"Los cinco sentidos: olor", de Jan Miense Molenaer

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¿Cuál es el peor olor del mundo?

La fórmula resultante de un experimento desarrollado en 1998 quizás sea el peor olor jamás creado
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24 de febrero de 2020 a las 05:00

Por Randall Munroe

 En 1998, Pamela Dalton, psicóloga cognitiva del Monell Chemical Senses Center, tenía la tarea de desarrollar una bomba odorífera para el Departamento de Defensa. Sus experimentos revelaron que las personas de diferentes contextos y partes del mundo, que crecieron oliendo y comiendo cosas distintas, con frecuencia discordaban sobre qué era un olor agradable o desagradable.

El mejor candidato que Dalton encontró para un olor universalmente desagradable fue algo llamado “peste de baño estándar del gobierno de Estados Unidos”, una sustancia que fue diseñada para imitar el olor de las letrinas en campamentos militares con el fin de probar productos de limpieza. Eligió ese líquido aromático como la base de su bomba odorífera. La fórmula resultante, a la cual nombró “sopa pestilente”, quizá sea el peor olor jamás creado.

Mary Roach, escritora sobre temas científicos, es uno de los pocos seres humanos que han olido la sopa pestilente. En su libro publicado en 2016 Grunt: The Curious Science of Humans at War, describió el aroma como “Satán en un trono de cebollas podridas”. 

¿La sopa pestilente de verdad es el peor olor del mundo? Es complicado determinarlo, en parte porque investigar los malos olores puede ser difícil. Los químicos cuentan historias de miedo sobre una sustancia llamada tioacetona, que en 1889 se usó para una serie de experimentos en un laboratorio de Friburgo, Alemania. Una reacción de la tioacetona produjo un olor tan malo que cruzó los límites del laboratorio y se difundió por la ciudad, lo que provocó la evacuación de los residentes y un pánico generalizado, además de que muchas personas vomitaron en las calles.

Derek Lowe, un químico industrial que escribió sobre la tioacetona, dijo que era difícil saber con certeza qué sustancias químicas produjeron el olor en el incidente de 1889. La tioacetona debe haberse convertido en otro químico —él sospecha de uno llamado gem-dimercaptano— que a su vez pudo haber sufrido más reacciones para crear aún más compuestos. Nadie parece ansioso por repetir los experimentos a fin de descubrir con precisión qué moléculas se producen.

“Prácticamente todos los compuestos que se puedan sacar de la tioacetona van a apestar”, dijo Lowe. Pero no se sabe bien qué tanto apestarían. “Pocos han olido un gem-dimercaptano. Es probable que sea intenso. No estoy interesado en averiguarlo”.

La historia de la tioacetona plantea una pregunta: ¿hasta dónde puede propagarse un mal olor? El hedor del laboratorio en 1889 se extendió casi un kilómetro a la redonda antes de disiparse. ¿Podría un olor tener la potencia para dispersarse por todo el mundo y hacer que todo el planeta apestara?

La intensidad de los aromas se mide por su “umbral de detección de olores”, que es la cantidad de material que se necesita agregar al aire para que la gente promedio pueda olerlo. La gasolina tiene un umbral de detección de olores de aproximadamente 100 microgramos por metro cúbico. Si un galón de dicha sustancia se evaporara en el aire desde un lugar alto, produciría suficiente vapor para que el aire oliera a gasolina hasta unos 180 metros de distancia en todas las direcciones.

Hay sustancias más olorosas que la gasolina. El etilmercaptano, el material que se le agrega al gas natural para hacer que las fugas de gas sean más fáciles de detectar, tiene un umbral de detección de olores de solo 1 o 2 microgramos por metro cúbico. Unos cuantos charcos de etilmercaptano del tamaño del estanque principal del Central Park de Nueva York, si se distribuyen uniformemente por toda la atmósfera, podrían hacer que todo el planeta oliera a fuga de gas. El metilmercaptano, que es todavía más oloroso, quizá solo necesite un estanque para apestar todo el globo terráqueo.

Pero no todos los olores fuertes son malos. Una de las sustancias con el umbral de detección de olor más bajo es la vainillina, el componente principal del extracto de vainilla. Las estimaciones varían, pero su umbral de detección de olores es probablemente de entre 0,1 y 0,2 microgramos por metro cúbico, mucho menor al del etil o metilmercaptano. Eso significa que uno o dos buques petroleros llenos de vainillina podrían utilizarse como un ambientador suficientemente potente para dar a la tierra un ligero aroma a vainilla.

Lowe dijo que lo peor que había olido en su carrera como químico surgió cuando combinó sin querer sulfuro de dimetilo (piensa en una flatulencia) con algo de silicio en el que se estaba generando una reacción llamada olefinación de Peterson. Ninguno de los olores huele muy bien por sí solo, pero combinados produjeron algo trascendentalmente asqueroso. “Olía a lo que te imaginas que sería el tubo de escape de un ovni”, dijo. “Fue espectacularmente extraño y horrible”. En el universo infinito de la química, ¿quién sabe cuántos olores hay por descubrir?

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