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12 de julio 2025 - 5:00hs

El año 2025 había empezado con buenas noticias para el uruguayo Kevin Solano. La Sorbonne, una de las 20 universidades más prestigiosas de Europa, lo había aceptado para estudiar idiomas e informática. Unas semanas después, su madre, desde el Cerro de Montevideo, lo llamó por teléfono para avisarle que Uruguay estaba entregando pasaportes nuevos que reconocen su ciudadanía uruguaya. Pagó el trámite urgente, viajó desde París para hacerse de la documentación, e inició la gestión de una visa estudiantil cuando…

A las 10.07 de la mañana del 23 de junio recibió un correo electrónico de la Embajada de Francia: “Las autoridades uruguayas han puesto en circulación recientemente un nuevo modelo de pasaporte. Hasta la fecha, este modelo no se ha presentado a los representantes de los Estados de la zona Schengen y, por lo tanto, no ha podido ser reconocido por estos Estados (…) Un solicitante no puede obtener un visado en un pasaporte no reconocido (…) Lamentablemente, no estamos en condiciones de tramitar las solicitudes de visado presentadas en los nuevos pasaportes uruguayos”.

Kevin no recuerda si puteó en español, francés o alguno de los tantos idiomas que maneja a la perfección. Solo sabe que le “dolió un montón” y empezó a “mover cielo y tierra” para que le dieran una solución. Fue a la Dirección Nacional de Identificación Civil y a la Cancillería. Hizo una denuncia ante la Institución de Derechos Humanos. Y ahora planea hacerle juicio al Estado uruguayo: “No me siento respaldado por mi propio Estado”.

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Cuando Kevin nació —en Perú, hace 29 años— no era habitual que los niños obtuvieran su cédula de identidad a los pocos días de ver la luz. Cuando tenía cinco años, se mudó con su madre a Montevideo e hizo una vida auténticamente uruguaya: estudió en una escuela pública del Centro donde cantó con fuerza el “sabremos cumplir” del himno, juró la bandera en un liceo del Prado, entró a la Universidad de la República, gritó los goles de la Celeste, aportó a las arcas públicas, y, como ciudadano con los mismos derechos y obligaciones que cualquier uruguayo, votó.

La idea de continuar los estudios en Europa lo tentaron. Había trabajado más de cinco años en una de las principales empresas informáticas de Uruguay y eso le daba chapa para ser aceptado en las universidades top.

Consiguió una visa alemana y viajó. Se enamoró de una francesa, se instaló en París, lo aceptaron en La Sorbonne y, de pronto, ese castillo de oportunidades que había logrado se derrumbó.

“En mayo, cuando saqué el nuevo pasaporte, me rompieron el pasaporte anterior donde no figuraba como ciudadano uruguayo, pero donde tenía la visa alemana. Entonces ahora no me dejan solicitar la visa de estudio con el nuevo pasaporte, pero tampoco puedo usar la vieja visa alemana porque el pasaporte viejo está roto”. Kevin habla con acento y modismos uruguayos. Es uruguayo y lamenta que el problema suscitado con los nuevos pasaportes “enfrente a uruguayos con uruguayos”.

Del otro lado del mostrador

El embajador alemán en Uruguay, Stefan Duppel, tuiteó el miércoles: “Los pasaportes uruguayos emitidos después del 23 de abril de 2025 no indican el lugar de nacimiento. Actualmente, no es posible entrar a Alemania con un pasaporte de este tipo, ni siquiera para estancias cortas. Actualmente, no se aceptan solicitudes de visa con dicho pasaporte”.

El mensaje fue consignado por el semanario Búsqueda, luego El Observador agregó que Francia estaba rechazando las visas estudiantiles y se instaló la polémica. La oposición convocó de urgencia a las autoridades para que concurran al Parlamento. Y Cancillería llamó a consulta —también de urgencia— a los embajadores de ambos países europeos.

La reunión fue el mismo miércoles. El tuit del embajador alemán había tomado por sorpresa a las autoridades uruguayas, dado que ese país no había hecho una comunicación oficial. Pero en el encuentro ambos diplomáticos aclararon que sus países no han rechazado los nuevos pasaportes uruguayos y solo están a estudio.

Mientras el gobierno alemán analiza, los nuevos pasaportes uruguayos no tienen validez siquiera para instancias cortas. En el caso francés, en cambio, la traba solo es para visas por estadías mayores a 90 días.

Uruguay había cambiado los pasaportes en abril luego de años de discriminación a los uruguayos que son ciudadanos legales. Sucede que, por un error constitucional que se arrastra hace más de un siglo, la nacionalidad uruguaya solo es adjudicable a los nacidos en el territorio uruguayo, a los hijos o nietos de uruguayos. Ese problema de base jamás se solucionó, pero los nuevos pasaportes al menos modificaron el campo de nacionalidad para que sea reconocida la ciudadanía legal.

El nuevo gobierno, que fue al que le tocó ejecutar el cambio, sumó otro cambio que permite la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI): eliminar el campo de “país de nacimiento”. ¿La razón? Eso evita que algunos ciudadanos uruguayos se vean impedido de ingresar a terceros países (como Estados Unidos) solo por el hecho de haber nacido en otro país (incluso viviendo casi toda su vida en Uruguay como Kevin).

Corea del Sur no pone el país de nacimiento en sus pasaportes. Japón coloca el lugar de residencia. Y otros países —entre ellos los europeos Suiza o Polonia— muestran las localidades y no los países de nacimiento.

En la página 4 del nuevo pasaporte se aclara el vínculo de la persona con el país que expide el pasaporte. Para el caso de Kevin, por ejemplo, dice “ciudadanía legal”. Eso es lo que pide el documento 9303 de la OACI para darlo como válido.

El Observador habló con fuentes de las embajadas de Francia y Alemania. En ambos casos aseguraron que las intenciones de sus gobiernos es “solucionar el asunto cuanto antes” y que trabajan en ello.

La xenofobia dijo presente

La noticia de que el nuevo pasaporte uruguayo no permite —al menos mientras está a estudio— el ingreso a Alemania y dificulta las visas de larga estadía en Francia fue tema de conversación en las redes sociales. Y no tardaron en aparecer expresiones del estilo:

“Los uruguayos naturales no tenemos por qué pagar el precio del capricho de los ciudadanos legales”. Así se lee en uno de los tantos tuits (ahora X).

La organización Somos Todos Uruguayos pidió en un comunicado que la problemática suscitada no genere “discursos cargados de xenofobia o rechazo a la inmigración, especialmente cuando Uruguay se ha forjado históricamente como una nación de inmigrantes”.

¿Es Uruguay un país xenófobo? Casos como el problema del pasaporte —lo mismo pasa en tiempos de crisis financiera— suelen agrandar los discursos de odio aunque no sean representativos de la mayoría.

La última encuesta de El Observador y académicos de la Universidad de la República lo midió antes del raid sobre los pasaportes. El 25% de los uruguayos considera que “la llegada de inmigrantes atenta contra la identidad nacional”. En Europa ese porcentaje supera el 45% (y en algunos países como Polonia o Hungría trepa encima del 60%).

Pero cuando se pregunta por situaciones de crisis, asociadas a las fuentes laborales, la opinión cambia. Cuando hay escasez de trabajos, ¿los empresarios deben darles prioridad a los uruguayos sobre los extranjeros? Casi la mitad de la población dice que sí (en guarismos más similares a los observados en Europa).

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