritura. Yo todo lo que vivo lo tamizo a través de la escritura y escribo muchísimo. Soy grafómano, tengo la suerte de tener muchos huecos, muchas tribunas en la prensa y eso me obliga a una escritura constante, una escritura ininterrumpida que a veces es más pública, otra vez es más privada, pero que me permite llevar, compaginar muy bien la escritura y la vida, que toda la vida se vuelque siempre la escritura y haya una correlación. Con lo cual, en ese sentido, yo no tengo miedo. Mientras esté vivo y tenga fuerzas y raciocinio, creo que voy a seguir escribiendo, y cuando deje de escribir será porque me he muerto.

El Libro

Un acontecimiento poco conocido de la reciente historia de España. Una historia sobre la familia, la traición y la culpa. "Oscuros secretos familiares encierran un pasado amenazador capaz de destruir el presente. ¿Heredan los hijos la culpa de los padres? Una novela apasionante que pone a prueba la conciencia de los personajes y que sacude la del lector". Del acta del jurado.

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En 1916, en plena Primera Guerra Mundial, llegan a Cádiz dos barcos con más de seiscientos alemanes provenientes de Camerún. Se han entregado en la frontera guineana a las autoridades coloniales por ser España país neutral. Se instalarán, entre otros sitios, en Zaragoza y formarán allí una pequeña comunidad que ya no volverá a Alemania. Entre ellos estaba el bisabuelo de Eva y Fede, quienes, casi un siglo después, se encuentran en el cementerio alemán de Zaragoza en el entierro de Gabi, su hermano mayor. Junto con su padre, son los últimos supervivientes de los Schuster, una familia que llegó a formar un importante negocio de alimentación. Pero en los tiempos que corren el pasado siempre puede regresar para levantar ampollas. Con una intriga que crece página a página, Los alemanes trata uno de los episodios más vergonzosos y menos pulgados de la historia de España: cómo los nazis refugiados aquí en un retiro dorado activaron el neonazismo en Alemania. Con sutileza alumbra el infierno que puede llegar a ser, en ocasiones, la familia, y deja en el aire dos preguntas incómodas: ¿Cuándo caducan las culpas de los padres? ¿Llega hasta los hijos la obligación de redimirlas?

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